LA PREPARACION AL MATRIMONIO EN LATINOAMÉRICA
I. Necesidad de la preparación al matrimonio.
En todas las culturas la celebración del matrimonio se ha visto
rodeada de ritos familiares, sociales y religiosos; en esa forma las sociedades
quieren destacar la importancia que reconocen a la institución matrimonial. Pero
todos sabemos que el éxito de un matrimonio no depende de una celebración
fastuosa sino de las disposiciones que tengan los novios para emprender una vida
compartida en todos los niveles de su existencia. En todos nuestros países va
creciendo la conciencia de la necesidad dad de que las parejas de novios se
preparen conscientemente para asumir las esponsabilidades del matrimonio y que
no se limiten a hacer los preparativos de una boda. Y en el caso de la Iglesia
Católica, en casi todos los países, no sólo se recomienda sino que se urge la
participación en actividades de preparación al matrimonio. El Santo Padre Juan
Pablo II en su Exhortación Pastoral Familiaris Consortio afirma: "En nuestros
días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a
la vida familiar" (F.C. 66).
Y tratándose del matrimonio sacramental afirma el Papa Juan
Pablo II: "Esto vale más aún para el matrimonio cristiano, cuyo influjo se
extiende sobre la santidad de tantos hombres y mujeres. Por esto, la Iglesia
debe promover programas mejores y más intensos de preparación al matrimonio,
para eliminar lo más posible las dificultades en que se debaten tantos
matrimonios, y más aún para favorecer positivamente el nacimiento y maduración
de matrimonios logrados" (F.C. 66). El matrimonio sacramental, celebrado "en el
Señor", debe vivirse con un mayor nivel de exigencia.
Y por qué ahora se hace más necesaria que nunca una preparación
explícita para el matrimonio y la vida familiar? El Papa responde: "Pero los
cambios que han sobrevenido en casi todas las sociedades modernas exigen que no
sólo la familia, sino también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el
esfuerzo de preparar convenientemente a los jóvenes para las responsabilidades
de su futuro". Y añade una razón de más, de la que muchos padres de familia,
consejeros matrimoniales, sacerdotes y educadores están conscientes: "Muchos
fenómenos negativos que se lamentan hoy en la vida familiar derivan del hecho de
que, en las nuevas situaciones, los jóvenes no sólo pierden de vista la justa
jerarquía de valores, sino que, al no poseer ya criterios seguros de
comportamiento, no saben cómo afrontar y resolver las nuevas dificultades"
(F.C.ib).
En la Asamblea General del Episcopado Latinoamericano celebrada
en Santo Domingo, se recoge la recomendación que ya se había hecho en Medellín y
luégo en Puebla: "La pastoral familiar ha de cuidar la formación de los futuros
esposos y el acompañamiento de los cónyuges, sobre todo en los primeros años de
su vida matrimonial. Como preparación inmediata tienen reconocido valor los
cursos para novios antes de la celebración sacramental" (SD 222).
II. Matrimonio y cultura.
Todas las sociedades disponen de mecanismos para preparar a los
novios para su vida matrimonial. Tradicionalmente esta formación se imparte
desde la vida familiar misma: "En algunos países siguen siendo las familias
mismas las que, según antiguas usanzas, transmiten a los jóvenes los valores
relativos a la vida matrimonial y familiar mediante una progresiva obra de
educación o iniciación" (F.C. 66). Esta es una manera eficaz, por cierto, de
transmitir los patrones culturales relativos al matrimonio, a la vida familiar,
a los roles respectivos de varón y de mujer, a las relaciones mutuas, a la
manera de gestionar la economía doméstica.
Pero nuestra gran preocupación no ha de ser simplemente el
mantenimiento de patrones culturales matrimoniales sino la promoción de
matrimonios de mejor calidad. El hecho de que un patrón de vida familiar tenga
mucho arraigo en una determinada sociedad no significa que este patrón sea
favorable para generar un estilo de vida matrimonial que favorezca la
realización humana integral de los esposos y el sano desarrollo de la
personalidad de los hijos. Por ejemplo, el fenómeno social denominado "machismo"
ha tenido y tiene todavía un profundo arraigo cultural. Pero ese arraigo y
persistencia histórica no elimina su nocividad.
Desde pequeños, en el seno de nuestras familias, y a lo largo
de la vida, en todos los ambientes en los que nos toca vivir, cada uno de
nosotros está recibiendo permanentemente informaciones y estímulos en relación
con lo que cada sociedad piensa que debe ser el varón y la mujer, sus mutuas
relaciones, los roles que les toca desempeñar en la familia y en la sociedad,
sobre lo que debe ser el matrimonio y la familia, etc.
Pero no todos los modelos de vida matrimonial ofrecen a ambos
miembros de la pareja el espacio adecuado para su realización como personas y
como pareja, para establecer unos patrones sanos de interacción y para servir
como núcleo sano para una nueva familia. Los esquemas relacionales están
influídos por la cultura. Pero esos esquemas no siempre satisfacen porque a
menudo sacrifican a uno de los miembros de la pareja.
A veces la cultura acierta en el diseño de estos roles y en la
formación de los patrones de relación entre varón y mujer, entre padres e hijos.
Por los frutos se conocen los aciertos. Pero la cultura con frecuencia yerra. La
cultura no puede ser considerada como un absoluto al cual se le sacrifiquen las
personas. Debe estar al servicio de las personas.
Se da, de hecho, un largo y continuo proceso de preparación
para el matrimonio, realizada eficazmente por mecanismos ambientales. Pero, para
qué clase de relación matrimonial se preparan nuestros jóvenes desde el hogar,
desde la escuela y la Universidad, desde su contacto con los prototipos de
hogares que ellos ven entre sus parientes, amistades y desde los medios de
comunicación social?
Se preparan los jóvenes para ser compañeros, solidarios en la
tarea de construír juntos un hogar, para realizar cada uno la cuota de esfuerzo
que le corresponde para adaptarse al otro o, por el contrario, vienen entrenados
sólo para competir entre sí?
La idea que tienen del amor, les permite construír una relación
que dure, o sólo piensan en la dulzura sentimental sin afrontar las exigencias
del amor que sirve para juntar dos vidas? Sin temor de exagerar podríamos
afirmar que muchos de nuestros jóvenes están más dispuestos para el divorcio que
para el matrimonio.
Qué comprensión tienen de la sexualidad en su dimensión
relacional y en su referencia a la procreación? Cómo ven y sienten su misión de
padres responsables? Qué ejemplos han vivido en sus propios hogares y cómo
influye en ellos - y en ellas - la mentalidad antivida que se les presenta como
signo de progreso? Qué significa para ambos la verdadera fidelidad conyugal? Es
un valor compartido, o sólo una exigencia para reclamar del otro?
La preparación al matrimonio debería constituírse en un espacio
en el cual se despierte la conciencia crítica de los novios para juzgar los
moldes que les ofrece su cultura ambiente, para que puedan ellos diseñar su
propio patrón de vida, en beneficio de ellos y de sus hijos.
Para esto se necesita que los modelos relacionales aprendidos
desde pequeños sean evidenciados, analizados y evaluados por sus resultados, con
el fin de introducirles los ajustes y cambios que la razón y la fe les aconsejen
para lograr construír un matrimonio de calidad.
III. Los efectos de una buena preparación al matrimonio.
Una buena preparación al matrimonio ofrece una serie de logros
comprobados:
1. Una más clara comprensión de lo que significa el matrimonio
y cómo desempeñarse en él.
2. Mejor capacidad para hacer con mayor facilidad y rapidez los ajustes que se requieren al comienzo del matrimonio.
3. Mayor posibilidad de lograr mejores niveles de realización conyugal.
4. Mejores posibilidades de tener éxito como padres.
5. Mejor comprensión de la conveniencia de buscar consejería matrimonial oportuna cuando se la considere necesaria.
2. Mejor capacidad para hacer con mayor facilidad y rapidez los ajustes que se requieren al comienzo del matrimonio.
3. Mayor posibilidad de lograr mejores niveles de realización conyugal.
4. Mejores posibilidades de tener éxito como padres.
5. Mejor comprensión de la conveniencia de buscar consejería matrimonial oportuna cuando se la considere necesaria.
"La experiencia enseña en cambio que los jóvenes bien
preparados para la vida familiar, en general van mejor que los demás"
(F.C.66).
La preparación al matrimonio constituye de hecho un largo
proceso, gradual y continuo. Su eficacia se manifiesta en la solidez de las
convicciones que forma, en los hábitos que fomenta. Por eso no es posible
enderezar en unas pocas horas de conferencias informativas los esquemas vitales
que se han formado por años. De hecho, comporta tres etapas principales: una
preparación remota, una próxima y otra inmediata.
La preparación al matrimonio debería llevar a los novios a
hacer un serio y juicioso discernimiento sobre los motivos que los llevan a
casarse, sobre la elección del compañero de vida, sobre el significado del
matrimonio en su dimensión natural y como sacramento, para que puedan asumir con
conciencia y responsabilidad la vida de pareja con todas sus exigencias
personales, conyugales, familiares y sociales.
IV. Los cursos de preparación al matrimonio.
Se han venido popularizando en toda América Latina los llamados
"cursos de preparación al matrimonio". En muchas diócesis es obligatorio
presentar una constancia de haber participado en alguno de estos cursos, como
requisito para ser admitidos al matrimonio sacramental. Pero no se oye decir
nada de la asistencia a estos cursos por parte de quienes contraen matrimonio
civil. Y, debido a la mentalidad secularista que se expande en nuestros países,
estas parejas son cada vez más numerosas y hacen parte del ambiente matrimonial.
Estos cursos, a pesar de que existen directrices pastorales más
o menos precisas en todos los países, se desarrollan dentro de una tal
heterogeneidad de modelos, que más que variedad en la riqueza demuestran una
total anarquía y confusión.
Los hay excelentes, que ayudan a los novios en su
discernimiento para hacer una juiciosa decisión sobre con quién, cuándo y para
qué casarse; y constituyen para los novios una experiencia que no se olvida y se
recuerda siempre con gratitud, por el mensaje iluminador que les aportó, porque
les ayudó a corregir enfoques nocivos, porque les abrió un panorama de esperanza
y les dejó una conciencia clara de que el matrimonio es un aprendizaje para
realizarlo juntos cada día.
Pero hay otros cursos que,tanto por su metodología como su
cortísima duración, por los esquemas de contenidos e incluso su misma
orientación, con demasiada frecuencia no ofrecen ninguna garantía para que
realmente puedan contribuír a la formación humana y cristiana de los futuros
esposos para asumir con seriedad su matrimonio.
Lo más importante de la preparación al matrimonio es la
interiorización de valores que favorezcan el aprendizaje de patrones adecuados
de relación interpersonal que incluye, entre otras cosas el establecimiento de
buenos hábitos de comunicación interpersonal, de toma de decisiones en forma
compartida, de solución de los inevitables conflictos, de un buen equilibrio
entre intimidad y socialidad, etc.
A menudo las parejas se encierran en patrones de relación
interpersonal que los mantienen siempre insatisfechos y que por la presión
cultural se consideran incapaces de modificar. Es necesario que desde el
noviazgo los futuros esposos establezcan buenos patrones de relación con los
demás, pero especialmente con las personas más cercanas, en particular con el
cónyuge, con hijos y con sus hogares de origen.
La única manera conocida de elevar el nivel de calidad de los
matrimonios es el de capacitarlos para adaptar mutuamente su conducta. Este
proceso de adaptación y de ajuste no es asunto que se liquide en unas semanas o
meses, sino que es un proceso que dura toda su vida juntos.
Pero para lograr esta actitud favorable a asumir los cambios
requeridos por la calidad de su estilo de relación supone dos condiciones:
a. Motivación suficiente para asumir el cambio requerido.
b. Recompensa para mantener el cambio hasta que este se incorpore en su estilo de vida como un hábito.
b. Recompensa para mantener el cambio hasta que este se incorpore en su estilo de vida como un hábito.
Aquí es donde encontramos una gran diferencia entre:
- aprender para saber y
- aprender para vivir.
- aprender para vivir.
Nuestros cursos de preparación al matrimonio están diseñados,
la mayoría de las veces, para transmitir un saber y no para asumir un estilo de
vida coherente con la vida matrimonial. Un ejemplo claro es la persistencia de
hábitos y actitudes de solteros durante toda su vida matrimonial.
Dos cosas son ciertas:
a. La nueva información que se les transmite puede ofrecer la base para un cambio de conducta;
b. Las conductas nuevas (es decir, no habituales) se promueven y se justifican con base en las nuevas informaciones recibidas.
a. La nueva información que se les transmite puede ofrecer la base para un cambio de conducta;
b. Las conductas nuevas (es decir, no habituales) se promueven y se justifican con base en las nuevas informaciones recibidas.
Pero hay un error en considerar que basta la sola información
para cambiar patrones arraigados de comportamiento. Por ejemplo, son numerosas
las parejas que reconocen la necesidad de establecer una buena comunicación para
que su vida matrimonial sea más armónica y satisfactoria. Pero no por eso están
dispuestas a desarrollar habilidades para mejorarla. Lo mismo puede decirse en
lo que respecta a la prevención de enfermedades, ejercicio de la paternidad
responsable, la práctica de la planificación familiar natural, etc.
La ignorancia no es garantía de un comportamiento correcto,
pero el solo conocimiento no sirve para cambiar el comportamiento inadecuado.
Ahora bien, nuestros cursos de preparación al matrimonio, aunque sea otra la
intención de quienes los dirigen, en su metodología y sus contenidos están
basados en esta hipótesis: "El problema de los novios es falta de conocimientos.
Si les damos una información abundante eso garantizará que sus matrimonios sean
mejores".
Hace algún tiempo reciente dirigía un taller de formación de
animadores para la preparación al matrimonio. Al comienzo cada uno de los
participantes estaba exponiendo sus experiencias en este campo. Uno de los
participantes dijo: "En mi parroquia no hemos podido abrir un curso de
preparación al matrimonio por falta de ginecólogo". A lo cual le repliqué: "Y es
que las muchachas andan necesitadas de asistencia ginecológica?". Y el me
respondió: "Es que ya tenemos sacerdote, psicólogo y abogado. Nos hace falta el
ginecólogo".
Esta es una muestra de la mentalidad reinante. Nadie duda de la
importancia del aporte profesional en las actividades de educación familiar.
Pero este aporte debe ser convenientemente ubicado para que el curso de
preparación al matrimonio no se reduzca a un procedimiento de transmisión de una
información con destino a un saber y no con destino a un mejor vivir.
En efecto, la información que se transmite debe atravesar por
un proceso en cuatro pasos sucesivos para que logre ejercer algún influjo en la
conducta de las personas. El método de conferencias estilo aula sólo logra
realizar el primer paso.
Veamos cuáles son estos pasos:
Primer paso: CONOCIMIENTO. Recibimos cada día una cantidad
impresionante de información en nuestro trato con nuestros semejantes, a través
de la conversación, de los medios masivos de comunicación, de nuestra propia
experiencia personal. Pero mucha parte de esa información se pierde porque no se
procesa. Sólo una parte de esa información se organiza, se archiva
sistemáticamente y se guarda para hacer uso de ella más tarde. Esta información
es la que se transforma en conocimiento.
Segundo paso: INTERIORIZACION. Parte de ese conocimiento que se
archiva, aquél que tiene para uno un interés especial para nuestra vida
personal, es percibido por nuestra conciencia con especial nitidez, como algo
que nos proporciona ventajas y nos es especialmente útil, v.gr. nos sirve para
nuestra vida matrimonial. Es ya un conocimiento adquirido, asimilado y que
comienza a volverse como algo nuestro. No sólo lo interiorizamos sino que nos lo
apropiamos.
Tercer paso: ACCION EXPERIMENTAL O ENSAYO. Hasta ahora no hemos
hecho uso de este conocimiento interiorizado. Lo único que hacemos es anticipar
en la fantasía "qué ocurriría si actuáramos de acuerdo con esto"? La
interiorización y la fantasía están estrechamente relacionadas y la fantasía
imagina una experiencia que todavía no llevamos a la realidad y nos formamos
expectativas sobre sus resultados. Pero cuando nos atrevemos a actuar, a
realizar esa experiencia, llega lo que podemos llamar ACCION EXPERIMENTAL o
ENSAYO de un comportamiento en busca de los buenos resultados que imaginamos.
Como consecuencia de este ensayo pueden darse diversos
resultados:
- un mal resultado (por haber obrado en un mal momento, por no acertar en la forma, o no encontrar respuesta en el otro);
- un buen resultado: logramos lo que anticipábamos en la fantasía y este logro puede dejarnos diverso grado de satisfacción de acuerdo con las expectativas.
- un mal resultado (por haber obrado en un mal momento, por no acertar en la forma, o no encontrar respuesta en el otro);
- un buen resultado: logramos lo que anticipábamos en la fantasía y este logro puede dejarnos diverso grado de satisfacción de acuerdo con las expectativas.
Es el momento en el cual se presenta la necesidad de refuerzos
y recompensas para intentar otra vez (si el resultado anterior era negativo o no
tan positivo como se esperaba) o para continuar practicando este nuevo estilo de
conducta.
Cuarto paso: CAMBIO DE CONDUCTA. Si se persiste suficientemente
en la práctica de esta nueva conducta, ésta se va haciendo habitual y se inserta
en el estilo de vida.En la pareja ambos deben recorrer juntos estos cuatro pasos
del proceso para lograr que su relación de pareja se vaya enriqueciendo y
mejorando su calidad. Es cierto que un individuo solo logra más fácilmente
realizar el proceso. Pero, si son los dos los que se empeñan, hay muchas más
posibilidades de mantenerse, porque pueden generar refuerzos mutuos, porque
ambos van a animarse a continuar, a ayudarse a hacerlo mejor y a estimularse
para mantener el nuevo patrón de comportamiento (1).Estas razones nos mueven a
proponer que se revisen los cursos prematrimoniales en sus contenidos, su
metodología y su organización. Sin pretender que un curso pueda suplir todos los
vacíos de una preparación remota y próxima que se debió realizar, sí estamos
seguros de que los novios son especialmente receptivos cuando se les proponen
valores y convicciones con una adecuada pedagogía.
(1) Fuente: MACE, David - Close Companions - The Marriage
Enrichment Handbook Continuum - New York 1984 pp. 61-66)
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