CARTA DE PABLO A LOS GALATAS

En este mismo periodo Pablo escribe la carta a los Gálatas, que se puede colocar en torno al 57 d.C., enviada desde Efeso o Macedonia. El ataque de los judeo-cristianos ha desconcertado la comunidad de Galacia y Pablo interviene a su manera, con pasión y vehemencia. Con pasión defiende su autoridad de apóstol narrando su vocación y misión (cf. Gal 1-2); con vehemencia demuestra su tesis de fondo, que es también ""su"" evangelio: se ha salvado por su adhesión incondicionada, es decir, de la fe en Cristo, y no por la practica de las obras de la ley judía (cf. Gal 3-4). El cristiano está llamado a la verdadera libertad, con la cual la fe se hace activa y operante en la caridad (cf. Gal 5-6)."


Gálatas (BPD) 1


CARTA A LOS GÁLATAS

Saludo inicial

El único Evangelio de Cristo

 

APOLOGÍA PERSONAL: LA AUTORIDAD APOSTÓLICA DE PABLO

La elección de Pablo

10 ¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo. 11 Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque 12 yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. 13 Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, 14 y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. 15 Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació 16 en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre 17 y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco.

Pablo en Jerusalén

La asamblea de Jerusalén

La decisión de los Apóstoles

El incidente de Antioquía

El Evangelio de Pablo

15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores venidos del paganismo. 16Pero como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en él, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la Ley: en efecto, nadie será justificado en virtud de las obras de la Ley. 17Ahora bien, si al buscar nuestra justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores, entonces Cristo está al servicio del pecado. Esto no puede ser, 18porque si me pongo a reconstruir lo que he destruido, me declaro a mí mismo transgresor de la Ley. 19 Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo estoy crucificado con Cristo, 20 y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. 21 Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la Ley, Cristo ha muerto inútilmente.

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE


Llamado de atención a los gálatas

Los verdaderos hijos de Abraham

La Ley, fuente de maldición

La Ley y la promesa

El papel de la Ley

El tiempo de la fe

La filiación divina

4 1 Voy a ser más explícito: el heredero, mientras es menor de edad, aunque sea propietario de todos sus bienes, en nada se diferencia de un esclavo. 2 En efecto, hasta la edad fijada por su padre, está bajo la dependencia de sus tutores y administradores.3 Así también nosotros, cuando éramos menores de edad, estábamos sometidos a los elementos del mundo. 4 Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, 5 para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. 6 Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre! 7 Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.

El peligro de recaer en la esclavitud de la Ley

Reconvención afectuosa

12 Les ruego, hermanos, que se hagan semejantes a mí, como yo me hice semejante a ustedes. En realidad, no me han ofendido en nada. 13 Ya saben que fue en ocasión de una enfermedad cuando les prediqué por primera vez la Buena Noticia. 14 A pesar de que mi aspecto físico era una prueba para ustedes, no me desdeñaron ni me despreciaron; todo lo contrario, me recibieron como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. 15 ¿Dónde está la alegría que sintieron entonces? Yo mismo puedo atestiguar que, de ser posible, se habrían arrancado los ojos para dármelos. 16 ¿Y ahora me he convertido en enemigo de ustedes por decirles la verdad? 17 El interés que los otros demuestran por ustedes no es bueno: lo que quieren es separarlos de mí, para que se interesen por ellos. 18 Está bien interesarse por los demás, con tal que ese interés sea verdadero y para siempre, y no sólo cuando yo estoy entre ustedes. 19 ¡Hijos míos, por quienes estoy sufriendo nuevamente los dolores del parto hasta que Cristo sea formado en ustedes! 20 Ahora mismo desearía estar allí para hablarles de otra manera, porque ya no sé cómo proceder con ustedes.

Las dos Alianzas

21 Ustedes que quieren someterse a la Ley, díganme: ¿No entienden lo que dice la Ley?22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de su esclava y otro de su mujer, que era libre. 23 El hijo de la esclava nació según la carne; en cambio, el hijo de la mujer libre, nació en virtud de la promesa. 24 Hay en todo esto un simbolismo: estas dos mujeres representan las dos Alianzas. La primera Alianza, la del monte Sinaí, que engendró un pueblo para la esclavitud, está representada por Agar, 25 porque el monte Sinaí está en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, ya que ella con sus hijos viven en la esclavitud. 26 Pero hay otra Jerusalén, la celestial, que es libre, y ella es nuestra madre. 27 Porque dice la Escritura: ¡Alégrate, tú que eres estéril y no das a luz; prorrumpe en gritos de alegría, tú que no conoces los dolores del parto! Porque serán más numerosos los hijos de la mujer abandonada que los hijos de la que tiene marido. 28 Nosotros, hermanos, somos como Isaac, hijos de la promesa. 29 Y así como entonces el hijo nacido según la carne perseguía al hijo nacido por obra del Espíritu, así también sucede ahora. 30 Pero dice la Escritura: Echa a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no va a compartir la herencia con el hijo de la mujer libre. 31 Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de una esclava, sino de la mujer libre.

LA LIBERTAD CRISTIANA


Exhortación a mantenerse en la libertad de la fe

El escándalo de la cruz

La libertad y el amor

El Espíritu y la carne

16 Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. 17 Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. 18 Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley. 19 Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, 20 idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones 21 y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios. 22 Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, 23 mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más, 24 porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos. 25 Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él. 26 No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.

Las exigencias del amor

La verdadera gloria del cristiano

Despedida



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