Familiaris consortio: planificación familiar,
esterilización y otras "usurpaciones intolerables"
Prof. Louis Aldrich -
Taiwan
En Familaris consortio (46), el Papa Juan Pablo II,
afirma, antes de esbozar una carta de los derechos de la familia, "que la
Iglesia defiende abierta y enérgicamente los derechos de la familia contra las
usurpaciones intolerables de la sociedad y el Estado". ¿Cuáles son las causas de
esas usurpaciones o abusos intolerables? La familia es "la célula básica de la
sociedad y el sujeto de derechos y deberes antes del Estado o de toda otra
comunidad" y, en lugar de ser sostenida positivamente por la sociedad o el
Estado, se "ha vuelto una víctima de la sociedad". Constata que "las
instituciones y las leyes ignoran injustamente los derechos inviolables de la
familia y los seres humanos", y llega a sufiri un " ataque violento de sus
valores y exigencias fundamentales". Entre las más claras expresiones de esos
ataques injustos y violentos a la familia se cuentan la legalización, promoción
e imposición por parte del Estado de tres pilares de los programas de
planificación familiar anti-familiar, o sea, el control de la población: el
aborto, la esterilización y la anticoncepción.
La premisa tácita falsa del movimiento de planificación
familiar es que el exceso de niños en la familia y el crecimiento de la
población en los países (o el mundo) son la causa de la miseria y la pobreza de
las familias y las naciones. Aunque la falsedad de esta posición maltusiana haya
sido demostrada en distintas ocasiones por los hechos, la mentalidad
planificadora, cuyo ejemplo es la International Planned Parenthood (Paternidad
planificada internacional), sigue promoviendo e imponiendo enérgica y, como dice
el papa, violentamente su visión falsa. Gracias a una propaganda persistente y
bien financiada, los grupos de planificación familiar internacional y de control
de la población han logrado imponer ampliamente esa visión falsa del mundo. Al
reducir el crecimiento de la población, aun con medios objetivamente inmorales,
en lugar de resolver los problemas reales de la injusticia, la educación, las
teorías erróneas sobre el desarrollo económico, la corrupción, etc., que
provocan la pobreza de las familias o las naciones, descargan una situación
intolerable sobre las familias contemporáneas.
El primer nivel en que se percibe esa usurpación intolerable es
el de la ley. La legalización de la anticoncepción y la esterilización ha sido
un ataque violento contra las exigencias y los valores fundamentales de la
familia. No sería tan distinto a que, por ejemplo, se legalizara el robo, pues,
en ese caso, sería patente el ataque directo a las exigencias de la vida
económica. Aunque muchos ciudadanos rechazaran el recurso a la anticoncepción o
la esterilización (o el robo), la ley se ha convertido en un maestro del mal
moral que incrementa las ocasiones o las tentaciones de pecar. Por otra parte,
aunque el primer propósito de la anitconcepción y la esterilización sea el de
reducir los abortos y el divorcio (y así proteger la vida humana y la familia),
el resultado efectivo ha sido un aumento espectacular del número de abortos y
divorcios en los países que han legalizado la anticoncepción.
El nivel siguiente de esta usurpación intolerable se percibe en
la promoción: la anticoncepción y la esterilización (eventualmente, con la ayuda
del aborto) no sólo se convierten en elecciones factibles para las familias,
sino que se promocionan como las mejores elecciones posibles, hasta necesarias,
para el bien común del Estado. En todos los sitios en que ha arraigado dicha
promoción positiva, se multiplica la pesadilla de la promiscuidad sexual, la
falta de respeto hacia las mujeres y la ruptura de las familias, ya anticipadas
por el Papa Pablo VI en Humanae Vitae como también la aparición de una
cultura de muerte, descrita por Juan Pablo II en Evangelium vitae.
Por último, vemos ejemplos, como el aborto en China, la
esterilización en Perú e India, en los que el Estado ha atacado directa y
violentamente a la familia obligando a las mujeres a abortar o a ser
esterilizadas. De todos modos, esa usurpación final de los derechos de la
familia es sólo la extensión lógica de las premisas utilitarias de la
planificación familiar o control de la población: el crecimiento de la población
sería el mayor peligro para el Estado y, si la esterilización o el aborto no son
considerados males en sí mismos, las mujeres pueden ser obligadas a abortar o
ser esterilizadas por el bien común, así como los portadores de SARS pueden ser
obligados a aceptar una cuarentena por el bien común. Y esto nos lleva al punto
de partida y nos hace comprender por qué, antes de enumerar los derechos de la
familia, el Papa hable de usurpaciones intolerables; porque si no se comprenden
claramente la verdadera naturaleza, dignidad y valor de la vida humana y de la
familia y de sus derechos absolutamente inviolables, todo otro derecho familiar
está en serio peligro.
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