PRESBYTERORUM ORDINIS - DECRETO SOBRE EL MINISTERIO Y VIDA DE LOS PRESBITEROS



Presbyterorum Ordinis






DECRETO SOBRE EL MINISTERIO


Y VIDA DE LOS PRESBITEROS





Proemio


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Este Sagrado Concilio nos ha recordado ya repetidas veces la excelencia del Orden de los presbiteros en la Iglesia. Y como a este orden le corresponde en la renovacion de la Iglesia una tarea de suma trascendencia y mas dificil cada dia, ha parecido muy util tratar mas amplia y profundamente de los presbiteros, en especial a los que se dedican a la cura de almas, haciendo las salvedades debidas con relacion a los presbiteros religiosos. Pues los presbiteros, por la ordenacion sagrada y por la union que reciben de los Obispos, son promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey, de cuyo ministerio participan, por el que la Iglesia se constituye constantemente en este mundo, Pueblo de Dios de Cristo y Templo del Espiritu Santo. Por lo cual, para que el ministerio de los presbiteros se mantenga con mas eficacia en las circunstancias pastorales y humanas, cambiadas radicalmente, y se atienda mejor a su vida, este Sagrado Concilio declara y ordena lo que sigue:



CAPITULO I - EL PRESBITERIO EN LA MISION DE LA IGLESIA


Naturaleza del presbiterado


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El Senor Jesus "a quien el Padre santifico y envio al mundo" (Jn 10,36), hizo participe a todo su Cuerpo Mistico de la uncion del Espiritu con que El esta ungido: pues en El todos los fieles se constituyen en sacerdocio santo y real, ofrecen a Dios, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales y anuncian el poder de quien los llamo de las tinieblas a su luz admirable. No hay, pues, miembro alguno que no tenga su cometido en la mision de todo el Cuerpo, sino que cada uno debe glorificar a Jesus en su corazon y dar testimonio de El con espiritu de profecia.

Mas el mismo Senor constituyo a algunos ministros, que ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del Orden para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados y desempenaran publicamente, en nombre de Cristo, la funcion sacerdotal en favor de los hombres para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que "no todos los miembros tienen la misma funcion" (Rm 12,4).

Asi, pues, enviados los Apostoles, como El habia sido enviado por el Padre, Cristo hizo participes de su consagracion y de su mision, por medio de los mismos Apostoles, a los sucesores de éstos, los Obispos, cuya funcion ministerial se ha confiado a los presbiteros, en grado subordinado, con el fin de que, constituidos en el Orden del presbiterado, fueran cooperadores del Orden episcopal para el puntual cumplimiento de la mision apostolica que Cristo les confio.

El ministerio de los presbiteros, por estar unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con la que Cristo mismo forma, santifica y rige su Cuerpo. por lo cual, el sacerdocio de los presbiteros supone, ciertamente, los sacramentos de la iniciacion cristiana, pero se confiere por el sacramento peculiar por el que los presbiteros, por la uncion del Espiritu Santo, quedan marcados con un caracter especial que los configura con Cristo Sacerdotes, de tal forma que pueden obrar en nombre de Cristo Cabeza.

Por participar en su grado del ministerio de los Apostoles, Dios concede a los presbiteros la gracia de ser entre las gentes ministros de Jesucristo, desempenando el sagrado ministerio del Evangelio, para que sea grata la oblacion de los pueblos, santificada por el Espiritu Santo. Pues, por el mensaje apostolico del Evangelio se convoca y congrega el Pueblo de Dios, de forma que santificados por el Espiritu Santo todos los que pertenecen a este Pueblo, se ofrecen a si mismos "como hostia viva, santa, agradable a Dios" (Rm 12,1).

Por el ministerio de los presbiteros se consuma el sacrificio espiritual de los fieles en union del sacrificio de Cristo, Mediador unico, que se ofrece por sus manos, en nombre de toda la Iglesia, incruenta y sacramentalmente en la Eucaristia, hasta que venga el mismo Senor. A este sacrificio se ordena y en él culmina el ministerio de los presbiteros. Porque su servicio, que comienza con el mensaje del Evangelio, saca su fuerza y poder del sacrificio de Cristo y busca que "todo el pueblo redimido, es decir, la congregacion y sociedad de los santos, ofrezca a Dios un sacrificio universal por medio del Gran Sacerdote, que se ofrecio a si mismo por nosotros en la pasion para que fuéramos el cuerpo de tal sublime cabeza".

Por consiguiente, el fin que buscan los presbiteros con su ministerio y con su vida es procurar la gloria de DIos Padre en cristo. Esta gloria consiste en que los hombres reciben consciente, libremente y con gratitud la obra divina realizada en cristo y la manifiestan en toda su vida. En consecuencia, los presbiteros, ya se entreguen a la oracion y a la adoracion, ya prediquen la palabra, ya ofrezcan el sacrificio eucaristico, ya administren los demas sacramentos, ya se dediquen a otros ministerios para el bien de los hombres, contribuyen a un tiempo al incremento de la gloria de Dios y al crecimiento de los hombres en la vida divina. Todo ello, procediendo de la Pascua de Cristo, se consumara en la venida gloriosa del mismo Senor, cuando El haya entregado el Reino a dios Padre.


Condicion de los presbiteros en el mundo


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Los presbiteros, tomados de entre los hombres y constituidos en favor de los mismos en las cosas que miran a Dios para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados, viven con los demas hombres como hermanos. Asi también el Senor, Jesus, Hijo de Dios, hombre enviado a los hombres por el Padre, vivio entre nosotros y quiso asemejarse en todo a sus hermanos, fuera del pecado. Ya lo imitaron los santos Apostoles, y el bienaventurado Pablo, doctor de las gentes, "elegido para predicar el Evangelio de Dios" (Rm 1,1), atestigua que se hizo a si mismo todo para todos, para salvarlos a todos. Los presbiteros del Nuevo Testamento, por su vocacion y su ordenacion, son segregados en cierta manera en el seno del Pueblo de Dios, no de forma que se separen de él, ni de hombre alguno, sino a fin de que se consagren totalmente a la obra para la que el Senor los llama.

No podrian ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de otra vida mas que de la terrena, pero tampoco podrian servir a los hombres si permanecieran extranos a su vida y a sus condiciones. Su mismo ministerio les exige de una forma especial que no se conformen a este mundo; pero, al mismo tiempo, requiere que vivan en este mundo entre los hombres y, como buenos pastores, conozcan a sus ovejas y busquen incluso atraer a las que no pertenecen todavia a este redil, para que también ellas oigan la voz de Cristo y se forme un solo rebano y un solo Pastor.

Mucho ayudan para conseguir esto las virtudes que con razon se aprecian en el trato social, como son la bondad de corazon, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupacion de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que recomienda el Apostol Pablo cuando escribe "Pensad en cuanto hay de verdadero, de puro, de justo, de santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza" (Fil 4,8).



CAPITULO II - MINISTERIO DE LOS PRESBITEROS


I. FUNCIONES DE LOS PRESBITEROS


Ministros de la palabra de Dios


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Los presbiteros, pues, se deben a todos en cuanto que a todos deben comunicar la verdad del Evangelio, que poseen en el Senor. Por tanto, ya lleven a las gentes a glorificar a Dios, observando entre ellos una conducta ejemplar; ya anuncien a los no creyentes el misterio de Cristo, predicandoles abiertamente; ya ensenen el catecismo cristiano o expongan la doctrina de la Iglesia; ya procuren tratar los problemas actuales a la luz de Cristo, es siempre su deber ensenar no su propia sabiduria, sino la palabra de Dios, e invitar indistintamente a todos a la conversion y a la santidad. Pero la predicacion sacerdotal, dificil con frecuencia, en las actuales circunstancias del mundo, para mover mejor a las almas de los oyentes, debe exponer la palabra de Dios no solo de una forma general y abstracta, sino aplicando a circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio.

Con ello se desarrolla el ministerio de la palabra de muchos modos, segun las diversas necesidades de los oyentes y los carismas de los predicadores. En las regiones o nucleos no cristianos, los hombres son atraidos a la fe y a los sacramentos de la salvacion por el mensaje evangélico; pero en la comunidad cristiana, atendiendo, sobre todo, a aquellos que comprenden o creen poco lo que celebran, se requiere la predicacion de la palabra para el ministerio de los sacramentos, puesto que son sacramentos de fe, que procede de la palabra y de ella se nutre. Esto se aplica especialmente a la liturgia de la palabra en la celebracion de la Misa en que el anuncio de la muerte y de la resurreccion del Senor, y la respuesta del pueblo que escucha se unen inseparablemente con la oblacion misma con la que Cristo, confirmo en su sangre la Nueva Alianza, oblacion a la que se unen los fieles con el deseo o con la recepcion del sacramento.


Los presbiteros, ministros de los sacramentos y de la Eucaristia


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Les ensenan, igualmente, a participar en la celebracion de la sagrada Liturgia de modo que exciten también en ellos una oracion sincera; los llevan como de la mano al espiritu de oracion cada vez mas perfecto, que han de actualizar durante toda la vida, en conformidad con las gracias y necesidades de cada uno; llevan a todos al cumplimiento del propio estado e introducen a los mas fervorosos hacia los consejos evangélicos, que cada uno ha de practicar de una forma adecuada. Ensenan, por tanto, a los fieles a cantar al Senor en sus corazones himnos y canticos espirituales, dado siempre gracias por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro Senor Jesucristo.

Las alabanzas y acciones de gracias que elevan en la celebracion de la Eucaristia los presbiteros, las continuan por las diversas horas del dia en el rezo del Oficio divino, con que, en nombre de la Iglesia piden a Dios por todo el pueblo a ellos confiado o, por mejor decir, por todo el mundo.

La casa de oracion en que se celebra y se guarda la Sagrada Eucaristia y se reunen los fieles, y en la que se adora para auxilio y consuelo de los fieles la presencia del hijo de Dios, nuestro Salvador, ofrecido por nosotros en el altar del sacrificio, debe estar limpia y dispuesta para la oracion y para las funciones sagradas.

En ella son invitados los pastores y los fieles a responder con gratitud a la dadiva de quien por su Humanidad infunde continuamente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Procuren los presbiteros cultivar convenientemente la ciencia y, sobre todo, las practicas liturgicas, a fin de que por su ministerio liturgico las comunidades cristianas que se les han encomendado alaben cada dia con mas perfeccion a Dios, Padre, Hijo y Espiritu Santo.


Los presbiteros, rectores del Pueblo de Dios


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Por lo cual, atane a los sacerdotes, en cuando educadores en la fe, procurar personalmente, o por medio de otros, que cada uno de los fieles sea conducido en el Espiritu Santo a cultivar su propia vocacion segun el Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nos libero.

De poco serviran las ceremonias, por hermosas que sean, o las asociaciones, aunque florecientes, si no se ordenan a formar a los hombres para que consigan la madurez cristiana. En su consecucion les ayudaran los presbiteros para poder averiguar qué hay que hacer o cual sea la voluntad de Dios en los mismos acontecimientos, grandes o pequenos. Ensénese también a los cristianos a no vivir solo para si, sino que, segun las exigencias de la nueva ley de la caridad, pongan cada uno al servicio del otro el don que recibio y cumplan asi todos cristianamente su deber en la comunidad humana.

Aunque se deban a todos, los presbiteros tienen encomendados a si de una manera especial a los pobres y a los mas débiles, a quienes el Senor prefiere, y cuya evangelizacion se da como prueba de la obra mesianica. También se atendera con diligencia especial a los jovenes y a los conyuges y padres de familia.

Es de desear que éstos se reunan en grupos amistosos para ayudarse mutuamente a vivir con mas facilidad y plenitud su vida cristiana, dificultosa en muchas ocasiones. No olviden los presbiteros que todos los religiosos, hombres y mujeres, por ser la porcion selecta en la casa del Senor, merecen un cuidado especial para su progreso espiritual en bien de toda la Iglesia. Atiendan, por fin, con toda solicitud a los enfermos y agonizantes, visitandolos y confortandolos en el Senor.

Pero el deber del pastor no se limita al cuidado particular de los fieles, sino que se extiende también a la formacion de la auténtica comunidad cristiana. Mas, para atender debidamente al espiritu de comunidad, debe abarcar no solo la Iglesia local, sino la Iglesia universal. La comunidad local no debe atender solamente a sus fieles, sino que, imbuida también por el celo misionero, debe preparar a todos los hombres el camino hacia Cristo. Siente, con todo, una obligacion especial para con los catecumenos y neofitos que hay que formar gradualmente en el conocimiento y practica de la vida cristiana.

No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raiz y quicio la celebracion de la Sagrada Eucaristia; por ella, pues, hay que empezar toda la formacion para el espiritu de comunidad. Esta celebracion, para que sea sincera y cabal, debe conducir lo mismo a las obras de caridad y de mutua ayuda que a la accion misional y a las varias formas del testimonio cristiano.

Ademas, la comunidad eclesial ejerce por la caridad, por la oracion, por el ejemplo y por las obras de penitencia una verdadera maternidad respecto a las almas que debe llevar a Cristo. porque ella es un instrumento eficaz que indica o allana el camino hacia Cristo y su Iglesia a los que, todavia no creen, que anima también a los fieles, los alimenta y fortalece para la lucha espiritual.

En la estructuracion de la comunidad cristiana, los presbiteros no favorecen a ninguna ideologia ni partido humano, sino que, como heraldos del Evangelio y pastores de la Iglesia, empenan toda su labor en conseguir el incremento espiritual del Cuerpo de Cristo.



II. RELACIONES DE LOS PRESBITEROS CON OTRAS PERSONAS


Relacion entre los Obispos y los presbiteros


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Union y cooperacion fraterna entre los presbiteros


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Es de suma trascendencia, por tanto, que todos los presbiteros, diocesano o religiosos, se ayuden mutuamente para ser siempre cooperadores de la verdad. Cada uno esta unido con los demas miembros de este presbiterio por vinculos especiales de caridad apostolica, de ministerio y de fraternidad; esto lo expresa ya la Liturgia desde los tiempos antiguos, al ser invitados los presbiteros asistentes a imponer sus manos sobre el nuevo elegido, juntamente con el Obispo ordenante, y cuando concelebran la Sagrada Eucaristia con corazon unanime. Cada uno de los presbiteros se une, pues, con sus hermanos por el vinculo de la caridad, de la oracion y de la total cooperacion, y de esta forma se manifiesta la unidad con que Cristo quiso que fueran consumados para que conozca el mundo que el Hijo fue enviado por el Padre.



Ademas, a fin de que los presbiteros encuentren mutua ayuda en el cultivo de la vida espiritual e intelectual, puedan cooperar mejor en el ministerio y se libren de los peligros que pueden sobrevenir por la soledad, foméntese alguna especie de vida comun o alguna conexion de vida entre ellos, que puede tomar formas variadas, segun las diversas necesidades personales o pastorales; por ejemplo, vida en comun; donde sea posible, mesa comun o, a lo menos, frecuentes y periodicas reuniones. Hay que tener también en mucha estima y favorecer diligentemente las asociaciones que, con estatutos reconocidos por la competente autoridad eclesiastica, por una ordenacion apta y convenientemente aprobada de la vida y por la ayuda fraterna, pretenden servir a todo el orden de los presbiteros.

Finalmente, por razon de la misma comunion en el sacerdocio, siéntanse los presbiteros especialmente obligados para con aquellos que se encuentran en alguna dificultad; ayudenles oportunamente como hermanos y aconséjenles discretamente si es necesario. Manifiesten siempre caridad fraterna y magnanimidad para con lo que erraron en algo, pidan por ellos insistentemente a Dios y muéstrense en realidad como hermanos y amigos.


Trato de los presbiteros con los laicos


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Reconozcan y promuevan sinceramente los presbiteros la dignidad de los seglares y la suya propia, y el papel que desempenan los seglares en la mision de la Iglesia. Respeten asimismo cuidadosamente la justa libertad que todos tienen en la ciudad terrestre. Escuchen con gusto a los seglares, considerando fraternalmente sus deseos y aceptando su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, a fin de poder reconocer juntamente con ellos los signos de los tiempos.

Examinando los espiritus para ver si son de Dios, descubran con el sentido de la fe los multiformes carismas de los seglares, tanto los humildes como los mas elevados; reconociéndolos con gozo y fomentandolos con diligencia. Entre los otros dones de Dios, que se hallan abundantemente en los seglares, merecen especial cuidado aquellos por los que no pocos son atraidos a una vida espiritual mas elevada. Encomienden también confiadamente a los laicos trabajos en servicio de la Iglesia, dejandoles libertad y radio de accion, invitandoles incluso oportunamente a que emprendan sus obras por propia iniciativa.

Piensen, por fin, los presbiteros que estan puestos en medio de los seglares para conducirlos a todos a la unidad de la caridad: "Amandose unos a otros con amor fraternal, honrandose mutuamente " (Rm 12,10). Deben, por consiguiente, los presbiteros asociar las diversas inclinaciones de forma que nadie se sienta extrano en la comunidad de los fieles. Son defensores del bien comun, del que han de cuidar en nombre del Obispo, y al propio tiempo defensores valientes de la verdad, para que los fieles no se vean arrastrados por todo viento de doctrina. A su especial cuidado se encomiendan los que no reciben los Sacramentos, e incluso quiza desfallecieron en la fe; no dejen de llegarse a ellos, como buenos pastores.

Atendiendo a las normas del ecumenismo, no se olvidaran de los hermanos que no disfrutan de una plena comunion eclesiastica con nosotros.

Tendran, por fin, como encomendados a sus cuidados, a todos los que no conocen a Cristo como su Salvador.

Los fieles cristianos, por su parte, han de sentirse obligados para con sus presbiteros, y por ello han de profesarles un amor filial, como a sus padres y pastores; y al mismo tiempo, siendo participes de sus desvelos, ayuden a sus presbiteros cuanto puedan con su oracion y su trabajo para que éstos logren superar convenientemente sus dificultades y cumplir con mas provecho sus funciones.



III. DISTRIBUCION DE LOS PRESBITEROS Y VOCACIONES SACERDOTALES.


Adecuada distribucion de los presbiteros


El don espiritual que recibieron los presbiteros en la ordenacion no los dispone solo para una mision limitada y restringida, sino para una mision amplisima y universal de salvacion "hasta los extremos de la tierra" (Ac 1,8), porque cualquier ministerio sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la mision confiada por Cristo a los Apostoles. Porque el sacerdocio de Cristo, de cuya plenitud participan verdaderamente los presbiteros, se dirige por necesidad a todos los pueblos y a todos los tiempos, y no se coarta por limites de sangre, de nacion o de edad, como ya se significa de manera misteriosa en la figura de Melquisedec.

Recuerden, pues, los presbiteros que deben llevar en el corazon la solicitud de todas las iglesias. Por lo cual los presbiteros de las diocesis mas ricas en vocaciones han de mostrarse gustosamente dispuestos a ejercer su ministerio, con el beneplacito o el ruego del propio ordinario, en las regiones, misiones u obras afectadas por la carencia de clero.

Revisense, ademas, las normas sobre la incardinacion y excardinacion de manera que, permaneciendo firme esa antigua disposicion, respondan mejor a las necesidades pastorales del tiempo. Y donde lo exija la consideracion del apostolado, haganse mas factibles, no solo la conveniente distribucion de los presbiteros, sino también las obras pastorales peculiares a los diversos grupos sociales que hay que llevar a cabo en alguna region o nacion, o en cualquier parte de la tierra.

Para ello, pueden establecerse algunos seminarios internacionales, diocesis peculiares o prelaturas personales y otras instituciones por el estilo, a las que puedan agregarse o incardinarse los presbiteros para el bien comun de toda la Iglesia, segun modulos que hay que determinar para cada caso, quedando siempre a salvo los derechos de los ordinarios del lugar.

Sin embargo, en cuanto sea posible, los presbiteros no se envien aislados a una region nueva, sobre todo si aun no conocen bien la lengua y las costumbres, sino de dos en dos, o de tres en tres, a la manera de los discipulos de Cristo, para que se ayuden mutuamente. Es necesario también prestar un cuidado exquisito a su vida espiritual, y a su salud fisica y psiquica, y en cuanto sea posible, preparense para ellos lugares y condiciones de trabajo conforme a la idiosincrasia personal de cada uno. Es también muy conveniente que todos los que se dirigen a una nueva nacion procuren conocer cabalmente no solo la lengua de aquel lugar, sino también la indole psicologica y social caracteristica de aquel pueblo al que quieren servir humildemente, comunicando con él cuanto mejor puedan, de forma que imiten el ejemplo del Apostol Pablo, que pudo decir de si mismo: "Pues siendo del todo libre, me dice siervo de todos, para ganarles a todos. Y me hago judio con los judios, para ganar a los judios" (1Co 9,19-20).


Atencion de los presbiteros a las vocaciones sacerdotales



Oficio que ciertamente pertenece a la mision sacerdotal misma, por lo que el presbitero participa en verdad de la solicitud de toda la Iglesia para que no falten nunca operarios al Pueblo de Dios aqui en la tierra. Pero ya que hay una causa comun entre el piloto de la nave y el navio.. ensénese a todo el pueblo cristiano que tiene obligacion de cooperar de diversas maneras, por la oracion perseverante y por otros medios que estén a su alcance, para que la Iglesia tenga siempre los sacerdotes necesarios en el cumplimiento de su mision divina.

Ante todo, preocupense los presbiteros de exponer a los fieles, por el ministerio de la palabra y con el propio testimonio de la vida, que manifieste abiertamente el espiritu de servicio y el verdadero gozo pascual, la excelencia y necesidad del sacerdocio, y a los que prudentemente juzgaren idoneos para tan gran ministerio, sean jovenes o adultos, de ayudarlos, sin escatimar preocupaciones ni molestias, para que se preparen convenientemente y, por tanto, puedan ser llamados algun dia por el Obispo, salvo la libertad interna y externa de los candidatos.

Para conseguir esto es muy importante la diligente y prudente direccion espiritual. Los padres y maestros, y todos a quienes atane de cualquier manera la formacion de los ninos y de os jovenes, eduquenlos de forma que, conociendo la solicitud del Senor por su rebano y considerando las necesidades de la Iglesia, estén preparados a responder generosamente con el profeta al Senor, si los llama: "Heme aqui, enviame" (Is 6,8).

No hay, sin embargo, que esperar que esta voz del Senor que llama llegue a los oidos del futuro presbitero de un modo extraordinario. Mas bien hay que captarla y juzgarla por los signos ordinarios con que a diario conocen la voluntad de Dios los cristianos prudentes; signos que los presbiteros deben considerar con mucha atencion.

A ellos se recomienda encarecidamente las obras de las vocaciones, sean diocesanas o nacionales. Es necesario que en las predicaciones, en la catequesis, en los periodicos, se declaren elocuentemente las necesidades de la Iglesia, tanto local como universal; se expongan a la luz del dia el sentido y la dignidad del ministerio sacerdotal, puesto que en él se armonizan tantos trabajos como tantas satisfacciones, y en el cual, sobre todo, como ensenan los Padres, puede darse a Cristo el maximo testimonio del amor.





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CAPITULO III - LA VIDA DE LOS PRESBITEROS


I. VOCACION DE LOS PRESBITEROS A LA PERFECCION


Santidad sacerdotal



Los sacerdotes estan obligados a adquirir aquella perfeccion por un titulo especial, puesto que, consagrados de forma nueva a Dios en la recepcion del Orden, se constituyen e instrumentos vivos del Sacerdote Eterno para poder conseguir, a través del tiempo, su obra admirable, que reintegro con divina eficacia, todo el género humano.

Siendo, pues, que todo sacerdote representa a su modo la persona del mismo Cristo, tiene también la gracia singular de -al mismo tiempo que sirve a la grey encomendada y a todo el pueblo de Dios- poder conseguir mas aptamente la perfeccion de Aquél, cuya funcion representa, y que sane la debilidad de la carne humana, la santidad de quien se hizo por nosotros Pontifice "santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores" (He 7,26).

Cristo, a quien el Padre santifico o consagro y envio al mundo, "se entrego por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y adquirirse un pueblo propio y aceptable, celador de obras buenas" (Tt 2,14), y asi, por su pasion, entro en su gloria; de igual modo, los presbiteros, consagrados por la uncion del Espiritu Santo y enviados por Cristo, mortifican en si mismos las tendencias de la carne y se entregan totalmente al servicio de los hombres, y de esta forma pueden caminar hacia el varon perfecto, en la santidad con que han sido enriquecidos en Cristo.

Asi, pues, ejerciendo el ministerio del Espiritu y de la justicia, se fortalecen en la vida del Espiritu, con tal que sean dociles al Espiritu de Cristo, que los vivifica y conduce. Pues ellos se ordenan a la perfeccion de la vida por las mismas acciones sagradas que realizan cada dia, como por todo su ministerio, que desarrollan en union con el Obispo y con los presbiteros.

Mas la santidad de los presbiteros contribuye poderosamente al cumplimiento fructuoso del propio ministerio -porque aunque la gracia de Dios puede realizar la obra de la salvacion también por medio de ministros indignos-, sin embargo, por ley ordinaria, Dios prefiere manifestar sus maravillas por medio de quienes, hechos mas dociles al impulso y guia del .Espiritu Santo, por su intima union con Cristo y su santidad de vida, ya pueden decir con el Apostol: "Ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mi" (Ga 2,20).

Por lo cual, este Sagrado Concilio, para conseguir sus propositos pastorales de renovacion interna de la Iglesia, de difusion del Evangelio por todo el mundo y de dialogo con el mundo actual, exhorte vehementemente a todos los sacerdotes a que, usando los medios oportunos recomendados por la Iglesia, se esfuercen siempre hacia una mayor santidad, con la que de dia en dia se conviertan en ministros mas aptos para el servicio de todo el Pueblo de Dios.


El ejercicio de la triple funcion sacerdotal exige y favorece la santidad




Pues pensado como pueden explicar mejor lo que ellos han contemplado, saborearan mas a fondo "las insondables riquezas de Cristo" (Ef 3,8) y la multiforme sabiduria de Dios. Teniendo presente que es el Senor quien abre los corazones y que su eficacia no proviene de ellos mismos, sino del poder de Dios, en el mismo momento de proclamar la palabra se uniran mas intimamente a Cristo Maestro y se dejaran guiar por su Espiritu. Asi, uniéndose con Cristo, participan de la caridad de Dios, cuyo misterio, oculto desde los siglos, ha sido revelado en Cristo.

Como ministros sagrados, sobre todo en el Sacrificio de la Misa, los presbiteros ocupan el lugar de Cristo, que se sacrifico a si mismo para santificar a los hombres, y, por ende, son invitados a imitar lo que administran; ya que celebran el misterio de la muerte del Senor, procuren mortificar sus miembros de vicios y concupiscencias. En el misterio del Sacrificio Eucaristico, en que los sacerdotes desempenan su funcion principal, se realiza continuamente la obra de nuestra redencion y, por tanto, se recomienda encarecidamente su celebracion diaria, la cual, aun cuando no puedan estar presentes los fieles, es accion de Cristo y de la Iglesia.

Asi, mientras los presbiteros se unen con la accion de Cristo Sacerdote, se ofrecen todos los dias enteramente a Dios, y mientras se nutren del Cuerpo de Cristo participan cordialmente de la caridad de quien se da a los fieles como manjar. De igual forma se unen con la intencion y con la caridad de Cristo en la administracion de los Sacramentos, cosa que realizan especialmente cuando en la administracion del Sacramento de la Penitencia se muestran enteramente dispuestos, siempre que, los fieles lo piden razonablemente. En el rezo del Oficio divino prestan su voz a la Iglesia, que persevera en la oracion, en nombre de todo el género humano, juntamente con Cristo que "vive siempre para interceder por nosotros" (He 7,25).

Rigiendo y apacentando el Pueblo de Dios, se ven impulsados por la caridad del Buen Pastor a entregar su vida por sus ovejas, preparados también para el sacrificio supremo, siguiendo el ejemplo de los sacerdotes que, incluso en nuestros dias, no rehusaron entregar su vida; siendo educadores en la fe, y teniendo ellos mismos "firme confianza de entrar en el santuario en virtud de la sangre de Cristo" (He 10,19), se acercan a Dios "con sincero corazon en la plenitud de la fe" (He 10,22), y demuestran su firme esperanza ante sus fieles para consolar a los que se hallan atribulados, con el mismo consuelo con que Dios los consuela a ellos mismos; como rectores de la comunidad, cultivan la ascesis propia de pastor de almas, renunciando a sus intereses, no buscando sus conveniencias, sino la de muchos, para que se salven, progresando siempre hacia el cumplimiento mas perfecto del deber pastoral, y cuando es necesario, estan dispuestos a emprender nuevos caminos pastorales, guiados por el Espiritu del amor, que sopla donde quiere.


Unidad y armonia de la vida de los presbiteros









II. EXIGENCIAS ESPIRITUALES CARACTERISTICAS EN LA VIDA DE LOS PRESBITEROS


Unidad y obediencia


Entre las virtudes principalmente requeridas en el ministerio de los presbiteros hay que contar aquella disposicion de alma por la que estan siempre preparados a buscar no su voluntad, sino la voluntad de quien los envio. Porque la obra divina, para cuya realizacion separo el Espiritu Santo, trasciende todas las fuerzas humanas y la sabiduria de los hombres, pues "Dios eligio la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes" (1Co 1,27). Conociendo, pues, su propia debilidad, el verdadero ministro de Cristo trabaja con humildad, buscando lo que es grato a Dios, y como encadenado por el Espiritu es llevado en todo por la voluntad de quien desea que todos los hombres se salven; voluntad que puede descubrir y cumplir en las circunstancias diarias, sirviendo humildemente a todos los que Dios le ha confiado, en el ministerio que se le ha entregado y en los multiples acontecimientos de su vida.

Pero como el ministerio sacerdotal es el ministerio de la misma Iglesia, no puede efectuarse mas que en la comunion jerarquica de todo el cuerpo. La caridad pastoral urge, pues, a los presbiteros que, actuando en esta comunion, consagren su voluntad propia por la obediencia al servicio de Dios y de los hermanos, recibiendo con espiritu de fe y cumpliendo los preceptos y recomendaciones emanadas del Sumo Pontifice, del propio Obispo y de los otros superiores; gastandose y desgastandose en cualquier servicio que se les haya confiado, por humilde que sea.

De esta forma, guardan y reafirman la necesaria unidad con los hermanos en el ministerio, y sobre todo con los que el Senor constituyo en rectores visibles de su Iglesia, y obran para la edificacion del Cuerpo de Cristo que crece "por todos los ligamentos que lo nutren". Esta obediencia, que conduce a la libertad mas madura de los hijos de Dios, exige por su naturaleza que, mientras movidos por la caridad, los presbiteros, en el cumplimiento de su cargo, investigan prudentemente nuevos caminos para mayor bien de la Iglesia, propongan confiadamente sus proyectos y expongan insistentemente las necesidades del rebano a ellos confiado, dispuestos siempre a acatar el juicio de quienes desempenan la funcion principal en el régimen de la Iglesia de Dios.

Los presbiteros, con esta humildad y esta obediencia responsable y voluntaria, se asemejan a Cristo, sintiendo en si lo que en Cristo Jesus, que "se anonado a si mismo, tomando la forma de siervo... hecho obediente hasta la muerte" (Ph 2,7-9). Y con esta obediencia, vencio y reparo la desobediencia de Adan, como atestigua el Apostol : "Por la desobediencia de un hombre, muchos fueron pecadores; asi también por la obediencia de uno, muchos seran hechos justos" (Rm 5,19).


Hay de abrazar el celibato y apreciarlo como una gracia


La perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos, recomendada por Cristo Senor, aceptada con gusto y observada laudablemente en el decurso de los siglos e incluso en nuestros dias por no pocos fieles cristianos, siempre ha sido tenida en grande aprecio por la Iglesia, especialmente para la vida sacerdotal. Porque es al mismo tiempo signo y estimulo de la caridad pastoral y fuente peculiar de la fecundidad espiritual en el mundo. No es exigida, ciertamente, por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la practica de la Iglesia primitiva y por la tradicion de las Iglesias orientales, en donde ademas de aquellos que con todos los OBispos eligen el celibato como un don de la gracia, hay también presbiteros beneméritos casados; pero al tiempo que recomienda el celibato eclesiastico, este Santo COncilio no intenta en modo alguno cambiar la distinta disciplina que rige, legitimamente en las Iglesias orientales, y exhorta amabilisimamente a todos los que, perseverando en la santa vocacion, sigan consagrando su vida plena y generosamente a la grey que se les ha confiado.

Pero el celibato tiene mucha conformidad con el sacerdocio. Porque toda la mision sacerdotal se dedica al servicio de la nueva humanidad, que Cristo, vencedor de la muerte, suscita en el mundo por su Espiritu, y que trae su origen "no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varon, sino de Dios" (Jn 1,13). Los presbiteros, pues, por la virginidad o celibato conservado por el reino de los cielos, se consagran a Cristo de una forma nueva y exquisita, se unen a El mas facilmente con un corazon indiviso, se dedican mas libremente en El y por El al servicio de DIos y de los hombres, sirven mas expeditamente a su reino y a la obra de regeneracion sobrenatural y, asi, se hacen mas aptos para recibir ampliamente la paternidad en Cristo.

De esta forma, pues, proclaman delante de los hombres que quieren dedicarse enteramente al ministerio que se les ha confiado, es decir, de desposar a los fieles con un solo esposo y de presentarlos a Cristo como una virgen casta, y con ello evocan el misterioso matrimonio establecido por Dios, que ha de manifestarse plenamente en el futuro, por el que la Iglesia tiene a Cristo como Esposo unico. Se constituyen, ademas en senal viva de aquel mundo futuro, presente ya por la fe y por la caridad, en que los hijos de la resurreccion no tomaran maridos ni mujeres.

Por estas razones, fundadas en el misterio de Cristo y en su mision, el celibato, que al principio se recomendaba a los sacerdotes, fue impuesto por ley después en la Iglesia Latina a todos los que eran promovidos al Orden sagrado. Este Santo Concilio comprueba y confirma esta legislacion en cuanto se refiere a los que se destinan para el presbiterado, confiando en el Espiritu que el don del celibato, tan conveniente al sacerdocio del Nuevo Testamento, es otorgado generosamente por el Padre, con tal que lo pidan con humildad y constancia los que por el Sacramento del Orden participan del sacerdocio de Cristo; mas aun, toda la Iglesia.

Exhorta también este Sagrado Concilio a los presbiteros que, confiados en la gracia de Dios han aceptado libremente el sagrado celibato segun el ejemplo de Cristo, a que, abrazandolo con magnanimidad y de todo corazon, y perseverando en tal estado con fidelidad, reconozcan el don excelso que el Padre les ha dado y que tan claramente ensalza el Senor, y pongan ante su consideracion los grandes misterios que en él se expresan y se verifican. Cuanto mas imposible les parece a no pocas personas la perfecta continencia en el mundo actual, con tanta mayor humildad y perseverancia pediran los presbiteros, juntamente con la Iglesia, la gracia de la fidelidad, que nunca ha sido negada a quienes la piden, sirviéndose también, al mismo tiempo, de todas las ayudas sobrenaturales y naturales, que todos tienen a su alcance.

No dejen de seguir las normas, sobre todo las ascéticas, que aprueba la experiencia de la Iglesia, y que no son menos necesarias en el mundo actual. Ruega, por tanto, este Sagrado Concilio no solo a los sacerdotes, sino también a todos los fieles, que aprecien cordialmente este precioso don del celibato sacerdotal, y que pidan todos a Dios que conceda siempre abundantemente ese don a su Iglesia.


Posicion respecto al mundo y los bienes terrenos y pobreza voluntaria


Por el trato amigable y fraterna convivencia entre si y con los demas hombres, pueden aprender los presbiteros a cultivar los valores humanos y a apreciar los bienes creados como dones de Dios. Aunque viven en el mundo, sepan sin embargo, que ellos no son del mundo, segun la palabra del Senor, nuestro Maestro. Disfrutando, pues, del mundo con si disfrutasen, llegaran a la libertad de aquellos que, libres de toda preocupacion desordenada, se hacen dociles para oir la voz divina en la vida ordinaria. De esta libertad y docilidad emana la discrecion espiritual en que se halla la recta postura frente al mundo y a los bienes terrenos. postura de gran importancia para los presbiteros, porque la mision de la Iglesia se desarrolla en medio del mundo, y porque los bienes creados son enteramente necesarios para el provecho personal del hombre. Agradezcan, pues todo lo que el Padre celestial les concede para vivir convenientemente. Es necesario, con todo, que disciernan a la luz de la fe todo, para usar de los bienes segun la voluntad de Dios y rechazar cuanto obstaculiza su mision.

Pues los sacerdotes, ya que el Senor es su "porcion y herencia" (Nb 18,20), deben usar los bienes temporales tal solo para aquellos fines a los que pueden licitamente destinarlos, segun la doctrina de Cristo Senor y la ordenacion de la Iglesia.

Los bienes eclesiasticos propiamente dichos, segun su naturaleza, deben administrarlos los sacerdotes segun las normas de las leyes eclesiasticas, con la ayuda, en cuanto sea posible, de seglares expertos, y destinarlos siempre a aquellos fines para cuya consecucion es licito a la Iglesia poseer bienes temporales, esto es, para el desarrollo del culto divino, para procurar la honesta sustentacion del clero y para realizar las obras del sagrado apostolado o de la caridad, sobre todo con los necesitados.

En cuanto a los bienes que recaban con ocasion del ejercicio de algun oficio eclesiastico, salvo el derecho particular, los presbiteros, lo mismo que los obispos, apliquenlos, en primer lugar, a su honesto sustento ya la satisfaccion de las exigencias de su propio estado; y lo que sobre, sirvanse destinarlo para el bien de la Iglesia y para obras de caridad. No tengan por consiguiente, el beneficio como una actividad lucrativa, ni empleen sus ganancia para engrosar su propio caudal. Por ello, los sacerdotes, teniendo el corazon desapegado de las riquezas, han de evitar siempre toda clase de ambicion y abstenerse cuidadosamente de toda especie de comercio.

Mas aun, siéntanse invitados a abrazar la pobreza voluntaria, para asemejarse mas a cristo y estar mas dispuestos para el ministerio sagrado. Porque Cristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para que fuéramos ricos con su pobreza. Y los Apostoles manifestaron, con su ejemplo, que el don gratuito de Dios hay que distribuirlo gratuitamente, sabiendo vivir en la abundancia y pasar necesidad.

Pero incluso una cierta comunidad de bienes, a semejanza de la que se alaba en la historia de la Iglesia primitiva, prepara muy bien el terreno par ala caridad pastoral; y por esa forma de vida pueden los presbiteros practicar laudablemente el espiritu de pobreza que Cristo recomienda.

Guiados, pues, por el Espiritu del Senor, que ungio al Salvador y lo envio a evangelizar a los pobres, los presbiteros, y lo mismo los Obispos, mucho mas que los restantes discipulos de Cristo, eviten todo cuanto pueda alejar de alguna forma a los pobres, desterrando de sus cosas toda clase de vanidad. Dispongan su morada de manera que a nadie esté cerrada, y que nadie, incluso el mas pobre, recele frecuentarla.



III. RECURSOS PARA LA VIDA DE LOS PRESBITEROS


Medios para el desarrollo de la vida espiritual



Los ministros de la gracia sacramental se unen intimamente a Cristo Salvador y Pastor por la fructuosa recepcion de los sacramentos, sobre todo con la frecuente accion sacramental de la Penitencia, puesto que, preparado con el examen diario de conciencia, favorece sobremanera la necesaria conversion del corazon al amor del Padre de las misericordias. A la luz de la fe, nutrida con la Sagrada Escritura, pueden buscar cuidadosamente las senales de la voluntad divina y los impulsos de la gracia en los varios acontecimientos de la vida, y hacerse, con ello, mas dociles cada dia para su mision recibida del Espiritu Santo. En la Santisima Virgen Maria encuentran siempre un ejemplo admirable de esta docilidad; ella, guiada por el Espiritu Santo, se entrego totalmente al misterio de la redencion de los hombres; veneren y amen los presbiteros con filial devocion y veneracion a esta Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Reina de los Apostoles y auxilio de su ministerio.



Estudio y ciencia pastoral








Hay que proveer a la justa remuneracion de los presbiteros


Los presbiteros, entregados al servicio de Dios en el cumplimiento de la mision que les ha confiado, son dignos de recibir la justa remuneracion, porque "el obrero es digno de su salario" (Lc 10,7), y "el Senor ha ordenado a los que anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio" (1Co 9,14). Por lo cual, cuando no se haya provisto de otra forma a la justa remuneracion de los presbiteros, los mismos fieles tienen la obligacion de cuidar que puedan procurarse los medios necesarios para vivir honesta y dignamente, ya que los presbiteros consagran su trabajo al bien de los fieles. Los Obispos, por su parte, tienen el deber de avisar a los fieles sobre esta obligacion, y deben procurar, o bien cada uno para su diocesis o mejor en union para el territorio comun, que se establezcan normas con que se provea la digna sustentacion de quienes desempenan o han desempenado alguna funcion para el servicio del Pueblo de Dios.

Pero la remuneracion que cada uno ha de recibir, habida consideracion de la naturaleza del cargo mismo y de las condiciones de lugares y de tiempos, sea fundamentalmente la misma para todos los que se hallen en las mismas circunstancias, sea digna a su condicion y les permita, ademas, no solo proveer a la paga de las personas dedicadas al servicio de los presbiteros, sino, también, ayudar personalmente de algun modo, a los necesitados, porque el ministerio para con los pobres los aprecio muchisimo la Iglesia ya desde sus principios. Esta remuneracion, ademas, sea tal que permita a los presbiteros disfrutar de un tiempo debido y suficiente de vacaciones cada ano, cosa que deben procurar los Obispos.

Es preciso atribuir la maxima importancia a la funcion que desempenan los sagrados ministros. Por lo cual hay que dejar el sistema que llaman beneficial, o a lo menos hay que reformarlo, de suerte que la parte beneficial, o el derecho a los réditos totales anejos al beneficio, se considera como secundaria y se atribuya, en derecho, el primer lugar al propio oficio eclesiastico, que, por cierto, ha de entenderse en los sucesivo cualquier cargo conferido establemente para ejercer un fin espiritual.


Fondos comunes de bienes y prevision social en favor de los presbiteros


Téngase siempre presente el ejercicio de los cristianos en la primitiva Iglesia jerosolimitana, en la que "todo lo tenian en comun" (Ac 4,32) "y a cada uno se le repartia segun su necesidad" (Ac 4,35). Es, pues, muy conveniente que, por lo menos en las regiones en que la sustentacion del clero depende total o parcialmente de las dadivas de los fieles, recoja los bienes ofrecidos a este fin una institucion diocesana, que administra el Obispos con la ayuda de sacerdotes delegados, y, donde lo aconseje la utilidad, también de seglares peritos en economia. Se desea, ademas, que, en cuanto sea posible, en cada diocesis o region se constituya un fondo comun de bienes con el que los Obispos puedan satisfacer otras obligaciones para con las personas al servicio de la Iglesia, y satisfacer otras necesidades de la diocesis, y por cuyo medio también las diocesis mas ricas puedan ayudar a las mas pobres, de forma que la abundancia de aquéllas alivie la escasez de éstas. Este fondo ha de constituirse, sobre todo, por las ofrendas de los fieles, peor también por los bienes que provienen de otras fuentes, que ha de concretar el derecho.

Ademas, en las naciones en que todavia no esta convenientemente organizada la prevision social en favor del clero, procuren las Conferencias Episcopales que, consideradas siempre las leyes eclesiasticas y civiles, se establezcan o bien instituciones diocesanas, también federadas entre si, o bien instituciones organizadas a un tiempo para varias diocesis, o bien una asociacion establecida para todo el territorio, por las que, bajo la atencion jerarquia, se provea suficientemente ya a la asistencia sanitaria, ya a la debida sustentacion de los presbiteros enfermos, invalidos o ancianos. Ayuden los sacerdotes a esta institucion una vez erigida, movidos por espiritu de solidaridad para con sus hermanos, tomando parte en sus tribulaciones, considerando, al mismo tiempo, que asi, sin angustia del futuro, pueden practicar la pobreza con resuelto espiritu evangélico y entregarse plenamente a la salvacion de alas almas. Procuren aquellos a quienes compete que estas instituciones de diversas naciones se reunan entre si, para conseguir mas consistencia y propagarse mas ampliamente.



CONCLUSION Y EXHORTACION










Todo esto estando escondido con Cristo en Dios, puede percibirse, sobre todo, por la fe. Y es necesario que los guias del Pueblo de Dios caminen por la fe, siguiendo el ejemplo del fiel Abraham, que por la fe "obedecio y salio hacia la tierra que habia de recibir en herencia, pero son saber adonde iba" (He 11,8). En efecto, el dispensador de los misterios de Dios puede compararse al hombre que siembra en un campo, del que dijo el Senor: "Y ya duerma, ya vele, de noche y de dia, la semilla germina y crece, sin que él sepa como" (Mc 4,27).



Por lo demas, el Senor Jesus, que dijo: "Confiad, yo he vencido al mundo" (Jn 16,33), no prometio a su Iglesia, con estas palabras, una victoria completa en este mundo. Pero el Sagrado Concilio se goza porque la tierra, sembrada con la semilla del Evangelio, fructifica ahora en muchos lugares bajo la guia del Espiritu del Senor, que llena el orbe de la tierra, y que suscito en los corazones de muchos sacerdotes y fieles el espiritu verdaderamente misional. De todo ello el Sagrado Concilio con gran amor da las gracias a todos los presbiteros del mundo "Al que es poderoso para hacer que copiosamente abundemos mas de lo que pedimos o pensamos en virtud del poder que actua en nosotros, a El sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesus" (Ef 3,20-21).



Todas y cada una de las cosas contenidas en este Decreto, han obtenido el beneplacito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostolica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espiritu Santo, y mandamos que lo asis decidido conciliarmente sea promulgado para gloria de Dios.



Roma, en San Pedro, 28 de octubre de 1965.



Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia catolica.





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