La santificación de los esposos mediante el sacramento del matrimonio


Prof. Antonio Miralles, Roma:
 La santificación de los esposos mediante el sacramento del matrimonio

Cuando dos fieles cristianos se casan. Cristo está y sigue estando luego entre ellos. De hecho, Dios Padre hace entrega de su Hijo a los esposos y junto con él les da también el Espíritu Santo. La Iglesia, en la celebración del matrimonio, confiesa su fe en esta espléndida verdad mediante la oración del sacerdote: "Mira con bondad a estos esposos […] envía sobre ellos la gracia del Espíritu Santo, para que por tu amor derramado en sus corazones, sigan siendo fieles en el vínculo conyugal ".
El amor divino, derramado en el corazón de los esposos, perfecciona su amor conyugal. Como enseña el Concilio Vaticano II, lo perfecciona elevándolo y sanándolo (Cfr. GS 49/1): elevándolo porque la fuerza unitiva del amor, la ternura, la dedicación a la felicidad del cónyuge reciben una nueva medida, la del amor de Cristo; y sanándolo de aquello que daña al amor, sobre todo del egoísmo, de la incomprensión y de la dureza del corazón.
La obra santificadora del matrimonio no limita su eficacia solamente momento de la celebración de la boda, sino que se extiende a toda la vida de los esposos. Juan Pablo II, en Familiaris consortio, habla de la necesidad que tienen los esposos de "mantener viva la conciencia de la singular influencia que la gracia del sacramento del matrimonio ejercita sobre todas la realidades de la vida conyugal " (FC 33/6).
De lo que se sigue que el camino hacia la santidad, que es la llamada que todo cristiano sin excepción ha recibido de Dios, camino que comienza con el bautismo, se define posteriormente para los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio. Como enseña el Concilio, "los cónyuges cristianos […], cumpliendo en virtud de tal sacramento su deber conyugal y familiar, imbuidos por el Espíritu de Cristo, por medio del cual toda su vida está imbuida de fe, esperanza y caridad, tienden a alcanzar cada vez más la perfección y la santificación mutua, y por ello participan en la glorificación de Dios". No se trata de simples principios generales o de enunciaciones genéricas, sino de una verdad de inmediata incidencia práctica. Lo explicaba claramente san José María Escrivá: "La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo económico para sostener a la familia, darles seguridad y mejorar sus condiciones, las relaciones con los demás componentes de la comunidad social: estos son las situaciones humanas más comunes que los esposos cristianos tienen que sobrenaturalizar " (Es Jesús quien pasa, p. 65). Lo harán con el influjo de la gracia del sacramento del matrimonio; pero no solamente esto, porque no pueden prescindir de los medios comunes a todos los cristianos: el primero, la Eucaristía, "fuente y culminación de la vida cristiana" (LG 11/1), y con ella es sacramento de la penitencia, la oración, la actualización del mandamiento del amor, que resumen la conducta auténticamente cristiana.



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