LOS DERECHOS DE LA FAMILIA
Su Santidad Juan Pablo II ha querido recoger los aportes de los
diversos Sínodos episcopales en una exhortación apostólica. Es así como
posterior al Sínodo sobre la familia del año 1981 apareció, el 22 de noviembre
de ese año, la Familiaris Consortio que exhorta a los integrantes de la
familia ha reconocer y luchar por defender los derechos inalienables de la
pareja y consiguientemente de la familia.
El No. 46, que se titula "Carta de los derechos de la familia",
está ubicado en la tercera parte de la Exhortación que lleva por nombre "Misión
de la familia cristiana" y en su tercer capítulo que se denomina: "Participación
en el desarrollo de la sociedad". En ese contexto se ha recordado cómo la
familia es la célula fundamental de la sociedad, y en su seno se aprenden los
valores fundamentales de la comunión y la participación, indicando que es
necesario que ella se hago sentir en el campo social y político precisamente
para hacer valer sus derechos y cómo el Estado y la sociedad han de ser
subsidiarios de la familia y no se le ha de imponer funciones que no le
corresponden, o por el contrario dejar de reconocerle sus derechos.
El Papa recogió en el No. 46 de su carta el anhelo que los
padres sinodales hicieran en la Propositio 42, de elaborar estas
"garantías"; fue así como efectivamente apareció el 24 de noviembre de 1983 la
"Carta de los Derechos de la Familia" y los mismos han sido difundidos con
empeño. En la carta luego de un preámbulo vienen doce artículos.
Pero regresemos a nuestro No. 46, que si bien es anterior, sin
embargo recoge en germen lo que la Carta desarrolla. En efecto allí se afirma
cómo el Sínodo ha tenido que denunciar frecuentemente los atropellos que las
diversas sociedades han realizado contra la familia y que varios Estados han
impuesto su visión inadecuada de la familia.
Allí se exponen los siguientes derechos: El de establecer su
propia familia, no importando incluso el estado de pobreza de la persona para
hacerlo con libertad. El de ejercer la propia responsabilidad en la procreación
y en la educación de la prole. El conservar el vínculo matrimonial más allá de
los avatares de la historia. El de poseer una fe y difundirla y educar a los
hijos en acuerdo con unas tradiciones culturales y valores religiosos con los
instrumentos apropiados.
Por otra parte es necesario que la sociedad provea por la
seguridad física, social, política, económica especialmente de los pobres y
enfermos. Un lugar digno de vivienda. El poder tener representación y expresión
ante los diversos organismos sociales y estatales para exponer sus
requerimientos y necesidades y por lo tanto el poder establecer con otras
familias las asociaciones que le permitan cumplir con su misión. Igualmente
tendrá derecho de proteger a los menores contra todo aquello que los afecta
inadecuadamente, sea en el campo de la salud, de la moral o que de tenga su
adecuado desarrollo humano o espiritual. El gozar de un esparcimiento adecuado,
el respeto a los ancianos y una vida y terminación de la misma dignas.
Finalmente el derecho a emigrar y establecerse buscando mejores situaciones de
vida.
Silvio Cajiao, S.I.
Bogotá 28-XI-2003
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