SOBRE LOS PADRES Y LA PATERNIDAD

UNA CARTA PASTORAL SOBRE LOS PADRES Y LA PATERNIDAD
"PADRE ENSENA A LOS HIJOS TU FIDELIDAD..."
(Isaías 38:19-20)
Saludos en el Senor Jesucristo, Hijo único de Dios, Desposado con la Iglesia, Salvador, Senor y hermano.
En esta carta, quisiera hablar con todas las familias en nuestra diócesis y especialmente con mis hermanos en la fe, ambos clérigos y laicos, luchando para ser buenos cristianos en el desafiante mundo contemporáneo.
Les pido que reflexionen conmigo sobre la paternidad a la luz de nuestra condición de discípulos en Cristo Jesús y de la cultura en la que la vocación a ser padre es dejada de lado. Hoy en día muchos hombres han perdido de vista la paternidad . Les falta confianza en quienes son, hacia donde se dirigen, y qué son como personas. Esto constituye una crisis para los hombres jóvenes como también para viejos, para casados como para solteros, para el clero así como el laicado. Y "el eclipse de la paternidad" [1] no es solamente un punto importante para los hombres. Las mujeres también están muy involucradas.
Mi intención es mantener un enfoque en ciertos aspectos del complejo de problemas que constituye nuestra crisis actual. De hecho, sólo si las mujeres invitan a los hombres a los roles de marido y padre, cooperan con ellos y esperan grandes cosas de ellos, puede el hombre tener esperanzas de asumir responsabilidades tan fascinantes. En realidad, lo mismo es cierto para mujeres en sus roles como esposa y madre.
La Iglesia no tiene todas la respuestas para la actual crisis de la paternidad. Los problemas eluden respuestas fáciles y tocan el misterio de la persona humana con sus muchas relaciones, especialmente su relación con Dios. No obstante, nunca debemos perder confianza en Dios, nuestro Padre amoroso; El no nos dejará huérfanos. El nos entrega Su Hijo -y Su Novia, la Iglesia- para llenarnos del poder de la verdad y el consuelo de Su gracia. Esta gracia continuamente nos fortalece para asumir nuestra dignidad como hijos de Dios y para vivir de acuerdo con esa dignidad.
I. EL PROBLEMA
La paternidad esencialmente es relacional, es una manera en la que el hombre se pone al servicio de la comunidad humana. Por lo tanto, no se puede entender el actual desafío de la paternidad aislado de la cultura en la que vivimos. Cuando una sociedad pierde de vista la verdadera dignidad del hombre, la cultura en sí misma empieza a enredarse. Hoy, se disputan acaloradamente los mismos principios que sustentan nuestra comprensión de la verdad y la dignidad de la persona humana. Incluso, a menudo, la convicción de que existe una verdad universal se niega. Consecuentemente, muchos creen que podemos crear nuestra propia verdad y nuestra propia realidad, según nuestros propios propósitos. Pero este enfoque no sólo degrada la inteligencia humana, sino también mina nuestra habilidad de formar una comunidad humana e incluso de compartir un idioma común. Cuando los padres pueden justificar el abortar a sus hijos inocentes en nombre del amor, estamos perdiendo rápidamente el sentido de lo que es el bien y el mal que forman la base de una creencia y acción comunitaria.
¿Libertad para qué?
En nuestra nación disfrutamos de las grandes bendiciones de la libertad, pero la libertad trae consigo una gran responsabilidad: buscar la verdad, conocer la verdad, y practicar las exigencias de la verdad. La libertad no puede ejercerse sin que la verdad la oriente.
Hoy muchos confunden la sensación o el sentimiento con la convicción acerca de la verdad. Las emociones sí juegan un papel importante en nuestras vidas. Sin embargo, la vida emocional no siempre es una guía segura para las necesidades de la persona humana. La preocupación por los sentimientos pueden transformarse en sentimentalismo, llevándonos a un mayor egoísmo e incapacidad de reconocer las verdaderas necesidades de los que están alrededor nuestro. También nos puede conducir al mal del que "se siente bien" para nosotros o para los demás. Desgraciadamente, nuestra cultura actual se preocupa mucho con la búsqueda del "sentirse bien", usualmente a costa de lo que es realmente bueno para uno mismo, para los otros y para el bien común.
¿Hemos encontrado la felicidad? Nuestra preocupación por nosotros mismos, sin embargo, no nos ha hecho expertos en cómo ser felices. Encontramos más personas que cuestionan el valor de sus vidas. Muchas personas, jóvenes y viejos, simplemente se desesperan. Nuestra juventud comete suicidio en proporciones que hace una generación nos hubiera chocado. Hoy en día nadie puede ignorar la urgente sed por la felicidad y la alegría - y el hecho de que muy pocos parecen encontrarlos.
Quizás esta incertidumbre sobre el valor de su propia vida conduzcan a que personas se cuestionen sobre la dignidad de vida humana en general. Juan Pablo II nos ha recordado que la única respuesta adecuada a otra persona es la autoentrega amorosa. Una cultura preocupada en si misma nos ciega al valor de otros seres humanos. El Santo Padre nos advierte contra la cultura del "uso", en que las otros personas son apenas como instrumentos para avanzar en nuestra realización, en lugar de ser sujetos para ser amados. Hoy en día, la señal más preocupante de la confusión interna de nuestra cultura es el miedo a una vida nueva, la guerra que hacemos a los niños no nacidos que están en el útero. Cuando ya no vemos a otras personas como un don para el mundo, empezamos a tener miedo de ellos como si fueran cargas u obstáculos. Y la lógica del aborto, eutanasia y suicidio asistido eventualmente siguen.
A medida que la violencia crece en nuestra sociedad, tristemente algunos la introducen en sus hogares y en las preciosas relaciones que hay allí. No sólo resultan daños físicos, sino también cicatrices emocionales y espirituales que sus esposas e hijos cargan por mucho tiempo en el futuro.
II. LA FAMILIA: FUNDAMENTO DEL AMOR HUMANO Y DE LA SOCIEDAD
Aquellos de nosotros que se criaron hace cuarenta o cincuenta años atrás han tenido una experiencia de familia un poco distinta que la mayoría de las personas de hoy. En mi experiencia personal, miro hacia atrás con gratitud mi vida en una modesta granja y como parte de una comunidad rural con tres hermanos y tres hermanas. Ayudábamos a nuestro padre con su pequeño negocio y a nuestra madre con los quehaceres de la casa. Nos pasábamos mucho tiempo con nuestros abuelos, tías, tíos y primos, que vivían cerca. La Iglesia y la oración formaban parte de nuestra rutina habitual. Estábamos lejos de ser perfectos - pero de alguna forma la riqueza de estas relaciones eran a la vez un soporte y un desafío. Lo siguen siendo incluso hoy.
Pero la nostalgia no nos llevará a donde necesitamos ir. Debemos encontrar la valentía para defender esta "primera y vital célula de sociedad" [2]. Quizá en ninguna otra época de nuestra historia hemos enfrentado tal amenaza a la sociedad como es el actual colapso de la familia [3]. Otros tiempos y otras culturas han tenido sus dificultades, pero tal incertidumbre sistemática sobre el papel de la familia, y hasta tal falta de voluntad en preservarla, no tiene precedente.
La familia es más fructífera cuando se pone al servicio de la vida, y la clave para entender la importancia de la familia está en reconocer la dignidad de la vida humana. La crisis actual de la vida familiar ha sido demasiadas veces abordada con investigaciones que no saben de maneras de ayudar a la familia a efectivamente ser lo que es. En cambio, hemos sido inundados con intentos de "resolver" el problema de la familia redefiniéndola. Esto sólo confunde más nuestra comprensión de la dignidad de la familia, su propósito y su significado. La familia viene de Dios, y su poder y consuelo sólo pueden realizarse siendo fieles al Plan del Creador. No podemos congratularnos por haber enfrentado los problemas que existen hoy en las familias hasta que no hayamos proclamado el Plan de Dios para la familia y nos hayamos alentado mutuamente a vivirlo. Como nos ha exhortado el Papa Juan Pablo II: "…familia, ¡"sé" lo que "eres"!" [4]
A través de la última generación hemos visto el curso de la revolución sexual, que al principio parecía prometer una época de intimidad sin complicaciones. Ambos sexos han estado muy involucrados en esta revolución. Pero, en particular ha exacerbado la debilidad sexual masculina. Como sabemos ahora, a partir de la dura experiencia, la revolución sexual trajo con ella un enorme daño no sólo para la vida familiar sino también para la dignidad de la vida humana. El crecimiento de la permisividad sexual fue posible, en parte, debido a la gran amplitud de la aceptación del punto de vista mundano anticonceptivo, que más que nunca, vigorizaba la cultura de la utilidad; el uso de mujeres y hombres como objetos de placer sexual o el uso de niños como objetos de realización personal que se disfrutan o se evitan.
La sociedad anticonceptiva no proporciona, ni a hombres ni a mujeres, el incentivo para personalmente hacerse responsables o para madurar en el compromiso de entregar la vida que supone un matrimonio fiel. Más bien, alienta una adolescencia crónica que se resiste al compromiso, en la que el mayor don de Dios para las familias -los niños- son vistos apenas como objetos al servicio de la conveniencia de los padres [5]. Más aún, rechaza el amor genuino y respetuoso necesario para acoger a un hijo con defectos genéticos u otros problemas.
Cualesquiera que sean los motivos para practicar la anticoncepción, su uso claramente ha dañado la permanencia del matrimonio. Estudios recientes corroboran la visión cristiana sobre la sexualidad en que la Iglesia siempre ha creído. Algunos estudios sugieren que debido al aumento del uso del anticonceptivo se ha doblado la proporción de divorcios de 1965 a 1975. Otras investigaciones sugieren que la presencia de más de un hijo puede ser crucial para la supervivencia del matrimonio. Y seguramente existe una relación entre el rechazo de los hijos, que está al centro del uso de anticonceptivos, con la creciente aceptación del aborto.
Cuando la necesidad de hijos ya no es una prioridad para ambos padres, la permanencia matrimonial se ve también minada. Los hijos experimentan una profunda inseguridad personal. Sin embargo, la fidelidad de los padres a sus votos, incluso en medio de dificultades, a menudo es denigrada por la cultura contemporánea, y la separación de los padres, después de experimentar dificultades matrimoniales ordinarias, es -extrañamente- a veces defendida como lo qué es realmente mejor por los hijos. El Santo Padre ha hablado entristecido sobre estos niños como "huérfanos de padres vivos." [6]
Nociones superficiales sobre el Amor
Nuestra cultura enfatiza la importancia del romance o del amor erótico hasta el punto de excluir otras expresiones de amor marital, así como otras relaciones importantes e íntimas que una persona podría tener dentro de la familia, la Iglesia y la sociedad. Cuando la dimensión erótica domina un matrimonio, los hijos se podrían ver como una amenaza al amor marital, en lugar de ser su don más precioso. Las parejas pueden temer la responsabilidad de la paternidad e innecesariamente se privan de las gracias, bendiciones y dignidad que padres y madres disfrutan. A menos que esté guiado por las necesidades de la vida matrimonial y familiar, el amor erótico puede crear egoísmo en la persona y confundir la perspectiva de donde se ven todas las demás relaciones. La persona humana es capaz de muchos tipos de relaciones y amistades que no están directamente relacionados con lo erótico: nuestra relación con nuestros padres, con nuestros hijos, nuestros amigos, con nuestros hermanastros, con los miembros de nuestra Iglesia y con el mundo en general. Una persona absorbida por lo erótico puede estar ciega al gran valor de muchas o todas estas relaciones.
La ausencia de los padres
Ahora quiero poner la atención en un problema de nuestra sociedad contemporánea que es particularmente problemático: la ausencia del padre para sus hijos. En los últimos treinta años el número de niños viviendo alejados de sus padres biológicos se ha doblado. Si la actual tendencia continúa, para el año 2000, casi la mitad de niños norteamericanos se criarán en un hogar sin su padre. Algunos ahora se preguntan si es que el padre es necesario o incluso deseable para criar a los hijos. A pesar de las convicciones de algunos de que el papel del padre ausente puede ser asumida por la madre, o por otras influencias masculinas, el efecto de no tener un padre para los niños es profundamente alarmante. Un hogar sin un padre ha mostrado ser más vulnerable a la violencia, y niños sin su padre están mucho más aptos a experimentar más frecuentemente abusos físicos y sexuales, pobreza, desempeño académico pobre, delincuencia juvenil, promiscuidad y embarazo o futuro divorcio.[7]
Por supuesto, no debemos pasar por alto los muchos desarrollos positivos en nuestra cultura con respecto a las responsabilidades del hombre. Hoy en día los hombres tienen una mayor conciencia de los dones característicos de las mujeres, reconociendo que nuestra cultura no siempre ha tratado justamente a las mujeres. Juan Pablo II señala que la dominación de la mujer por el hombre es una ofensa contra la dignidad de ambos [8]. Muchos hombres, resistiendo a presiones culturales, han dado ejemplos excelentes de devoción a sus familias y al bien de la sociedad. Más hombres reconocen estos problemas y están dispuestos a aceptar su propia responsabilidad por ellos. En toda la nación varios grupos de hombres, a menudo en el contexto de una fe compartida, se están agrupando para hacer una diferencia a ellos mismos, a sus familias, y a la sociedad.
El misterio de la diferencia sexual
Una vez más, no podemos dejar que nuestro enfoque nos haga perder de vista el hecho de que éstos aspectos afectan a toda la familia humana, mujeres y hombres por igual. Podemos distorsionar el misterio de sexualidad de dos maneras: el reduccionismo, que considera las diferencias entre el hombre y la mujer como algo puramente coyuntural o cultural; y suposiciones simplistas fundamentadas en la características debilidades de ambos sexos. Estas dos aproximaciones dejan de lado la mutua complementariedad de hombres y mujeres. Cuando la igualdad entre hombres y mujeres es malentendida como que son esencialmente lo mismo o intercambiables, violamos el sentido común. Negamos el misterio de la diferencia sexual.
Lo que a mi me concierne es que, como una cultura, estamos politizando una realidad que es al mismo tiempo espléndida y compleja. Ya no se entienden más las diferencias entre el hombre y la mujer como algo positivo y que deba celebrarse. La identidad sexual no puede ser simplemente relegada a las demandas de una ideología política. Las diferencias sexuales son reales; y son más que simplemente físicas o espirituales. Están fundamentadas en los orígenes de la persona humana, pues "…hombre y mujer los creó." [9]
La familia, la Iglesia y la sociedad funcionan mejor cuando los roles de ambos hombres y mujeres son celebrados. Sin embargo, creo que muchas veces hemos fallado en llamar al hombre a que tome toda su responsabilidad en ellos. Este fracaso ha contribuido al estereotipo de que solo las mujeres pueden apreciar la dignidad de la vida humana y el culto a Dios. Los hombres pueden estar tentados en pensar que de alguna manera están excusados de sus responsabilidades como discípulos al servicio de la familia y del resto de la Iglesia.
Quizás la frialdad que muchos hombres contemporáneos muestran hacia sus responsabilidades religiosas es una clave para entender su fracaso al vivir una vida virtuosa como lo requiere las exigencias del discipulado y la paternidad. Los hombres deben ser evangelizados para que asuman su dignidad como hijos de Dios, hermanos de Cristo, esposos fieles de sus esposas, y padres comprometidos de sus hijos. Sin esta dignidad, el hombre se vuelve estéril, maldispuesto, o incluso incapaz de asumir las dignidades de una paternidad espiritual al servicio de la comunidad humana.[10]
A pesar de las diferentes explicaciones, muchos hombres parecen haber perdido, de varias formas, sus ideales y coraje. Ciertamente los hombres tienen muchos miedos que enfrentar. Tenemos miedo de dar nuestra palabra o de comprometernos o de hacer y mantener compromisos. Tenemos miedo al amor y a los sacrificios que implica. También tenemos miedo de creer intensamente y proclamar claramente nuestra fe en Cristo y Su Iglesia. Infelizmente, incluso entre algunos sacerdotes y religiosos de la Iglesia, hemos testimoniado la mala disposición de hombres para guardar su promesa solemne a Dios y Su pueblo fiel. Éstos no son tiempos fáciles para nadie, pero son especialmente difíciles para los hombres. Casi es como que algunos pocos esperasen de los hombres de nuestra cultura un liderazgo en la virtud. Debemos recordar el estímulo que nos da Cristo, que nos dijo: "No temáis"[11]
III. EL ASPECTO ESPIRITUAL
El hombre de fe se encuentra ante el misterio de la fe con asombro reverente. Dios nos ha dado la dignidad de participar en Su vida. De hecho, "asombrosamente has sido engendrado" [12]. El creyente se descubre ponderando sobre un Padre en cielo que se humillaría para darnos la vida y sostenerla por la entrega de Su único Hijo engendrado. Teólogos han descrito nuestro encuentro con Dios como un reconocimiento de la revelación de un gran misterio, en la que experimentamos miedo y fascinación. "¡Es tremendo caer en la manos de Dios vivo!" [13]. Un auténtico encuentro con Dios nos llena de un reverente temor.
Todo creyente está llamado a estar atento a la revelación de Dios y a responderle con obediencia amorosa. En servicio a Dios, a uno mismo, y a los otros, el hombre de fe busca ser un signo vivo del reino de Dios y de la vida nueva en la gracia, que Cristo nos da en el bautismo. Una auténtica respuesta a Dios es profundamente personal, pero sirve a la Iglesia y a todos sus miembros. Desde el principio el Padre se reveló a la familia humana para compartir Su vida con nosotros, de tal forma que podamos regocijarnos en Él. Nuestra primera respuesta a Dios debe ser la auto-rendición de la fe, en la que con alegre humildad reconocemos que es nuestro creador que nos enseña para que seamos bendecidos. Aquí esta nuestra auténtica realización.
El Amor de Dios y Su Vida
Dios también nos llama a una perfección que es más profunda que el cumplimiento externo de la ley. Busca un conformación completa de nuestra voluntad con la Suya. Esta búsqueda de la voluntad de Dios, y la gracia para cumplirla, solo puede dar fruto en comunión personal con Su Iglesia. Esto es el corazón de la oración. Esto es la intención de los sacramentos. Aquí encontramos a Jesucristo, especialmente en la Santa Eucaristía. En ellos, el hombre unido a Dios en la gracia recibe el don de la vida eterna que transforma su relación con Dios y con los demás. También son una fuente de realización espiritual que le da al hombre su más alta dignidad, "sed fecundos y multiplicaos" [14] en la entrega de su vida en unión con el sacrificio de Cristo.
Jesucristo: Dios y Hombre
En nuestra confusión contemporánea, muchas veces pasamos por alto el significado de la Encarnación de Cristo para la sexualidad y la identidad sexual. La naturaleza humana es sexual, y por lo tanto el asumir la naturaleza humana por parte de Dios necesariamente comprende también el género. El género de Jesús expresa Su identidad y Su misión. Jesucristo era, y es, y siempre será humano. Y Su masculinidad no es un accidente de la historia; tiene un motivo importante en el Plan de Dios.
La entrada de Jesucristo en la humanidad toma la imagen de Dios del Antiguo Testamento, como un novio fiel y misericordioso, y las hace vida. Dios Hijo es el novio que ha venido a arreglar y completar Su boda con Su Novia, la Iglesia. Todos los bautizados son conformados al Señor Jesús por la gracia. Todo discípulo debe imitar sus virtudes humanas y compartir Su relación con el Padre. Las mujeres van a imitar Sus virtudes y estilo de vida, especialmente de la forma como son reflejadas por la Santísima Virgen María y por otras magníficas mujeres en la historia de la Iglesia. Los hombres precisamente están llamados a imitarlo como hombres. Todos los hombres cristianos están llamados a imitar a Cristo: Sus virtudes, Su enseñanza, Su sacrificio. Su masculinidad, en lugar de excusarlos de las exigencias de una vida cristiana, los obliga a imitarlo con la ayuda de la gracia. Los santos de nuestra historia cristiana también han sido grandes ejemplos de virilidad.
Nuestra fe destaca tres realidades que son importantes para la identidad de una hombre. Encontramos en el Señor Jesús al Hijo perfecto, que es obediente a Su Padre celestial, a quien estamos llamados a imitar. El mismo Hijo también es visto como el Novio de la Iglesia, destacando dramáticamente las responsabilidades de los hombres en el amor marital. Jesús también nos revela al Padre. Porque el Hijo manifiesta el amor del Padre perfecto, todos los padres terrenales pueden aprender algo de sus propias responsabilidades para con sus hijos. Cristo nos da la oportunidad de ser fructíferos de una manera nueva y espléndida. El hijo que madura se vuelve un esposo, pero también el hijo que madura se vuelve un padre. Los hombres pueden ser padres no sólo en la carne pero también en el Espíritu.
Cristo, el Camino
¿Cómo descubre un hombre quién es? "El hombre no puede encontrarse plenamente a si mismo sino en la entrega sincera de sí mismo." [15] ¿Pero a quién debe entregarse? Primero debe entregarse a Dios que lo creó. El don del ser se entiende mejor al rendirse y contemplar al Señor Jesús, el don del Padre al mundo. Preparándose para entrar al Tercer Milenio de la Era Cristiana, el Santo Padre nos pide que el año 1997 lo dediquemos para conocer mejor al Señor Jesús, el Hijo de Dios y Redentor del hombre.[16]
Cristo nos enseña muchas virtudes por Su propio ejemplo. Incluso los que conocen los Evangelios, pero que no son creyentes, pueden asombrarse por la manera en que Él vivió y murió. Expresó un amor a Dios y al prójimo que no tenía límite. Su celo por el honor de Su Padre lo lleva a limpiar el Templo. Era obediente no sólo a Su Padre celestial, sino también a María y a José. Su amor por los demás lo llevó a predicar, enseñar, y exhortar a la conversión. Es inocente, incluso para Judas, y Poncio Pilato no encuentra crimen en Él. Era compasivo con el pobre, el enfermo y el sufriente, y misericordioso con el pecador. A lo largo de Su vida fue silenciosamente firme y leal.
Por lo tanto Cristo nos enseña como ser hombres, hijos buenos del Padre celestial. Un hombre solo tiene que ver a Cristo para verse como lo querría Dios. El hombre no debe avergonzarse de ser un hijo del Padre celestial, ni de Cristo, ni de ser un hombre. Debe considerar la filiación del Señor Jesús, meditarla y responder con la ayuda de la gracia de Dios. De la misma forma que Cristo es humilde, un hombre debe ser humilde ante Dios. Un hombre debe orar como Cristo ora. Debe ser obediente como Él era obediente. De la misma forma Jesucristo proclama la verdad de la fidelidad de Dios, así un hombre que imita y está unido a Cristo puede ser fiel a su propio servicio a la humanidad en la paternidad. De hecho, por el misterio de la gracia, no sólo imitamos a Cristo, sino que también nos identificamos con Él y tomamos parte de Su misma relación con el Padre y con el Espíritu Santo.[17]
Los Evangelios nos enseñan que Cristo era un hombre de oración, frecuentemente separándose del resto para orar en secreto a Su Padre celestial. Su oración era una expresión del amor de un hijo por Su Padre, así como una expresión del culto que un hombre en justicia le debe rendir a Dios. Particularmente vemos a Jesús rezando cuando se prepara para momentos centrales de Su misión: antes del principio de Su ministerio público, antes de la selección de los Apóstoles, y antes de Su crucifixión. También rezaba en tiempos de cansancio, como después de predicar a las muchedumbres y después de curar; también rezó en el Jardín y en la Cruz, y murió con una oración aun en Sus labios.
Cristo el Nuevo Adán
Las Escrituras nos ofrecen una comparación entre dos hombres: Adán, el primer hombre, y Cristo, el nuevo Adán. En particular vemos una diferencia en su fidelidad a Dios y cómo ejercieron sus responsabilidades hacia los demás. Adán no solo no estaba dispuesto a mantenerse fiel a los mandatos de Dios, sino que tampoco a tomar responsabilidad por sus propias acciones. En el jardín, la mujer fue tentada primero. Ella era la que Dios le había dado para atesorar y proteger. Y Satanás le dijo una mentira, que ella creyó. ¿Y qué hizo el hombre? No le dijo nada. No se resistió cuando ella intentó involucrarlo en el pecado. Más bien, colaboró. Le falló al pecar con ella. Después, cuando el Señor volvió a entrar en la escena, ¿hizo algo el hombre para tomar una posición ante el Señor para defender a sí mismo y a la mujer? No. Huyó. Contrasta esto con Cristo y Su prontitud para tomar una postura fiel tanto ante el Padre como ante nosotros.
Considere a Cristo en la cruz, y María y Juan al pie. ¡Qué diferente es Cristo de Adán! Él no se quedo callado. Se pasó todo su ministerio enseñando y dando testimonio del Padre. A pesar de que fue tentado, no participó en el pecado. Y en medio del pecado, no se retiró, sino que se entregó al sacrificio, absolutamente dependiente del Padre celestial. En Su muerte en la Cruz nos reveló y proclamó la confianza en Dios que todos estamos llamados a imitar.
La Vida Espiritual
A los hombres de nuestra Iglesia local, les digo: ustedes y yo debemos desarrollar y seguir buscando una vida espiritual, una vida conformada al ejemplo que ofreció Jesús, que es íntima, personal y substancial. En la medida que desarrollas una vida espiritual, descubrirás que tienes una capacidad real para la oración y la contemplación. Sin embargo puede ser difícil aprender a orar. El filósofo Blas Pascal dijo que uno de los principales problemas de los hombre es que no se le puede poner en un cuarto sin que se distraiga [18]. Pero es esto lo que usted y yo debemos desarrollar continuamente: la habilidad para sentarse silenciosamente en presencia del Padre Celestial y permitirle revelarse, y que nos revele a nosotros mismos. Debemos volvernos otros Cristos, Cristo mismo.[19]
Estamos unidos a Dios y a los demás por amor, y por ende confundir amor con emoción o sentimiento nos retrasará en nuestra vida espiritual. La vida emocional de un hombre sin duda es importante. Pero debemos recordar que un hombre en sintonia emociones no necesariamente es un hombre virtuoso. Las responsabilidades de un hombre son grandes; pero puede ser vulnerable a los sentimientos que nublan la importancia de esas responsabilidades.
La habilidad de vivir una vida emocionalmente fuerte se basa en la habilidad de transcender apropiadamente las emociones. Manteniendo una vida espiritual se pueden evocar y ordenar nuestras emociones. Un hombre solo puede ser fuerte ante los otros al humillarse y reconocer sus debilidades en la presencia del Padre. Por eso debe ir a su cuarto, cerrar la puerta y orar al Padre celestial; debe pedir que el Padre le conceda la fuerza necesaria para cumplir las responsabilidades que Dios le ha dado.
El hombre cristiano debe responder a la vocación a la santidad seguro de su valor como hombre. No debe desanimarse con su propio pecado ni por el sentimiento prevaleciente que tantas veces se mofa de la práctica religiosa del varón. No todas las calidades espirituales de un hombre han sido corrompidas por el pecado. Tanto los hombres como las mujeres tienen conocimientos y dones para entregar en la vida espiritual. Hombres católicos pueden aprender mucho de las mujeres y no necesitan negar su identidad masculina para madurar.
Más bien lo opuesto: Un hombre puede alcanzar gran progreso en la vida espiritual si es desafiado a hacerlo. Si se concentra en la santidad, simultáneamente es perfeccionado como un hombre y progresa en santidad precisamente en fidelidad a su deber a Dios, a su familia y a la comunidad humana.
El crecimiento en la fe de un hombre se manifiesta por su confianza en la providencia y su triunfo sobre el miedo. El miedo nos rebaja. El miedo puede gobernar tanto nuestras que vidas que nos paraliza: miedo a Dios, miedo a la intimidad con mujeres, miedo al compromiso, y comúnmente, miedo de los hijos y de mantener una familia. Sólo en la medida que un hombre confía en la Providencia puede superar este miedo y asumir confiadamente su responsabilidad ante él mismo y los demás. Éste es el misterio de la Cruz de Cristo: una vez que uno acepta y acoge libremente el sufrimiento, ya no tiene nada más que temer.
El crecimiento espiritual de un hombre le da la dignidad de la auto posesión y la humildad para aceptar la responsabilidad de su propia vida, su progreso en la virtud y su ser pecador. Esta madurez también lo lleva a dar mucho fruto en la paternidad.
Cristo revela el Padre
¿Qué nos revela Cristo sobre el amor del Padre que los padres terrenales puedan imitar? Dios ama la vida humana y es generoso al crearla. En vez de temer la vida, el padre terrenal debe estar jubiloso con una nueva vida. El Padre Celestial no sólo da generosamente la vida, sino que también la cuida, protegiendo a Sus hijos y educándolos en los caminos de nuestra realización en Él. Por lo tanto un buen padre se compromete y es fiel al cuidado continuo y a la formación de sus hijos.
La imagen de Dios reflejada en el hombre y en la mujer se ve en uno de sus primeros mandamientos después de la creación. "Sed fecundos y multiplicaos." [20] Fácilmente podremos temer las responsabilidades de convertirnos en padres y vivir adecuadamente el compromiso. Sin embargo, Dios nos ha hecho para compartir la gran dignidad de cooperar con Él en la creación, protección y educación de una nueva vida humana. En cierto sentido, podemos decir que cada hombre ha recibido la vocación a ser padre como expresión de su condición de ser hombre. El hombre no debe avergonzarse de este gran regalo; debe regocijarse en su dignidad. Al posponer o retener de manera miedosa o egoísta la fecundidad que Dios nos ofrece, rechaza cierta ayuda que Dios nos proporcionará si somos generosos con Él. Nunca puede excederse la generosidad de Dios. Un hombre crece en la medida que asume confiadamente el compromiso a una esposa y la sustentación de una familia - o se consagra a un celibato fructífero en el Espíritu.
En este sentido, sería una error presumir que el mandamiento de la fecundidad se refiere apenas al origen físico de la vida. En Cristo, todo cristiano posee una semilla de fecundidad espiritual que tiene importancia para el reino de Cristo [21]. Nuestra dignidad cristiana nos permite que nos unamos al sacerdocio universal de la Iglesia en la que podemos ofrecernos como sacrificios espirituales para el aumento de gracia en nuestra propia vida y en la de los demás. Hombres y padres cristianos tienen la responsabilidad de ser espiritualmente fructíferos por el sacrificio de sus propias vidas, ofreciéndolas por aquellos que tiene a su cuidado. Particularmente los padres deben cooperar entusiasmadamente con la formación espiritual de sus hijos, conscientes de que este servicio y ejemplo es una forma importante de proveer a sus familias.
Esta realidad del sacrificio engendrando una fecundidad espiritual también ilumina la importancia de aquellos que están llamados a una vida soltera o célibe y, por supuesto, a la particular vocación del sacerdocio ministerial. Esta consagración a Dios es una auténtica unión marital y una auténtica paternidad, en la que la Iglesia acepta el don de la vida de sus sacerdotes para ser fructíferos en la gracia para los demás. Por lo tanto existe una profunda conexión entre el Sacramento del Orden y el Sacramento del Matrimonio, porque tienen en común el llamado a la fecundidad espiritual.[22]
Cristo, el Novio
La significancia de la masculinidad de Cristo también se ve en Su relación con las mujeres, en la simbología de Su último acto amoroso, el sacrificio en la Cruz. En la Cruz ofreció una ofrenda perfecta al Padre y entrego Su vida por Su novia. La celebración de la Eucaristía incluye esta característica del amor masculino incluso al invitar a la participación plena a todos los fieles, hombres y mujeres . El sacerdote que celebra la Misa se ha vuelto un sacramento de la masculinidad de Cristo, ofreciendo su propia masculinidad, cuerpo y alma, en representación de Cristo.[23]
Sin embargo, la encarnación sacrificial y masculina del amor de Cristo no sólo se aplica al sacerdote que lo representa en el sacrificio. Se aplica a todos los cristianos, incluso los hombres cristianos, y especialmente a los hombres cristianos que contraen matrimonio. San Pablo lo deja claro en su exhortación a los hombres casados. "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella…" [24] También debe quedar claro que el amor de un marido por su esposa es una respuesta a su singular valor como mujer, así como un reconocimiento de su igualdad. El sacrificio del marido por su esposa también manifiesta su amor y confianza al Padre, tal como lo fue para Cristo.
El amor del Señor Jesús por Su novia es una expresión de compromiso total. Él es fiel a Su Novia hasta el extremo. "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos." [25] Su muerte en la Cruz no es un acto de desesperación, sino que es la entrega gratuita de sí mismo.
El matrimonio, también exige la entrega gratuita de uno mismo. El compromiso de una pareja cristiana a la permanencia no sólo abarca sus aspiraciones de amar, servir y respetar al otro; sino que también exige comprensión y perdón cuando hay fallas. Las dificultades del matrimonio, cuando se responden en la gracia dada a nosotros por Dios, se convierten en una escuela de Su fidelidad y Su misericordia para nosotros pecadores. Por consiguiente, el supuesto de que un matrimonio difícil se puede acabar o anular mina la resolución de los esposos y padres cristianos, a menudo ignorando el poder de la gracia de Dios de fortalecer a las familias en tiempos difíciles.
IV. SAN JOSÉ, NUESTRO GUÍA
La Iglesia tiene muchos ejemplos de hombres que han expresado una santidad heroica siendo hijos, o esposos o padres. Nos puede ayudar especialmente el reflexionar sobre el guardián del redentor: San José. La fe de José se nos revela cuando en obediencia a Dios, asumió la responsabilidad de ser el esposo de María y el guardián y modelo del Hijo de Dios. San José claramente nos demuestra cómo un padre debe sacrificarse por el hijo y por la familia que ama. Reveló, en su humanidad, el singular rol que los padres tienen de proclamar la verdad de Dios mediante la palabra y la acción. Sobre todo, José dio testimonio de la verdad que Dios es amor, que Dios es fiel a Su amor. Se hace uno con Isaías y a su vez con la herencia de los padres de Israel para proclamar "a los hijos tu fidelidad. Yahveh, sálvame."[26]
José y María
La Virgen María fue preservada por la gracia de Dios de las consecuencias del pecado original. A medida que Dios le reveló Su plan a María, ella era libre para responder y decir "Sí." José también fue preparado en justicia y en gracia para que pudiera decir "Sí" a Dios. La fidelidad de José es una respuesta a la historia de la caída: así como nuestra santísima Madre se volvió la nueva Eva y Cristo el nuevo Adán, San José también tuvo una parte importante que jugar. José era un hombre justo que rendía a Dios y al hombre lo que debía. Los mandamientos de Dios habían sido para él una escuela de amor, de tal forma que era capaz de reconocer la voz de Dios y libremente responder a ella. Cuando María se encontró embarazada, fue fiel a la ley de Dios. A pesar de que supo que estaría solo, estaba dispuesto a aceptar la soledad, pero no de una forma que le haría daño a su amada. Sin querer avergonzarla públicamente, decidió liberarla silenciosamente, manteniendo la caridad y la justicia con Dios en obediencia a la Ley. En esto también mostró absoluta caridad hacia María. No violó la Ley pero expresó la misericordia y el amor que la Ley Antigua dejaría.
A diferencia de Adán, José se mantuvo y proclamó la verdad. Cuando Dios llamó a José, no estaba asustado y no se escondió. José en cambio escuchó a Dios y respondió al llamado. [27] Escuchó las instrucciones de Dios y puso absoluta confianza en la Providencia Divina. No tuvo miedo de tomar a María como su esposa y se rindió al Plan de Dios. Es fácil tomar los hechos de José por supuestos. A menudo es ocultado por la gloria de Cristo y la pureza de María. Pero él también esperó a que Dios le hablará y después respondió con obediencia.
José y Jesús
¡Qué maravillosa es la humildad mutua de Jesús y San José! José era humilde ante Dios y Jesús era humilde ante José. "Apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz."[28]
Como un buen padre, San José le enseñó su propia virtud a Jesús. Un hombre justo, obediente a la Ley y humilde ante Dios, le enseñó a Jesús estas y otras virtudes humanas. Así, cuando Cristo maduró, no sólo reveló a Su Padre celestial, sino que también algo de la virtud de San José. Qué profunda es nuestra deuda a este fiel esposo y padre.
La vida de la Sagrada Familia era una vida de trabajo. Vemos en su labor la consagración del trabajo al Plan de Dios para su familia y para todas las familias. San José era un carpintero, un hombre que trabajó para sustentar a su familia. José trabajó al servicio de su familia, de la sociedad y del misterioso Plan de Dios que iba tomando forma en su familia.
La capacidad para trabajar del hombre es un don que viene desde antes del pecado original [29]. En este trabajo, a través de su propia mediación puede extender el dominio de Dios sobre la creación. El trabajo edifica tanto al obrero como a los que reciben los frutos de su trabajo. El trabajo confirma y ejerce la singular contribución personal para el obrero pues "el trabajo es un bien del hombre que transforma la naturaleza y que hace al hombre en cierto sentido más hombre." [30] La redención del hombre en Cristo también es la redención del trabajo pues "el trabajo ha formado parte del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido de modo particular." [31]
Una obsesión por el trabajo reducirá la vida familiar. Pero no se debe presumir que la culpa está apenas en la búsqueda de una carrera o en el trabajo mismo. El trabajo, en el mejor caso, es una contribución positiva para la familia y la sociedad. Dentro del Sacramento del Matrimonio, incluso los quehaceres y responsabilidades familiares pueden ser transformados en actos redentores si están unidos a Jesucristo. La autenticidad de San José estaba en el servicio a Jesucristo, pero a través de Él el trabajo de José también era un sacrificio por la redención del mundo.
Podemos santificar cualquier trabajo al ponerlo al servicio de la redención, al ofrecer nuestro trabajo a Dios como una expresión de amor por Él y amor a la familia humana. Nuestro trabajo es una expresión de nuestra propia vida interior. El trabajo no debe competir con la familia, pero puede ser un regalo que se ofrece a Dios y a los que uno ama.
V. RESUMEN Y SUGERENCIAS
En esta carta hemos reconocido las grandes dificultades que enfrenta la familia hoy en día. Están enraizadas, por lo menos en parte, en nociones equivocadas sobre la libertad. El énfasis de nuestra sociedad en uno mismo ha llevado a muchos desarrollos que corroen a la familia. Hemos intentado destacar varios de los más importantes.
También hemos acudido a las Sagradas Escrituras y a la enseñanza de la Iglesia para descubrir la sabiduría y buscar una guía que pueda llevarnos más allá de nuestra situación actual. La sola nostalgia no puede hacer eso. Pero un reclamo vigoroso y creativo de nuestra tradición de fe y un trabajo en el desarrollo de las virtudes humanas pueden proporcionar un principio sólido. Los ejemplos de Jesús y de San José, en contraste con el de Adán, son regalos que nos pueden ofrecer tanto energía como orientación.
Con esto en mente, ofrezco a mis hermanos en la iglesia local las siguientes sugerencias que podrían ayudar a fijar nuestro camino.
  • Confíen en el Señor. No tengan miedo de confiar su vida y la vida de su familia a la providencia del Padre. Esfuércense por ser buenos hijos del Padre celestial cultivando un espíritu de oración y recogimiento. Aprendan sobre nuestro Señor, no sólo en el estudio de las escrituras y de nuestra fe, sino que también en los encuentros personales que Dios nos da en la oración y en los Sacramentos.
  • Cultiven las virtudes que son importantes para sus responsabilidades como discípulos, como esposos y como padres, que son: la humildad, la fe, la fidelidad a la propia palabra, la compasión.
  • No se avergüencen de compartir su fe con su familia a través de la palabra y del ejemplo. Amen a la Iglesia y manténganse cerca de ella. Incluso la sencilla acción de la oración familiar puede tener un beneficio poderoso. Qué maravilloso regalo sería para su esposa e hijos verlo arrodillado rezando ante Dios, nuestro Padre.
  • Al desarrollar su vida matrimonial, confíe que el Señor le proporciona el juicio necesario para que sea un buen marido y para que participe en la formación de sus propios hijos. Tómese el tiempo para reflexionar sobre las virtudes y los valores morales y religiosos que unen a su familia y que necesitan ser transmitidos a sus hijos. Recuerde que las Escrituras le exigen una especial responsabilidad sobre la educación religiosa de sus hijos.[32]
  • Ame a su esposa. Este es un gran regalo no sólo para ella, sino también para la familia. Cuídela y esté atento a sus necesidades, así como ella también lo es a las suyas. Esté seguro de apoyarla, darle seguridad y de decirle que la ama. Puede creer que sus acciones harán claro su amor por ella, pero también recuerde que ella necesita escucharlo. Déjele claro que son una pareja en el matrimonio y en las responsabilidades de criar a los hijos.
  • Esté presente en su familia. Eso es, pase tiempo con ellos y haga del tiempo que esté con ellos una expresión de su amor. Escúchelos. Comparta con ellos. Asegúrese que ese tiempo familiar involucre culto, oración y formación religiosa como también recreación y la sencillez de estar juntos. Usted tiene algo importante para contribuir con la vida de su familia. Sea ingenioso para guiarlos.
  • No abandone injustamente a su esposa la tarea de formar humana y religiosamente a sus hijos. En cada una de estas áreas, el hombre y la mujer se complementan en sus esfuerzos. A medida que forma a sus hijos, oriente la vista de ellos hacia el Reino de Cristo y hacia una vida vivida desde una perspectiva sobrenatural.
  • Cuide el ambiente moral de su familia, entendiendo que vivimos en una cultura que frecuentemente es hostil a nuestra fe y que no simpatiza con la enseñanza moral de Cristo. Las virtudes de un adulto cristiano no se forman automáticamente. Requieren de esfuerzo y paciencia para transmitir esto a sus hijos. Esfuércese practicando la misma virtud que quiere formar en ellos. Esté especialmente atento a ellos cuando entran a la adolescencia. La mejor amistad que un padre puede ofrecer a sus hijos es la de permanecer siendo su padre. Sea amable pero a la vez firme. Descubra que "no" también puede ser una palabra amorosa. Sus años adolescentes pueden ser difíciles tanto para usted como para ellos. A veces los padres están llamados a tener una paciencia heroica al desafiar a sus hijos a ser fieles y virtuosos. No abandone a sus hijos al espíritu de la edad, mas bien prepárelos para que sean testigos vivos de Cristo en el mundo. En particular, no abandone su formación en la virtud y en la santidad de la sexualidad y el amor matrimonial. Sea cuidadoso a medida que sus hijos crezcan en amistades con sus pares y cuando empiezan a buscar relacionarse con el sexo opuesto.[33]
  • Júntese con otros hombres y con otras familias para tratar de cambiar, para renovarse y ofrecerse mutuo apoyo y estímulo. Así como nuestras familias son una fuente de fuerza para nosotros, también debemos aprender a depender de otras familias y de padres de otras familias que comparten la misma visión cristiana de la paternidad y de la vida familiar.
  • También los hombres solteros están llamados a la santidad, a una vida digna de los hijos de Dios. Los mismos principios espirituales básicos los obligan a medida que van viviendo una vida cristiana. Tienen la especial responsabilidad y oportunidad de ayudar a crear una ambiente social que rechaza un estilo de vida promiscuo y alienta y apoya el matrimonio casto y la vida familiar.
  • Los sacerdotes y aquellos que han abrazado la castidad y el celibato por voto o de otra manera pública se identifican con Jesús a través de este compromiso amoroso adicional. Crecerán en amor y encontrarán fecundidad espiritual al sacrificarse en el servicio por los demás como la Iglesia los dirige. En un sentido profundo comparten la Paternidad de Dios a medida que El genera la vida en abundancia
VI. EXHORTACIÓN FINAL Y ORACIÓN
Es un gran regalo el ser un hijo de Dios, creado a Su imagen y semejanza. No tenga vergüenza de los talentos y dones que Dios le ha dado como hombre para su propia felicidad y para el servicio de los demás. No se intimide por la edad, pero asuma la dignidad de proclamar la fidelidad del Padre al mundo. Sírvalo a El con justicia y coraje a medida que evangeliza a otros, extendiendo la Buena Nueva que tenemos un Padre en el cielo. "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." [34] Tenga confianza en el poder de la gracia y sea fecundo, para que el Padre se agrade con usted y los frutos de su sacrificio.
Sepan que rezó diariamente por ustedes, los recuerdo en Misa y en otros momentos de oración. Les pido por sus oraciones y apoyo a medida que me esfuerzo por ser el pastor de la Iglesia en la Diócesis de Peoria. Ya la Santa Sede ha reconocido a María como la Patrona de la Diócesis de Peoria, bajo el título de la Inmaculada Concepción. Que nosotros tampoco vacilemos en buscar a San José, buscando su intercesión paternal con su Hijo Divino. Con esta devoción en mente, encomiendo la Diócesis de Peoria y todos sus miembros de manera particular a la protección de San José. Una nueva estatua de él se ha puesto en la Catedral de Santa María, cerca de la estatua de la Santísima Virgen María. He provisto para que la celebración litúrgica de San José obrero el 1 de mayo sea elevada al nivel de fiesta en el calendario litúrgico de la diócesis que está ahora en preparación.
San José, cuya protección es tan grande, fuerte y pronta ante el trono de Dios, teconfiamos nuestras esperanzas y aspiraciones. Guardián del Hijo único del Padre, enséñanos el auténtico significado de la paternidad.
José, tu eres el santo de la carpintería, el que usó los acontecimientos ordinarios de la vida diaria para volverse santo. Tu nos recuerdas que el trabajo duro es noble. Como muchos de nosotros nunca has realizado un milagro mientras estabas en la tierra, nunca has escrito un libro, ni dejaste siquiera una palabra.
José, tu fuiste el esposo de María, la Madre de Dios. Ayúdanos a amar a María, para dar honor y reverencia a todas las mujeres, particularmente las que están cerca a nosotros.
José, casto y fiel, trabajador, sencillo y justo, tu nos recuerdas que un hogar no se construye sobre posesiones sino sobre bondad; no sobre riquezas, sino sobre la fe y el amor mutuo.
Estimado padre, José, no nos cansamos de contemplarte con Jesús dormido en tus brazos. Ayúdanos a compartir la dignidad de la paternidad, a generosamente entregar la vida y a no cansarnos de formar y proteger a otros en los caminos de nuestro Padre celestial.
San José, ruega por nosotros.
Entregado a mi cancillería, para la gloria de Dios Padre, el día 19 de marzo de 1997, Solemnidad de San José.
NOTAS
[1] Gilbert Meilander, "The Eclipse of Fatherhood", First Things 54 (June/ July 1995): 38-42
[2] Concilio Vaticano II, Apostolicam Actuositatem, "Decreto sobre el Apostolado de los laicos", n. 11.
[3] "La escala de rupturas maritales en Occidente desde 1960 no tiene ningún precedente histórico del cual yo tenga conocimiento, y parece único. No ha habido nada así en los últimos 2,000 años, y probablemente aun por más tiempo." Lawrence Stone, de la Universidad de Princeton, citado en "A World Without Fathers" David Popenoe, The Wilson Quarterly, Spring 1996, Vol. XX, No. 2, p. 13.
[4] "En el designio de Dios Creador y Redentor la familia descubre no sólo su "identidad", lo que "es" , sino también su "misión", lo que puede y debe "hacer". El cometido, que ella por vocación de Dios está llamada a desempeñar en la historia, brota de su mismo ser y representa su desarrollo dinámico y existencial. Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad: familia, ¡"sé" lo que "eres"!" Juan Pablo II, Exhortación Apostólica, Familiaris Consortio, "Sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual", n. 17.
[5] "La familia contemporánea, como la de siempre, va buscando el "amor hermoso". Un amor no "hermoso", o sea, reducido sólo a satisfacción de la concupiscencia (cf. 1Jn 2, 16) o a un recíproco "uso" del hombre y de la mujer, hace a las personas esclavas de sus debilidades. ¿No favorecen esta esclavitud ciertos ‘programas culturales’ modernos? Son programas que "juegan" con las debilidades del hombre, haciéndolo así más débil e indefenso.
La civilización del amor evoca la alegría: alegría, entre otras cosas, porque un hombre viene al mundo (cf. Jn 16, 21) y, consiguientemente, porque los esposos llegan a ser padres. Civilización del amor significa "alegrarse con la verdad" (cf. 1Co 13, 6); pero una civilización inspirada en una mentalidad consumista y antinatalista no es ni puede ser nunca una civilización del amor. Si la familia es tan importante para la civilización del amor, lo es por la particular cercanía e intensidad de los vínculos que se instauran en ella entre las personas y las generaciones. Sin embargo, es vulnerable y puede sufrir fácilmente los peligros que debilitan o incluso destruyen su unidad y estabilidad. Debido a tales peligros, las familias dejan de dar testimonio de la civilización del amor e incluso pueden ser su negación, una especie de antitestimonio. Una familia disgregada puede, a su vez, generar una forma concreta de "anticivilización", destruyendo el amor en los diversos ámbitos en los que se expresa, con inevitables repercusiones en el conjunto de la vida social." Juan Pablo II, "Carta a las Familias," n. 13.
[6] "Sin embargo, no se toman en consideración todas sus consecuencias, especialmente cuando las sufren, además del cónyuge, los hijos, privados del padre o de la madre y condenados a ser de hecho huérfanos de padres vivos", Ver "Carta a Familias," Op. Cit., n. 14.
[7] David Blankenhorn, Fatherless America, (New York: Basic Books, 1995), capítulo 2.
[8] "Por tanto, cuando leemos en la descripción bíblica las palabras dirigidas a la mujer: "Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará" (Gén. 3, 16), descubrimos una ruptura y una constante amenaza precisamente en relación a esta "unidad de los dos", que corresponde a la dignidad de la imagen y de la semejanza de Dios en ambos. Pero esta amenaza es más grave para la mujer. En efecto, al ser un don sincero y, por consiguiente, al vivir "para" el otro aparece el dominio: "él te dominará". Este "dominio" indica la alteración y la pérdida de la estabilidad de aquella igualdad fundamental, que en la "unidad de los dos" poseen el hombre y la mujer; y esto, sobre todo, con desventaja para la mujer, mientras que sólo la igualdad, resultante de la dignidad de ambos como personas, puede dar a la relación recíproca el carácter de una auténtica "communio personarum". Si la violación de esta igualdad, que es conjuntamente don y derecho que deriva del mismo Dios Creador, comporta un elemento de desventaja para la mujer, al mismo tiempo disminuye también la verdadera dignidad del hombre." Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, "Sobre la dignidad y la vocación de la mujer con ocasión del año mariano," n. 10.
[9] Gén. 1, 27.
[10] "Y todo el tiempo, tal es la tragicomedia de nuestra situación, continuamos clamando por aquellas misma cualidades que tenemos por imposibles. Casi no puedes abrir un periódico sin cruzarte con la frase de que lo que necesita nuestra civilización es más ‘empuje’, o dinamismo, o auto-sacrificio, o ‘creatividad’. Con un tipo de simplicidad terrible removemos el órgano y demandamos la función. Creamos hombres sin pecho y esperamos de ellos virtud y realización. Nos reímos del honor y nos escandalizamos de encontrar traidores entre nosotros. Castramos y demandamos que el caballo sea fecundo" C.S. Lewis, "Men without Chests", citado por William Bennett, ea., A Book of Virtues, (New York: Simon and Schuster, 1993), pp. 263-265
[11] Mt. 14, 27.
[12] Sal. 139, 14
[13] Heb. 10, 31.
[14] Gén. 1, 28.
[15] "Más aún, el Señor Jesús, cuando pide al padre que todos sean uno…, como nosotros también somos uno (Jn 17, 21-22), ofreciendo perspectivas inaccesibles a la razón humana, sugiere cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y el amor. Esta semejanza muestra que el hombre, que es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo." Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, "Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual", n. 24
[16] "El primer año, 1997, se dedicará a la reflexión sobre Cristo, Verbo del Padre, hecho hombre por obra del Espíritu Santo. Es necesario destacar el carácter claramente cristológico del Jubileo, que celebrará la Encarnación y la venida al mundo para todo el género humano. El tema general, propuesto para este año por muchos Cardenales y Obispos, es ‘Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre’ (cf. Heb 13:8)." Juan Pablo II, Carta Apostólica, Tertio Millennio Adveniente, "Mientras se aproxima el tercer milenio", n. 40.
[17] "La clave para la intimidad con el Padre, Hijo y Espíritu Santo está en seguir a Cristo de tal manera que no sólo lo imitamos sino que nos identificamos con Él. Solo así es que Jesús es el primogénito entre muchos hermanos mientras que todavía es el unigénito del Padre. No somos los hijos del Padre cada uno por su propia cuenta. Siendo todavía nosotros mismos, somos sus hijos porque somos Cristo." Fernando Ocariz, Dios como un Padre en el Mensaje del Beato Josemaria Escriva, (Nueva Jersey: Scepter, 1994) , p. l8.
[18] "...Varias veces he dicho que la única causa de infelicidad del hombre es que él no sabe como permanecer silente en su cuarto." Blaise Pascal, Pensées.
[19] "…con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí" Gal. 2, 20.
[20] Gén. 1, 28.
[21] "La amable providencia de Dios determinó que en los últimos días Él ayudaría el mundo, en camino a la destrucción. Decretó que todas las naciones deberían salvarse en Cristo. Una promesa había sido hecha al santo patriarca Abraham con respecto a estas naciones. El habría de tener una progenie incontable, nacidos no de su cuerpo sino de la semilla de su fe. Por lo tanto sus descendientes son comparados con las constelaciones de estrellas. El padre de todas las naciones habría de esperar no en una progenie terrestre sino que una progenie desde arriba." San León Magno, Sermo 3 in Epiphania Domini, 1-3. 5: PL 54, 240-241
[22] "Los que se propagan y ordenan en que la vida corporal están marcados por dos cosas: específicamente, origen natural, y esto se refiere a los padres; y el régimen político por la que la vida pacífica del hombre se conserva, y esto se refiere a los reyes y príncipes. Entonces, es así en la vida espiritual - pues algunos propagan y conservan la vida espiritual solo en un ministerio espiritual, y esto pertenece al sacramento del orden: y algunos pertenecen a la vida corporal y espiritual simultáneamente, que ocurre en el Sacramento del Matrimonio cuando un hombre y una mujer se juntan para engendrar una descendencia y para criarlos en el culto a Dios." Santo Tomás Aquino, Summa Contra Gentiles, 4, 58.
[23] "Cristo es el Esposo, porque "se ha entregado a sí mismo": su cuerpo ha sido "dado", su sangre ha sido "derramada" (cf. Lc. 22, 19-20). De este modo "amó hasta el extremo" (Jn. 13, 1). El "don sincero", contenido en el sacrificio de la Cruz, hace resaltar de manera definitiva el sentido esponsal del amor de Dios. Cristo es el Esposo de la Iglesia, como Redentor del mundo. La Eucaristía es el sacramento de nuestra redención. Es el sacramento del Esposo, de la Esposa. La Eucaristía hace presente y realiza de nuevo, de modo sacramental, el acto redentor de Cristo, que "crea" la Iglesia, su cuerpo. Cristo está unido a este "cuerpo", como el esposo a la esposa. Todo esto está contenido en la Carta a los Efesios. En este "gran misterio" de Cristo y de la Iglesia se introduce la perenne "unidad de los dos", constituida desde el "principio" entre el hombre y la mujer.
Si Cristo, al instituir la Eucaristía, la ha unido de una manera tan explícita al servicio sacerdotal de los apóstoles, es lícito pensar que de este modo deseaba expresar la relación entre el hombre y la mujer, entre lo que es "femenino" y lo que es "masculino", querida por Dios, tanto en el misterio de la creación como en el de la redención. Ante todo en la Eucaristía se expresa de modo sacramental el acto redentor de Cristo Esposo en relación con la Iglesia Esposa. Esto se hace transparente y unívoco cuando el servicio sacramental de la Eucaristía -en la que el sacerdote actúa "in persona Christi"- es realizado por el hombre." Mulieris Dignitatem, n. 26
[24] Ef. 5, 25.
[25] Jn. 15, 13.
[26] Is.38, 19
[27] Mt. 1, 20.
[28] Fil. 2, 8.
[29] "Signo de la familiaridad con Dios es el hecho de que Dios lo coloca en el jardín. Vive allí "para cultivar la tierra y guardarla" (Gn 2, 15): el trabajo no le es penoso, sino que es la colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el perfeccionamiento de la creación visible." Catecismo de la Iglesia Católica, n. 378.
[30] Juan Pablo II, Exhortación Apostólica, Redemptoris Custos, "Sobre la Figura y Misión de San José en la Vida de Cristo y de la Iglesia", n. 23.
[31] Redemptoris Custos, n. 22.
[32] Gén. 18, 19; Sal. 78; Ef. 6, 4.
[33] Por favor remitirse a mi carta pastoral a respecto de la educación en la castidad: "Una Manera Espiritual Fresca de Pensar."
[34] Jn. 3, 16.

REGLAS PARA CONFRONTARSE

REGLAS PARA CONFRONTARSE

Estas son diferentes versiones de las llamadas "Reglas para pelear".
1. Procure no iniciar una confrontación sin antes saber por qué está ofuscado.
2. Antes de enfrentarse piense en qué es realmente lo que quiere lograr.
3. Si van a discutir, busquen un tiempo y un lugar adecuados en que cada uno pueda decir lo que quiera, pero sin causarle molestias innecesarias al otro.
4. Comiencen las discusiones con el ánimo de resolver los problemas.
5. Procuren no manipular la culpabilidad del otro.
6. Si durante la confrontación se siente apabullado por el otro, dígalo y reclámele que le permita decir lo que piensa sin ser interrumpido.
7. Disponga de tiempo para hablar y definir las diferencias.
8. No busque peleas con el ánimo de conseguir atención.
9. Cuando escuche al otro, trate de comprender lo que el otro quiere decir y por qué.
10. A veces es útil que los contendores expresen por escrito sus diferencias, especialmente cuando el conflicto duele tanto que arriesga a llevarlos a peleas inútiles que sólo empeorarían las cosas.
11. En lugar de insistir en tener la razón más vale admitir que uno puede estar equivocado. Hay que buscar la verdad.
REGLAS PARA ENFRENTARSE CON LEALTAD
(John Wright - La Survie du Couple - 1986).
1. Sepan cuándo y dónde van a enfrentarse.
2. Definan por qué están encolerizados, antes de iniciar el enfrentamiento.
3. Enfréntense por problemas que puedan resolverse. Por los otros no vale la pena.
4. Limítense a un asunto cada vez.
5. Concéntrense en el tema y no en cuestiones secundarias.
REGLAS PARA LOGRAR PELEAS CONSTRUCTIVAS
(George Bach - The intimate enemy - 1969)
1. Elijan la hora y el lugar de común acuerdo.
2. Proyecten su enojo sobre cuestiones del momento presente y no sobre el pasado.
3. Definan por qué se enfrentan.
4. Sean lo más transparentes posible.
5. No traten nunca de ganar.
SIETE REGLAS DE EQUIDAD PARA OBSERVAR EN MEDIO DEL FRAGOR DE LA PELEA.
(John Wright - La survie du couple)
Regla 1. Utilicen el pronombre personal "yo" y responsabilícense de lo que dicen y piensan. Eviten esconderse en el colectivo "nosotros los hombres", "nosotras las mujeres", "nuestra familia".
Regla 2. Llamen a su compañero por su nombre. Eviten utilizar términos injuriosos y pronombres indefinidos. Por ejemplo, decirle idiota, borracho, pretencioso, "poca cosa", provoca que el otro ataque más fuerte como reacción al insulto. Decir "uno piensa", "uno quiere", "a cualquiera se le ocurre", es esconderse en lo general y no expresar sus propias ideas y sentimientos.
Regla 3. Verifique qué es lo que en realidad piensa y siente la otra persona. No trate de adivinarlo ni se base en suposiciones.
Regla 4. Mire en forma objetiva la manera como Ud. mismo actúa. Para esto le será muy útil grabar lo que dice cuando disputa con otra persona o haciéndolo delante de observadores neutrales.
Regla 5. Precise bien cuáles son las quejas que tiene contra el otro.
Regla 6. A cada queja agregue cuál es exactamente el cambio que Ud. quiere del otro.
Regla 7. Reconozca la parte de responsabilidad que tiene en el origen del problema y en la solución que propone. No haga recaer sobre el otro toda la culpa del asunto.
REGLAS PARA DISCUTIR EN FORMA CONSTRUCTIVA
RUTH WOLF (Consejera Matrimonial israelí)
"No hay que abandonar el campo de batalla, porque quien huye de las discusiones no hace más que eternizar los problemas".
1. Mirarse a los ojos.
Sentarse el uno frente al otro, cara a cara. Evitar pelear mientras uno lava los platos y le da la espalda al cónyuge, quien mientras tanto lee el diario.
2. Buscar el momento adecuado.
No tiene sentido empezar la discusión cuando uno de los dos tiene prisa por irse a trabajar o vuelve agotado de la oficina. En ese caso el enfrentamiento se convierte en una pelea destructiva.
3. Centrar el tema de la pelea.
No es lo mismo plantear veinte temas al tiempo que centrarse en problemas presentes, uno a la vez, sin lanzarse acusaciones sobre el pasado.
4. Evitar acusar y responsabilizar al otro de la situación.
Más bien explicar las propias necesidades y proponer cambios.
REGLAS PARA ENFRENTARSE (versión Encuentro de Novios)
1. No ponerse apodos denigrantes.
2. No meter a terceros en la pelea.
3. No traer cosas del pasado.
4. Definir el tema y mantenerse en él.
5. No dar golpes bajos (no aprovecharse de los puntos débiles del otro).
6. Mantener el buen humor.
7. No irse a dormir peleados.
8. Tomarse de las manos y mirarse a los ojos.
9. Quienes los han visto pelearse tienen el derecho de verlos reconciliarse.

LA PREPARACION PARA EL MATRIMONIO

LA PREPARACION AL MATRIMONIO EN LATINOAMÉRICA

I. Necesidad de la preparación al matrimonio.
En todas las culturas la celebración del matrimonio se ha visto rodeada de ritos familiares, sociales y religiosos; en esa forma las sociedades quieren destacar la importancia que reconocen a la institución matrimonial. Pero todos sabemos que el éxito de un matrimonio no depende de una celebración fastuosa sino de las disposiciones que tengan los novios para emprender una vida compartida en todos los niveles de su existencia. En todos nuestros países va creciendo la conciencia de la necesidad dad de que las parejas de novios se preparen conscientemente para asumir las esponsabilidades del matrimonio y que no se limiten a hacer los preparativos de una boda. Y en el caso de la Iglesia Católica, en casi todos los países, no sólo se recomienda sino que se urge la participación en actividades de preparación al matrimonio. El Santo Padre Juan Pablo II en su Exhortación Pastoral Familiaris Consortio afirma: "En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar" (F.C. 66).
Y tratándose del matrimonio sacramental afirma el Papa Juan Pablo II: "Esto vale más aún para el matrimonio cristiano, cuyo influjo se extiende sobre la santidad de tantos hombres y mujeres. Por esto, la Iglesia debe promover programas mejores y más intensos de preparación al matrimonio, para eliminar lo más posible las dificultades en que se debaten tantos matrimonios, y más aún para favorecer positivamente el nacimiento y maduración de matrimonios logrados" (F.C. 66). El matrimonio sacramental, celebrado "en el Señor", debe vivirse con un mayor nivel de exigencia.
Y por qué ahora se hace más necesaria que nunca una preparación explícita para el matrimonio y la vida familiar? El Papa responde: "Pero los cambios que han sobrevenido en casi todas las sociedades modernas exigen que no sólo la familia, sino también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de preparar convenientemente a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro". Y añade una razón de más, de la que muchos padres de familia, consejeros matrimoniales, sacerdotes y educadores están conscientes: "Muchos fenómenos negativos que se lamentan hoy en la vida familiar derivan del hecho de que, en las nuevas situaciones, los jóvenes no sólo pierden de vista la justa jerarquía de valores, sino que, al no poseer ya criterios seguros de comportamiento, no saben cómo afrontar y resolver las nuevas dificultades" (F.C.ib).
En la Asamblea General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Santo Domingo, se recoge la recomendación que ya se había hecho en Medellín y luégo en Puebla: "La pastoral familiar ha de cuidar la formación de los futuros esposos y el acompañamiento de los cónyuges, sobre todo en los primeros años de su vida matrimonial. Como preparación inmediata tienen reconocido valor los cursos para novios antes de la celebración sacramental" (SD 222).
II. Matrimonio y cultura.
Todas las sociedades disponen de mecanismos para preparar a los novios para su vida matrimonial. Tradicionalmente esta formación se imparte desde la vida familiar misma: "En algunos países siguen siendo las familias mismas las que, según antiguas usanzas, transmiten a los jóvenes los valores relativos a la vida matrimonial y familiar mediante una progresiva obra de educación o iniciación" (F.C. 66). Esta es una manera eficaz, por cierto, de transmitir los patrones culturales relativos al matrimonio, a la vida familiar, a los roles respectivos de varón y de mujer, a las relaciones mutuas, a la manera de gestionar la economía doméstica.
Pero nuestra gran preocupación no ha de ser simplemente el mantenimiento de patrones culturales matrimoniales sino la promoción de matrimonios de mejor calidad. El hecho de que un patrón de vida familiar tenga mucho arraigo en una determinada sociedad no significa que este patrón sea favorable para generar un estilo de vida matrimonial que favorezca la realización humana integral de los esposos y el sano desarrollo de la personalidad de los hijos. Por ejemplo, el fenómeno social denominado "machismo" ha tenido y tiene todavía un profundo arraigo cultural. Pero ese arraigo y persistencia histórica no elimina su nocividad.
Desde pequeños, en el seno de nuestras familias, y a lo largo de la vida, en todos los ambientes en los que nos toca vivir, cada uno de nosotros está recibiendo permanentemente informaciones y estímulos en relación con lo que cada sociedad piensa que debe ser el varón y la mujer, sus mutuas relaciones, los roles que les toca desempeñar en la familia y en la sociedad, sobre lo que debe ser el matrimonio y la familia, etc.
Pero no todos los modelos de vida matrimonial ofrecen a ambos miembros de la pareja el espacio adecuado para su realización como personas y como pareja, para establecer unos patrones sanos de interacción y para servir como núcleo sano para una nueva familia. Los esquemas relacionales están influídos por la cultura. Pero esos esquemas no siempre satisfacen porque a menudo sacrifican a uno de los miembros de la pareja.
A veces la cultura acierta en el diseño de estos roles y en la formación de los patrones de relación entre varón y mujer, entre padres e hijos. Por los frutos se conocen los aciertos. Pero la cultura con frecuencia yerra. La cultura no puede ser considerada como un absoluto al cual se le sacrifiquen las personas. Debe estar al servicio de las personas.
Se da, de hecho, un largo y continuo proceso de preparación para el matrimonio, realizada eficazmente por mecanismos ambientales. Pero, para qué clase de relación matrimonial se preparan nuestros jóvenes desde el hogar, desde la escuela y la Universidad, desde su contacto con los prototipos de hogares que ellos ven entre sus parientes, amistades y desde los medios de comunicación social?
Se preparan los jóvenes para ser compañeros, solidarios en la tarea de construír juntos un hogar, para realizar cada uno la cuota de esfuerzo que le corresponde para adaptarse al otro o, por el contrario, vienen entrenados sólo para competir entre sí?
La idea que tienen del amor, les permite construír una relación que dure, o sólo piensan en la dulzura sentimental sin afrontar las exigencias del amor que sirve para juntar dos vidas? Sin temor de exagerar podríamos afirmar que muchos de nuestros jóvenes están más dispuestos para el divorcio que para el matrimonio.
Qué comprensión tienen de la sexualidad en su dimensión relacional y en su referencia a la procreación? Cómo ven y sienten su misión de padres responsables? Qué ejemplos han vivido en sus propios hogares y cómo influye en ellos - y en ellas - la mentalidad antivida que se les presenta como signo de progreso? Qué significa para ambos la verdadera fidelidad conyugal? Es un valor compartido, o sólo una exigencia para reclamar del otro?
La preparación al matrimonio debería constituírse en un espacio en el cual se despierte la conciencia crítica de los novios para juzgar los moldes que les ofrece su cultura ambiente, para que puedan ellos diseñar su propio patrón de vida, en beneficio de ellos y de sus hijos.
Para esto se necesita que los modelos relacionales aprendidos desde pequeños sean evidenciados, analizados y evaluados por sus resultados, con el fin de introducirles los ajustes y cambios que la razón y la fe les aconsejen para lograr construír un matrimonio de calidad.
III. Los efectos de una buena preparación al matrimonio.
Una buena preparación al matrimonio ofrece una serie de logros comprobados:
1. Una más clara comprensión de lo que significa el matrimonio y cómo desempeñarse en él.
2. Mejor capacidad para hacer con mayor facilidad y rapidez los ajustes que se requieren al comienzo del matrimonio.
3. Mayor posibilidad de lograr mejores niveles de realización conyugal.
4. Mejores posibilidades de tener éxito como padres.
5. Mejor comprensión de la conveniencia de buscar consejería matrimonial oportuna cuando se la considere necesaria.
"La experiencia enseña en cambio que los jóvenes bien preparados para la vida familiar, en general van mejor que los demás" (F.C.66).
La preparación al matrimonio constituye de hecho un largo proceso, gradual y continuo. Su eficacia se manifiesta en la solidez de las convicciones que forma, en los hábitos que fomenta. Por eso no es posible enderezar en unas pocas horas de conferencias informativas los esquemas vitales que se han formado por años. De hecho, comporta tres etapas principales: una preparación remota, una próxima y otra inmediata.
La preparación al matrimonio debería llevar a los novios a hacer un serio y juicioso discernimiento sobre los motivos que los llevan a casarse, sobre la elección del compañero de vida, sobre el significado del matrimonio en su dimensión natural y como sacramento, para que puedan asumir con conciencia y responsabilidad la vida de pareja con todas sus exigencias personales, conyugales, familiares y sociales.
IV. Los cursos de preparación al matrimonio.
Se han venido popularizando en toda América Latina los llamados "cursos de preparación al matrimonio". En muchas diócesis es obligatorio presentar una constancia de haber participado en alguno de estos cursos, como requisito para ser admitidos al matrimonio sacramental. Pero no se oye decir nada de la asistencia a estos cursos por parte de quienes contraen matrimonio civil. Y, debido a la mentalidad secularista que se expande en nuestros países, estas parejas son cada vez más numerosas y hacen parte del ambiente matrimonial.
Estos cursos, a pesar de que existen directrices pastorales más o menos precisas en todos los países, se desarrollan dentro de una tal heterogeneidad de modelos, que más que variedad en la riqueza demuestran una total anarquía y confusión.
Los hay excelentes, que ayudan a los novios en su discernimiento para hacer una juiciosa decisión sobre con quién, cuándo y para qué casarse; y constituyen para los novios una experiencia que no se olvida y se recuerda siempre con gratitud, por el mensaje iluminador que les aportó, porque les ayudó a corregir enfoques nocivos, porque les abrió un panorama de esperanza y les dejó una conciencia clara de que el matrimonio es un aprendizaje para realizarlo juntos cada día.
Pero hay otros cursos que,tanto por su metodología como su cortísima duración, por los esquemas de contenidos e incluso su misma orientación, con demasiada frecuencia no ofrecen ninguna garantía para que realmente puedan contribuír a la formación humana y cristiana de los futuros esposos para asumir con seriedad su matrimonio.
Lo más importante de la preparación al matrimonio es la interiorización de valores que favorezcan el aprendizaje de patrones adecuados de relación interpersonal que incluye, entre otras cosas el establecimiento de buenos hábitos de comunicación interpersonal, de toma de decisiones en forma compartida, de solución de los inevitables conflictos, de un buen equilibrio entre intimidad y socialidad, etc.
A menudo las parejas se encierran en patrones de relación interpersonal que los mantienen siempre insatisfechos y que por la presión cultural se consideran incapaces de modificar. Es necesario que desde el noviazgo los futuros esposos establezcan buenos patrones de relación con los demás, pero especialmente con las personas más cercanas, en particular con el cónyuge, con hijos y con sus hogares de origen.
La única manera conocida de elevar el nivel de calidad de los matrimonios es el de capacitarlos para adaptar mutuamente su conducta. Este proceso de adaptación y de ajuste no es asunto que se liquide en unas semanas o meses, sino que es un proceso que dura toda su vida juntos.
Pero para lograr esta actitud favorable a asumir los cambios requeridos por la calidad de su estilo de relación supone dos condiciones:
a. Motivación suficiente para asumir el cambio requerido.
b. Recompensa para mantener el cambio hasta que este se incorpore en su estilo de vida como un hábito.
Aquí es donde encontramos una gran diferencia entre:
- aprender para saber y
- aprender para vivir.
Nuestros cursos de preparación al matrimonio están diseñados, la mayoría de las veces, para transmitir un saber y no para asumir un estilo de vida coherente con la vida matrimonial. Un ejemplo claro es la persistencia de hábitos y actitudes de solteros durante toda su vida matrimonial.
Dos cosas son ciertas:
a. La nueva información que se les transmite puede ofrecer la base para un cambio de conducta;
b. Las conductas nuevas (es decir, no habituales) se promueven y se justifican con base en las nuevas informaciones recibidas.
Pero hay un error en considerar que basta la sola información para cambiar patrones arraigados de comportamiento. Por ejemplo, son numerosas las parejas que reconocen la necesidad de establecer una buena comunicación para que su vida matrimonial sea más armónica y satisfactoria. Pero no por eso están dispuestas a desarrollar habilidades para mejorarla. Lo mismo puede decirse en lo que respecta a la prevención de enfermedades, ejercicio de la paternidad responsable, la práctica de la planificación familiar natural, etc.
La ignorancia no es garantía de un comportamiento correcto, pero el solo conocimiento no sirve para cambiar el comportamiento inadecuado. Ahora bien, nuestros cursos de preparación al matrimonio, aunque sea otra la intención de quienes los dirigen, en su metodología y sus contenidos están basados en esta hipótesis: "El problema de los novios es falta de conocimientos. Si les damos una información abundante eso garantizará que sus matrimonios sean mejores".
Hace algún tiempo reciente dirigía un taller de formación de animadores para la preparación al matrimonio. Al comienzo cada uno de los participantes estaba exponiendo sus experiencias en este campo. Uno de los participantes dijo: "En mi parroquia no hemos podido abrir un curso de preparación al matrimonio por falta de ginecólogo". A lo cual le repliqué: "Y es que las muchachas andan necesitadas de asistencia ginecológica?". Y el me respondió: "Es que ya tenemos sacerdote, psicólogo y abogado. Nos hace falta el ginecólogo".
Esta es una muestra de la mentalidad reinante. Nadie duda de la importancia del aporte profesional en las actividades de educación familiar. Pero este aporte debe ser convenientemente ubicado para que el curso de preparación al matrimonio no se reduzca a un procedimiento de transmisión de una información con destino a un saber y no con destino a un mejor vivir.
En efecto, la información que se transmite debe atravesar por un proceso en cuatro pasos sucesivos para que logre ejercer algún influjo en la conducta de las personas. El método de conferencias estilo aula sólo logra realizar el primer paso.
Veamos cuáles son estos pasos:
Primer paso: CONOCIMIENTO. Recibimos cada día una cantidad impresionante de información en nuestro trato con nuestros semejantes, a través de la conversación, de los medios masivos de comunicación, de nuestra propia experiencia personal. Pero mucha parte de esa información se pierde porque no se procesa. Sólo una parte de esa información se organiza, se archiva sistemáticamente y se guarda para hacer uso de ella más tarde. Esta información es la que se transforma en conocimiento.
Segundo paso: INTERIORIZACION. Parte de ese conocimiento que se archiva, aquél que tiene para uno un interés especial para nuestra vida personal, es percibido por nuestra conciencia con especial nitidez, como algo que nos proporciona ventajas y nos es especialmente útil, v.gr. nos sirve para nuestra vida matrimonial. Es ya un conocimiento adquirido, asimilado y que comienza a volverse como algo nuestro. No sólo lo interiorizamos sino que nos lo apropiamos.
Tercer paso: ACCION EXPERIMENTAL O ENSAYO. Hasta ahora no hemos hecho uso de este conocimiento interiorizado. Lo único que hacemos es anticipar en la fantasía "qué ocurriría si actuáramos de acuerdo con esto"? La interiorización y la fantasía están estrechamente relacionadas y la fantasía imagina una experiencia que todavía no llevamos a la realidad y nos formamos expectativas sobre sus resultados. Pero cuando nos atrevemos a actuar, a realizar esa experiencia, llega lo que podemos llamar ACCION EXPERIMENTAL o ENSAYO de un comportamiento en busca de los buenos resultados que imaginamos.
Como consecuencia de este ensayo pueden darse diversos resultados:
- un mal resultado (por haber obrado en un mal momento, por no acertar en la forma, o no encontrar respuesta en el otro);
- un buen resultado: logramos lo que anticipábamos en la fantasía y este logro puede dejarnos diverso grado de satisfacción de acuerdo con las expectativas.
Es el momento en el cual se presenta la necesidad de refuerzos y recompensas para intentar otra vez (si el resultado anterior era negativo o no tan positivo como se esperaba) o para continuar practicando este nuevo estilo de conducta.
Cuarto paso: CAMBIO DE CONDUCTA. Si se persiste suficientemente en la práctica de esta nueva conducta, ésta se va haciendo habitual y se inserta en el estilo de vida.En la pareja ambos deben recorrer juntos estos cuatro pasos del proceso para lograr que su relación de pareja se vaya enriqueciendo y mejorando su calidad. Es cierto que un individuo solo logra más fácilmente realizar el proceso. Pero, si son los dos los que se empeñan, hay muchas más posibilidades de mantenerse, porque pueden generar refuerzos mutuos, porque ambos van a animarse a continuar, a ayudarse a hacerlo mejor y a estimularse para mantener el nuevo patrón de comportamiento (1).Estas razones nos mueven a proponer que se revisen los cursos prematrimoniales en sus contenidos, su metodología y su organización. Sin pretender que un curso pueda suplir todos los vacíos de una preparación remota y próxima que se debió realizar, sí estamos seguros de que los novios son especialmente receptivos cuando se les proponen valores y convicciones con una adecuada pedagogía.
(1) Fuente: MACE, David - Close Companions - The Marriage Enrichment Handbook Continuum - New York 1984 pp. 61-66)

LA COMUNICACION EN EL MATRIMONIO

La comunicación y la incomunicación en el matrimonio

¿Es posible lograr la verdadera unidad de la pareja dentro del matrimonio?
Esta es una pregunta que nos hacemos con mucha frecuencia quienes llevamos trabajando desde hace algún tiempo en pastoral familiar o quienes se han especializado en asuntos de familia.
Y creemos que no es tan difícil la respuesta para quienes creemos firmemente en el matrimonio y luchamos por favorecerlo del ataque inclemente que sufre por parte de quienes convierten en ídolos el poder, la riqueza y el sexo como fundamento único de la existencia humana; como los medios masivos de comunicación que contribuyen con sus mensajes a propagar el divorcio, la infidelidad conyugal, el aborto o la no concepción, la aceptación del amor libre, la promiscuidad y por supuesto las relaciones prematrimoniales.
Mucha gente se extraña hoy ante una pareja que se siente feliz y realizada a través de su vida matrimonial pero más extrañada aún, se manifiestan si la pareja lleva muchos años de matrimonio.
En cambio, no les parece raro encontrarse con parejas de seis meses o un año de casados, en vías de separación. Lo juzgan como algo natural por la frecuencia con la que ocurre; ni siquiera se cuestionan en qué es lo que está sucediendo.
Pero quienes estamos interesados verdaderamente por encontrar soluciones a este problema (que afecta directamente las entrañas de la misma sociedad y contribuye cada día a su mas grande deterioro), estamos tratando de ahondar en las causas de las separaciones tan tempranas hoy en día.
Además de todas las influencias externas de que hablábamos al principio, también hemos encontrado que la falta de COMUNICACIÓN está incidiendo con mucha fuerza.
La comunicación es el fundamento de toda la vida social. Si ésta se suprime en un grupo, éste como tal dejará de existir. Con mayor razón dentro de la relación conyugal. Si los esposos no se comunican, forzosamente deja de haber relación.
LA FANTASÍA DEL NOVIAZGO
Surge entonces la pregunta: qué pasó con los jóvenes esposos que tanto se amaban cuando eran novios?.
Si bien es cierto que durante la época de noviazgo se dieron en parte las condiciones para que la pareja se enamorara, al llegar al matrimonio, una vez " conquistados" se descuidaron elementos que un día permitieron que se fijaran el uno en el otro.
El noviazgo es una época de intenso romance que indudablemente favorece la comunicación tanto verbal como no verbal.
Los enamorados se manifiestan continuamente que se aman. Comparten sueños, esperanzas, ilusiones, se ponen metas y porqué no decirlo comparten también preocupaciones, tristezas y frustraciones. Se saben interpretar los silencios y caras largas, que con una flor o un chocolate, surge nuevamente la mas alegre de las miradas; porque el corazón enamorado busca la felicidad del ser que ama.
Recientemente en un curso de preparación para el matrimonio se le preguntaba a una pareja de novios: " han hablado de sus diferencias , de sus gustos, de sus cualidades y sus defectos ?’ " Todo nos lo hemos dicho" fue la respuesta . "Y qué cualidad te atrae más de tu novia? , preguntaban al muchacho y la respuesta fue : "TODO".
Y al preguntársele por el defecto que mas le disgustaba, su respuesta fue: " NINGUNO".
Este tipo de respuestas nos hizo profundizar un poco más para indagar qué sucedía al llegar al matrimonio.
Este lenguaje absoluto de los enamorados es síntoma claro de la falta de objetividad que hay en el romance. Con razón se dice que "el amor es ciego pero los vecinos no.".
Y esta falta de objetividad que crea falsas expectativas en los enamorados, es la que causa al llegar al matrimonio, las crisis mas grandes en la comunicación. Porque al llegar al matrimonio, se dan cuenta que la realidad es otra. Ni uno ni otro son tan virtuosos como para decir " Todo me gusta de él o de ella " o "Nada me molesta" .
Cuando empiezan a faltar el botón en la camisa, o la llegada tarde, o los malos genios, o la ropa tirada, o la crema dental destapada, para añadir a la lista las angustias por el pago del arriendo o la deuda y la plata no alcanza, o la pelea porque hoy no quiero visitar a tu familia, o me molestan tu grupito de amigos etc....
Todo esto contribuye a que la comunicación empiece a descender de nivel. Empiezan a fastidiarse por todo. El lenguaje absoluto que se utilizó durante el romance surge nuevamente pero invertido. Si se le pregunta a un esposo desilusionado de su matrimonio : "Que te gusta mas de tu esposa? " . Casi con seguridad la respuesta será "NADA". Y que te molesta? Responderá "TODO".
En una oportunidad el consejero matrimonial le preguntaba a un joven que se estaba separando de su esposa" qué fue lo que te enamoró de fulanita? Respondió: "Su alegría , su orden y su franqueza" . Y por qué te vas a separar? "por su alegría , su orden y su franqueza ", fueron las respuestas.
LA INCOMUNICACIÓN Y SUS EFECTOS
En donde entonces se rompió el hilo que los mantenía unidos ?.
En la deficiente comunicación que practican. Cuando no se le reconoce al otro sus propios valores y no buscar los momentos oportunos para decirse las cosas; y en lugar de una comunicación respetuosa, abierta y transparente, se presentan las agresiones de doble vía, se acaba la paz del hogar y también la comunicación comunicación que quedaba. Entonces las relaciones familiares se deterioran al no saber decirse las cosas con amor y comprensión, al no saber el uno interpretar lo que el otro le quiere decir, al tratar de cambiar al otro a como dé lugar para hacer realidad las expectativas que llevaban al matrimonio, al asumir actitudes defensivas cuando se sienten atacados en su intimidad, al no sentirse aceptados por ser como son, y al no sentir el estímulo para asumir verdaderamente y con plena libertad la mejora personal. Surgen a veces reconciliaciones poco duraderas porque vuelven a caer en los mismos errores. Aparece la crítica sistemática y el lenguaje absoluto: "Tú NUNCA me ayudas, Tú SIEMPRE dejas la ropa tirada, Tú TODO me lo contradices". Y a esto se añade que ha desaparecido del lenguaje de los gestos el detalle amoroso, la caricia tierna., el susurro al oído para decirle al otro "te quiero y me haces falta".
Esto por lo general, cuando no conduce a una crisis total o a un rompimiento definitivo, puede acomodarlos en una falsa tolerancia nada saludable para la relación. Y decimos, nada saludable, porque lleva a que cada uno viva su vida en forma independiente, alejándose de la verdadera realidad de lo que es el matrimonio.
Cierran el uno al otro su corazón de tal manera que ni siquiera sacan unos minutos de su valioso tiempo para hablar de los dos. De sus inquietudes, de sus temores, de lo que cada uno lleva dentro de sí, ni siquiera de sus esperanzas e ilusiones. De todo lo que está afectando positiva o negativamente la relación de los dos.
LA COMUNICACIÓN ES UN ARTE
La comunicación antes que todo es una actitud de apertura al otro, que implica disponibilidad generosa para compartir, es decir para dar y recibir.
Sin embargo, la comunicación no es fácil; es un arte que se debe practicar continuamente para desarrollarlo en toda su plenitud y para sacar el mejor provecho de él; así como el deportista debe entrenar continuamente para mantenerse en forma, o el pianista debe practicar por horas para mantener las manos ágiles en el manejo del teclado, así también nosotros como seres humanos necesitamos practicar al máximo y mejorar cada día la calidad de nuestra comunicación.
Y hablamos de calidad cuando nos referimos a que estamos llamados a compartir con la persona que amamos no solamente las cosas que hacemos durante el día y lo que hemos aprendido, sino ir más al fondo de nosotros mismos.
En días pasados conversando con unos esposos de 37 años de casados, unidos, felices y realizados con su matrimonio les preguntamos qué consideraban ellos que les había ayudado a mantenerse unidos y aún enamorados y respondieron: "Desde que nos casamos todos los días procuramos sacar un tiempo par los dos. Nos sentamos por unos minutos el uno frente al otro y abrimos nuestro corazón. Compartimos no sólo los pormenores del día, sino también nuestras angustias, temores, sueños, ideas, pensamientos e ilusiones; y hemos aprendido a conocernos y a aceptarnos.
Más aún, hemos aprendido a escucharnos y nos sentimos personas valiosas porque lo que decimos es siempre importante para el otro, aunque sea la cosa más tonta; hasta cuando callamos."
Esto nos ayudó a comprender que verdaderamente el que ama sabe escuchar, inclusive el silencio. Porque éste también forma parte de la comunicación . Como cuando el marido regresa del trabajo agobiado por múltiples problemas y no tiene deseos de hablar. Una esposa comprensiva capta su silencio, comparte su preocupación y, por supuesto, que sabe esperar el momento oportuno para oír de él todo lo que está sucediendo. Y para esto sólo se necesita que haya un interés sincero, un poco de atención, la sensibilidad de escuchar, y el ánimo de comprender y el compartir sincero. Un oído abierto es el único signo fidedigno de un corazón abierto. Y escuchar es el 90% de una buena comunicación porque todos necesitamos desesperadamente que se nos escuche.
Así es como nos sentimos valiosos e importantes. Porque qué sería de nosotros si hablamos y hablamos y nadie se interesa por lo que decimos ? .
CONCLUSIÓN
La comunicación es el lazo de unión entre las personas, con mayor razón entre marido y mujer, porque disuelve las barreras, favorece la comprensión recíproca, facilita la solución de los conflictos e inclusive contribuye a prevenirlos; posibilita la cooperación para el logro del bien de los dos y hace que la convivencia no sólo sea tolerable sino agradable y no sólo agradable sino también fructífera y enriquecedora.
Se puede entonces lograr la unidad en el matrimonio siempre y cuando exista una buena comunicación entre los cónyuges.
La comunicación no consiste simplemente en decir o en oír algo. La palabra comunicación en su sentido más profundo significa "comunión " ; compartir ideas, sentimientos, etc. en un clima de reciprocidad. La comunicación es la acción de compartir; de dar a otro una parte de lo que tenemos. Y dentro del matrimonio es dar lo mejor que poseemos: !nosotros mismos!, y recibir en nuestro corazón a esa persona maravillosa con la cual un día decidimos en plena libertad unir nuestras vidas para siempre.
Sea pues éste el momento para hacer un llamado a todos los matrimonios de hoy, y también quienes están en plan de casarse: Aprendan a comunicarse, tomen cursos si es necesario, pero den a su relación la importancia que merece. La incomunicación mata el amor. La comunicación no sólo es urgente y necesaria. Es VITAL porque mantiene vivo el amor de los esposos.

ESPIRITUALIDAD CONYUGAL

ESPIRITUALIDAD CONYUGAL
Elementos de reflexión

I. INTRODUCCION.
El tema de la espiritualidad conyugal es susceptible de múltiples enfoques, de acuerdo con el interés del autor. Unos parten enfocando la espiritualidad desde el punto de vista de los medios; otros, en cambio, parten de la espiritualidad como fenómeno global. El enfoque que voy a ofrecer aquí¡ no pretende ser el único válido ni el único posible.
II. ESPIRITUALIDAD EN GENERAL.
Si aceptamos con L.Bouyer que el objeto de la espiritualidad en general son "las reacciones que los objetos de la creencia suscitan en la conciencia religiosa" (1), con F. Vandenbroucke podremos definir la espiritualidad como "la ciencia, primeramente, de las reacciones de la conciencia religiosa ante el objeto de la fe, lo cual constituye el aspecto intelectual, y, en segundo lugar, la ciencia de los actos humanos que tienen una referencia especial a Dios, es decir, la ascética y la mística" (2). Y al aplicar esta definición en el contexto cristiano, podemos decir que es "un tipo de aplicación del Evangelio a la vida del cristiano" (3). Ahora bien, esta aplicación concreta se hace siempre en un contexto histérico concreto, tanto de la persona como de la sociedad. Esto explica el por qué‚ se den tantas espiritualidades o variantes de espiritualidad, pero guardan entre sí una serie de elementos comunes. Cuáles son los elementos comunes?
A. El Evangelio con todo lo que ‚l significa, o sea la Palabra de Dios revelada y dirigida al hombre. Esta Palabra confiere al hombre la sabiduría de Dios, le muestra el camino para llegar a El y los medios para lograr la salvación que Jesús nos obtuvo por la redención. El fin del mensaje evangélico es hacer conocer a cada ser humano el plan de Dios y mediante su realización lograr la unión del hombre con Dios, la divinización, es decir la santidad. El hombre est marcado por un destino: hacerse hijo de Dios y vivir como tal. En esa orientación práctica hacia Dios como Creador y como Padre encontrar el s‚r humano el cumplimiento de su destino. En este sentido podemos decir que toda espiritualidad cristiana tiene como causa final una búsqueda práctica de la santidad: "Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre" (L.G.11). El punto de partida de este proceso de santificación y, por tanto, de esta espiritualidad concreta, es la predicación de la Palabra y el sacramento del bautismo, por el cual nos injertamos en el misterio pascual de Cristo e ingresamos como miembros de su Iglesia. (Cf. L.G. 6,7, 26). La integridad del mensaje evangélico, la propiedad del lenguaje que se emplee para hacerlo llegar a las personas en lo concreto de sus vidas, la comprensión de su calidad de bautizados, ser n factores que contribuir n a especificar la espiritualidad concreta de cada uno.
B. La causa ejemplar o Modelo que el Evangelio propone a todo ser humano es Cristo. El Evangelio no se puede reducir a una doctrina, ni a una ideología. El Evangelio reclama una adhesión personal a Cristo: es una fe. Y por Cristo se acepta su enseñanza.
C. La causa eficiente de este ir hacia Dios es también Cristo. La espiritualidad cristiana no es la búsqueda de una perfección al estilo de los estoicos. La gracia no es fruto de la acción humana. Proviene de Cristo como el agua de la fuente.
La gracia opera dos efectos:
- nos purifica del pecado, nos ayuda a suprimir los obstáculos que impiden caminar hacia Dios (desarrollo de las virtudes morales);
- restablece o acrecienta la unión con Dios (desarrollo de las virtudes teologales, fe esperanza y caridad) y nos abre a la acción de la presencia del Espíritu Santo.
Aquí comprendemos mejor como característica de la verdadera espiritualidad cristiana que tiene en cuenta la existencia del pecado. Pero al mismo tiempo considera la realidad de la gracia. Una verdadera espiritualidad no se limita a evitar el pecado sino que enfila baterías al crecimiento de la gracia. No est dominada por el temor de la condenación sino que se inspira en el deseo de conocer el plan de Dios y de realizarlo.
D. La causa instrumental de toda espiritualidad que se reclame calidad cristiana es la Iglesia. Y la Iglesia como es ella completa: con su Escritura y su tradición, con su Jerarquía, sus sacramentos y su liturgia. Una espiritualidad verdaderamente cristiana y católica requiere necesariamente esta economía eclesial. Puede ser que algunas espiritualidades carezcan de algunos de estos elementos eclesiales (v.g. en ciertas comunidades de hermanos separados). Los elementos presentes siguen siendo válidos. Pero para los miembros de la Iglesia Católica son indispensables. V.g. no se puede dar una verdadera espiritualidad cristiana católica que prescinda de los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia, o que se margine de la comunión eclesial.
III. ESPIRITUALIDAD CONYUGAL Y FAMILIAR.
Para comprender la espiritualidad característica de los esposos tengamos en cuenta este enfoque clave que nos ofrece la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio: "La vocación universal a la santidad está dirigida también a los cónyuges y padres cristianos. Para ellos está especificada por el sacramento del matrimonio y traducida concretamente en las realidades propias de la existencia conyugal y familiar. De ahÍ nacen la gracia y la exigencia de una auténtica y profunda espiritualidad conyugal y familiar, que ha de inspirarse en los motivos de la creación, de la alianza, de la cruz, de la resurrección y del signo, de los que se ha ocupado en m s de una ocasión el Sínodo" (ib. N.56). El Sínodo de 1980, en su Proposición N.36 se había ocupado más largamente de la espiritualidad conyugal y familiar.
A. DEFINICION DE ESPIRITUALIDAD CONYUGAL.
En armonía con la definición de espiritualidad que empleamos arriba, podemos definir con Lozano: "La espiritualidad familiar consiste en la forma como la familia responde a la vocación o llamada que Dios le hace por la Iglesia, en las circunstancias cotidianas de su propia vida familiar"(4).
La espiritualidad familiar tiene como sujeto a la comunidad familiar. Dentro de la comunidad familiar se destaca una comunidad menor, la comunidad conyugal, que tiene entidad propia, toda vez que constituye el núcleo de la familia y a la cual corresponde una espiritualidad propia que podríamos definir así: la forma como la pareja responde a la vocación o llamada que Dios le hace por la Iglesia, en las circunstancias cotidianas de su propia vida conyugal y familiar.
B. EL LLAMADO DE DIOS.
La pareja es ante todo un hecho de creación, de naturaleza. En este sentido la expresión m s completa de la pareja humana se concreta en la institución natural del matrimonio. La naturaleza es obra de Dios. Dios ha dotado a la naturaleza en general, y a la naturaleza humana en especial, de leyes que regulan los procesos de formación y de funcionamiento de las personas como seres individuales y sociales; leyes universales que abarcan a todo ser humano, y que deben ser respetadas por todos, crean en Dios o no. De lo contrario no funciona la entidad relacional denominada "pareja". Las culturas mediatizan el conocimiento de estas leyes y establecen modelos de aplicación de los mismos. Pero el plan de Dios revelado en la naturaleza no siempre es bien comprendido ni aplicado. Por eso los modelos culturales de pareja no siempre aciertan en realizar el plan establecido por Dios desde el principio. El pecado anida en el corazón del s‚r humano y limita su mente par comprender el designio divino y la voluntad para acogerse a él. Y esto lo confirma la misma experiencia. A este plano corresponde un nivel natural de espiritualidad.
La pareja es también sujeto del plan redentor de Dios revelado en Cristo, en quien el sér humano y todo lo humano está llamado a una vida nueva. A partir de la encarnación, de la muerte y de la resurrección de Cristo todo lo humano est llamado a una vida nueva, a una Pascua. La pareja formada por dos bautizados y su matrimonio, son llamados a realizarse de acuerdo con el modelo de Cristo. Aquí¡ el matrimonio es, además de institución natural, un sacramento. En este plano se integra y se completa el nivel natural de espiritualidad, que adquiere un nuevo significado.
La Palabra de Dios revela el designio de Dios en ambos planos, en el de la naturaleza y en el de la gracia.
1. Plano de creación o de naturaleza:
- Creación del sér humano a imagen y semejanza de Dios.
- Diferenciación de los sexos: diversos pero no desiguales.
- Mutua atracción para ser mutuo apoyo y compañía. Sentido de la sexualidad.
- Las propiedades naturales del vinculo matrimonial: unidad e indisolubilidad. Lo que Dios unió no debe separarlo nadie.
- La naturaleza del amor conyugal: un amor m s fuerte que el amor que une a los padres con los hijos.
- Corresponsabilidad de ambos en la marcha del matrimonio: Dejar padre y madre, unirse, ser una sola carne, procrear, dominar la tierra (el trabajo, el uso de los bienes).
- Efectos del pecado en la persona humana y en la vida de relación. Particular mención al efecto sobre la relación de pareja.
2. En el plano de redención, de gracia, el mensaje de Cristo va más lejos:
- El amor es la ley fundamental de las relaciones entre los seguidores de Jesús. Pero no el amor de simpatía, sino el amor oblativo, que incluye hacer el bien al desconocido y aún al enemigo. Con mucha mayor razón a la pareja que se une de por vida en el Señor, cuyos miembros deben amarse entre sí "como Cristo amó a su Iglesia".
- El amor de los esposos, en su relación diaria, está llamado a ser signo de ese otro amor: el de Cristo. Su matrimonio es sacramento, un signo de salvación. Ambos ingresan en el misterio redentor de Cristo como esposos: su relación y la calidad de su relación adquieren importancia primordial. Nueva razón para que su vinculo quede sustraído de toda veleidad humana: nadie debe romperlo, porque significa el vinculo indisoluble de Cristo con su Iglesia. El matrimonio de los bautizados tiene que ser lo que significa. Por el bautismo ambos pertenecen a Cristo y a la Iglesia; por el matrimonio, ambos pertenecen a Cristo por su pertenencia mutua (F.C.50).
- La fidelidad de los esposos no se reduce a cumplir la palabra dada, a cumplir un pacto bilateral. Es fidelidad mediada por Cristo: permanecer en su amor, durar en la opción que un día hicieron ante El. Esto significa cuidar el amor, perfeccionarlo para que dure, utilizar los medios adecuados para lograr la unión de las personas en el amor. La fidelidad no es sólo una ley de disciplina social; es una exigencia intrínseca del amor y con mayor razón una exigencia del amor que est llamado a reflejar la fidelidad de Cristo.
- Por el matrimonio sacramental ambos quedan constituidos el uno para el otro, para sus hijos y para los demás familiares en "cooperadores de la gracia y testigos de la fe" (A.A. 11). Se ayudan a santificarse mutuamente (cf. L.G.11).
- En la iglesia doméstica, que es la familia cristiana, los esposos ejercen un sacerdocio característico. Se especifica en diversos ministerios: autoridad (F.C.21); del designio creador de Dios (procreación) (F.C.32); educación (F.C.38, 39); evangelización (F.C.53); del amor y de la vida (F.C.54).
La Palabra de Dios confirma lo que las parejas y la comunidad humana van descubriendo lenta y dolorosamente a través de la dura escuela de la experiencia humana. Al final del Antiguo Testamento y después de una prolongada pedagogía que dura siglos, la pareja de Tobías y Sara visualiza por fin lo que Dios siempre ha querido que sea el matrimonio: monógamo, estable y fecundo. Paralelamente, la humanidad va decantando cada vez más el significado del amor conyugal para que pueda llegar a ser signo del amor de Cristo por la Iglesia (5).
C. LOS MEDIOS DE LA ESPIRITUALIDAD.
Vivir su matrimonio como Dios lo quiere, en el plano de la naturaleza y en el plano de la gracia, como institución natural y como sacramento, he ah¡ en resumen lo que significa espiritualidad conyugal para esposos miembros de la Iglesia. Esto nos obliga a plantearnos el asunto de los medios. Los fines no se pueden lograr sin los medios adecuados. Los medios vienen exigidos por esa característica bipolar del matrimonio: realidad natural y signo de salvación.
Podemos formular tres principios:
1. Los medios no son la espiritualidad; pero la espiritualidad exige que se pongan los medios adecuados.
2. Los medios naturales, exigidos por la naturaleza creada del sér humano, no sólo obligan en conciencia sino que son elemento insustituible de la espiritualidad conyugal. Si no se ponen en práctica, no es posible lograr una vida de pareja y mucho menos una pareja de calidad. Los medios sobrenaturales no reemplazan los naturales, pero ayudan a superar las dificultades que éstos plantean en circunstancias concretas (v.g. el perdón).
3. En la práctica pastoral no podemos contentarnos con el fomento exclusivo de los medios naturales. Seria dejar a las parejas a medio camino, en un plano inferior al que les corresponde. Por vía pedagógica, sí conviene comenzar por la práctica de los medios naturales.
Medios naturales:
-cultivo de virtudes naturales (respeto, del otro, cortesía, buenos modales; alegría; justicia, fortaleza, prudencia, responsabilidad; sacrificio, generosidad, etc.)
- comunicación interpersonal, diálogo;
- expresión interpersonal del afecto;
- aprendizaje y práctica de un adecuado comportamiento sexual (calidad de la vida sexual);
- adecuado desempeño en el trabajo;
- adecuado manejo de los bienes económicos.
- participación en actividades que se propongan el beneficio de la comunidad (v.g. sindicatos, cooperativas, juntas de acción comunal, juntas de padres de familia).
Medios sobrenaturales:
- Oración personal, conyugal y familiar.
- Práctica de los sacramentos (el matrimonio no puede aislarse de los otros sacramentos).
- Participación en la liturgia.
- Lectura de la Palabra de Dios.
- Formación en la fe (catequesis y doctrina).
- Entrenamiento y participación en el apostolado como pareja (apostolado personal, participación en la parroquia, vinculación a movimientos apostólicos preferentemente familiares)
NOTAS
(1) Citado por F. Vandenbroucke, en Espiritualidad y espiritualidades, Concilium N.9, 1965, p.55.
(2) F. Vandenbroucke, loc. cit. p.56.
(3) ib.
(4) Lozano, Mons. Javier - Cristo Alianza de la Familia, Ed. CEM
México, 1982 p.455.
(5) Conferencia Episcopal Colombiana - Directorio Nacional de Pastoral Familiar, Capitulo II.

EL NOVIAZGO CATOLICO

El Noviazgo Católico
Queremos hacer este trabajo, como un complemento de otro referido al matrimonio y a la familia, porque, en la mayoría de los casos, el fracaso matrimonial comienza en el noviazgo. Toda la razón de ser del noviazgo católico, consiste en su ordenación al futuro matrimonio. No hablamos de la amistad entre jóvenes de ambos sexos, que puede ser muy santa; ni tampoco de quienes juegan con los sentimientos en el flirteo, que no es más que "simular una relación amorosa por coquetería o por puro pasatiempo" ; lo que no es nada santo. Nos referimos a aquellos jóvenes que creen amarse y piensan formalizar su relación a través del casamiento.
CONOCIMIENTO MUTUO
¿Cuál es la característica de esta relación particular, que es el noviazgo? Su rasgo definitorio radica en poder llegar al convencimiento de que ambos "están hechos el uno para el otro" y que, consecuentemente, han de llevar de manera normal y plena, su vida matrimonial el día de mañana, con la convicción irreversible de que sabrán realizar sobre todo, la educación de sus futuros hijos. Digo sobre todo porque mediante la experiencia en el trato con tantos novios, he podido observar que el pensamiento puesto en los hijos, es el factor que los hace concientizar más la realidad. Muchas jovencitas creen estar enamoradas, pero se dan cuenta de que deben cortar ese noviazgo cuando, al pensar en la descendencia futura, advierten que el joven en cuestión no está capacitado para ser un buen padre. Otra forma de evitar el capricho subjetivo, tan propio de quienes no aman de verdad al otro, sino que están enamorados del amor, o sea, de lo que ellos sienten y, por tanto, caen en juicio erróneo acerca de la idoneidad de la otra persona para poder emprender, con un mínimo de seriedad, la gran empresa de formar "un nido para los dos" y para los que vengan, es tener presente la opinión de los padres sobre la persona de que se trata. En general, no hay amor más desinteresado que el de los padres y, por consiguiente, nadie más adecuado para dar un sabio y prudente consejo a quien, por la edad y por ver todo color de rosa, muchas veces no está capacitado para valorar justamente la idoneidad o no de otra persona para unirse de por vida a la misma. Además, no hay que olvidarse que la experiencia de los padres es mucho mayor: ellos antes ya pasaron por esto y además conocen cientos de casos de noviazgo de familiares, amigos y conocidos. Los novios han de tener bien claro que el fin del noviazgo es este conocimiento mutuo en orden al matrimonio, conocimiento que es causa del amor, ya que nadie ama lo que no conoce, pues "el amor requiere la aprehensión del bien que se ama" .
Dicho de otra manera, el noviazgo es un estado preliminar al matrimonio en el que debe darse cierta familiaridad y conversación continuada entre un hombre y una mujer a fin de prepararse al futuro matrimonio. Al decir preliminar, afirmamos que no es un estado definitivo (conocemos el caso de un noviazgo de más veinte años en el que la novia preparó cinco veces el ajuar, y el novio se murió sin casarse), y que todavía no son esposo ni esposa.
CONOCIMIENTO LIMITADO
Reafirmando lo anterior, creo que rara vez –por graves motivos– resulta aconsejable un matrimonio sin la bendición de los padres. Generalmente, a la corta o a la larga, los que se casan sin la aquiescencia paterna, fracasan en su vida conyugal, y la excepción, que puede haber, hace a la regla.
Ahora bien, el conocimiento mutuo durante el noviazgo es relativo, ya que de algún modo, sólo podrá ser absoluto y total, recién en el matrimonio. Muchos, con la excusa de conocerse más, fomentan las relaciones prematrimoniales de funestísimas consecuencias. Es decir que en el noviazgo se da el "ya, pero todavía no": ya se deben amor, pero no todavía como en el matrimonio. El conocimiento mutuo debe ser tal durante el noviazgo que cause el amor mutuo, uno de cuyos efectos es la unión espiritual entre el amante y el amado, ya que no serán dos, sino uno solo en el matrimonio, y deben ir aprendiendo a buscar cada uno el bien del otro como el suyo propio. En el noviazgo debe madurarse la unión de las almas de los novios, y sólo cuando se de esta unión espiritual –y como consecuencia de esta unión– han de unirse, en el matrimonio los cuerpos, consumándose así la perfecta unidad entre ambos. De lo contrario el resultado es nefasto. Si fuera del matrimonio se busca la unión corporal no hay amor verdadero que quiere el bien del otro desinteresadamente, sino búsqueda egoísta de sí mismo. Si se busca la unión corporal solamente, ¿en qué se diferencia de la de los animales? El amor humano ha de ser amor de la voluntad racional, que ordena las inclinaciones del apetito concupiscible y debe ser imperado por la caridad.
El hecho de no estar unidos por el sacramento del matrimonio, hace que el noviazgo sea disoluble. Por ello, hay que tener la valentía de cortar esta relación si se ve que no lleva a buen término. Aún después de comprometidos, hasta el momento de dar el "sí" en el templo, se puede y se debe –si hay razones– decir "no". ¡Cuántos fracasan desastrosamente en el matrimonio por no haber tenido el coraje de decir "no" en el momento debido! A propósito, conozco un caso realmente fuera de serie protagonizado por una joven heroica: sus padres desaconsejaban tenazmente la boda, el novio era un muchacho haragán y muy irascible; el día del enlace nupcial, el novio la tomó del brazo para conducirla al altar, ella tropezó con su vestido largo y él, de muy malos modos, recriminó a su prometida en estos términos: "¡Vos sos siempre la misma tonta". Llegado el momento del consentimiento, lo dio el novio y cuando el sacerdote preguntó a la novia: "¿Fulana, quieres por esposo a Fulano?", se oyó clara y serena la voz de ella: "No quiero", respuesta que repitió ante la nueva pregunta del sacerdote, en medio del asombro de todos. En la actualidad, está casada, con otro, tiene varios hijos que, cuando se enteren de lo que hizo su madre, no dejarán de agradecérselo por los siglos de los siglos.
CONOCIMIENTO RESPETUOSO
Muy extendida y criminal es la creencia de algunos en el sentido de que los esposos no se deben respeto en el matrimonio. Algunos, especialmente hombres, suponen que todo está permitido durante la relación conyugal y eso es matar el amor, que siempre debe estar regulado por la razón y subordinado a la caridad, que nos manda cumplir con todos los mandamientos de la Ley de Dios. San Agustín, Doctor de la Iglesia, reprende a los cónyuges depravados que intentan frustrar la descendencia y, al no obtenerlo, no temen destruirla perversamente, diciéndoles: "En modo alguno son cónyuges si ambos proceden así, y si fueron así desde el principio no se unieron por el lazo conyugal, sino por estupro; y si los dos no son así, me atrevo a decir: o ella es en cierto modo meretriz del marido, o él adúltero de la mujer" . Pues bien, si no aprenden a respetarse desde novios, menos se respetarán en el matrimonio, con las consecuencias previsibles. Si no lo hacen durante el momento de los grandes sueños e ideales, no lo harán cuando los devore la rutina. Parafraseando a un conocido autor, podemos afirmar que: "A noviazgo regular corresponde matrimonio malo; a noviazgo bueno, matrimonio regular; sólo a noviazgo santo, corresponde un matrimonio santo".
A modo de consejo, yo diría que nadie debe casarse, sin haber encontrado en el otro, al menos, diez defectos. Porque los defectos necesariamente, en razón de la naturaleza caída, existen. Si no se ven en el noviazgo, no hay verdadero conocimiento. No es amor el no querer ver los defectos ajenos. Sí el ayudar a que se superen. Si no se advierten en el noviazgo, aparecerán más tarde, tal vez cuando sea demasiado tarde para poner remedio. Sería vano y tonto el pretender que el otro fuese "perfecto". Habría que casarse recién en el cielo. Debe quedar bien en claro que en el amor verdadero no es todo color de rosa. La realidad es otra. El amor verdadero es crucificado, porque exige el olvido de sí mismo en bien del otro. Sin cruz no hay amor verdadero. El ejemplo nos lo dio nuestro único Maestro, Cristo. El noviazgo –y el matrimonio– no consiste en una adoración mutua, sino en una ascención en común que, como toda ascención, es dificultosa: "no es el mirarse el uno al otro, sino el mirar juntos en la misma dirección". Hablábamos de noviazgo santo y esto nos lleva como de la mano a lo que constituye el peligro más frecuente para los novios. Y donde resbalan más frecuentemente.
LAS AFECTUOSIDADES
Siendo jóvenes y briosos, con el bichito del amor en el corazón, mentalizados por toda una propaganda pansexualista y, a veces, incluso por algún –como los llama el P. Cornelio Fabro– "pornoteólogo" , es evidente que en la manifestación del amor mutuo se muestren demasiado efusivos. Hay toda una moda, a la que no muchos se sustraen, en bailes, atrevimientos en el caminar juntos, prendidos como ventosas en apasionados e interminables besos, colgados uno de otro como sobretodos del perchero; nuestro lunfardo caracteriza esto con una palabra: "franeleros" . En lengua culta se los llama sobadores. A muchos jóvenes les han hecho creer que la esencia del noviazgo consiste en pasarse horas sobándose y sobándose más que cincha de mayordomo. Esos coqueteos, manoseos y besuqueos de los novios y novias sobadores que se adhieren entre sí como hiedra a la pared y que no llegan a una relación sexual completa se realiza, en el fondo, por razón de que los placeres imaginarios son más vivos, más fascinantes, más duraderos, más íntimos, más secretos, y más fuertes que los placeres y deleites del cuerpo. Es mucho más excitante y más "espiritual", para algunos, el hacer todo como para llegar a la relación sexual, pero quedarse en el umbral. Aún fuera del aspecto moral, esas efusividades desmedidas son de muy deplorables consecuencias:
1) Son causa muchas veces de frigidez, sobre todo en la mujer, ya que por un lado siente cierto placer y al mismo tiempo miedo de que las cosas pasen a mayores, por lo que busca reprimir aquello que siente.
2) Según me aseguran algunos médicos, puede ser, en algún caso, causa de infecundidad en el matrimonio: el dolor que luego de grandes efusividades sienten en sus órganos genitales ambos novios, es indicio innegable de que la naturaleza protesta por un uso indebido.
3) Generalmente, esas prácticas empujan a la masturbación y al joven, además, al prostíbulo (donde lo masturban ya que no es un acto de amor lo que allí hace con una prostituta). Lo más grave aún, es que quien está habituado a la masturbación, aún casado lo sigue haciendo, en consecuencia el mismo acto matrimonial deviene en una masturbación de dos. El egoísmo del que cae habitualmente en el pecado solitario es tan crónico que, por resultante, concluye siendo impotente de realizar el acto sexual por amor, como Dios manda. A ello empujan las novias que muy sueltas de cuerpo excitan al novio creyendo que así, ellos las van a amar más. No dudo en afirmar que ésta es la causa principal de tantas desgracias familiares. Cuando ella o él descubre que el otro lo usa como "objeto", es decir, por egoísmo, la muerte del amor es casi inevitable y de allí, las peleas, rupturas y separaciones. Porque, es preciso decirlo con toda claridad: generalmente, cuando en un matrimonio anda bien lo sexual, todo otro problema encuentra solución fácilmente.
4) No hay que olvidarse de que "aunque todas las potencias del alma estén inficionadas por el pecado original –enseña Santo Tomás– especialmente lo está (entre otras facultades)... el sentido del tacto" , que, como todos sabemos, se extiende por todo el cuerpo.
5) Tratándose de seres normales, es muy poco lo que les puede provocar excitación; entonces, hay que evitar completamente todo aquello que pueda producirla. Querer evitar excitaciones y no evitar las efusividades, es como pretender apagar un incendio con nafta. Los novios en el tema de la pureza tienen las mismas obligaciones que los solteros. A la pregunta siempre repetida: "Padre, ¿hasta dónde no es pecado?", algunos responden con la consabida fórmula que se puede encontrar en cualquier buen manual de moral: "mientras no haya consentimiento en ningún placer desordenado". Pero este principio por más que los jóvenes lo tengan grabado en su alma con letras de fuego, pierde toda eficacia cuando se enciende la llama de la pasión; de ahí que lo más prudente es aconsejar a los novios, como se hacía antaño: "Trátense como hermanos". Percibimos la sonrisa sobradora de algunos que se pasan todo el día hablando de "hermanos" (no refiriéndose a esto), mas la experiencia nos dice que eso es lo efectivo e innumerables novios y novias nos lo han agradecido de todo corazón y viven, ahora, un muy feliz matrimonio. Todos los sacrificios que se hagan durante el noviazgo para respetarse mutuamente, son nada comparados con los tan grandes y dichosos frutos que, por esos sacrificios, se tendrá en el matrimonio. Todo lo que los jóvenes hagan en este sentido no terminarán de agradecerlo el día de mañana, porque redundará en la felicidad del cónyuge, en la felicidad de los hijos y en la felicidad de quienes los rodeen. Y, por el contrario, lo que no hagan en este sentido, dejándose arrastrar por el torbellino de la pasión, será causa de amarga tristeza, de grandes desilusiones y frustraciones. El fruto del egoísmo no puede ser la alegría ni la paz. La alegría es la expresión de aquel "a quien ha caído en suerte aquello que ama" .
En el caso de esa profanación anticipada del sacramento del matrimonio que son las relaciones prematrimoniales, la mujer lleva la peor parte:
- pierde la virginidad;
- se siente esclavizada al novio que busca tener relaciones cada vez con mayor frecuencia;
- no puede decirle que no, porque tiene miedo que él la deje, reprochándole que ella ya no lo quiere;
- vive con la gran angustia de que sus padres se enteren de sus relaciones;
- participa de las molestias del acto matrimonial, sin tener la seguridad y la tranquilidad del matrimonio ...
El novio, por el contrario, no tiene apuro en concretar la boda, ya que obtiene beneficios como si estuviera casado, sin estarlo, y además, el hombre no queda embarazado –por lo menos hasta ahora–; la mujer sí, y éste es un peligro demasiado real como para que ella no lo tema.
Si ocurre el embarazo, generalmente se empuja a la mujer al aborto –"crimen abominable" lo llama el Concilio Vaticano II – que es la muerte injusta de un ser humano inocente, indefenso y sin bautismo, y es la mujer quien conservará toda la vida el remordimiento del cobarde acto cometido.
Además si ya en el noviazgo se ha derribado toda barrera, ¿qué le quedará a la mujer cuando en el matrimonio –¡si es que llega!– sea solicitada sin arreglo a la razón o a la moral? Si no supo respetarse y hacerse respetar en el noviazgo, será imposible, salvo excepción, que se la respete en el matrimonio. Si llega a la boda, lo hará sin alegría, sin ilusión, sin esperar recibir nada ni poder dar nada nuevo. Y luego, muchas veces, al tener alguna discusión en su matrimonio, escuchará con dolor el reproche de su marido que no dejará de recordarle su vergonzoso pasado. Por eso la novia debe –amablemente– poner las cosas en su lugar antes de que la pasión hable más fuerte que la razón.
La Iglesia Católica, al defender a capa y espada la santidad matrimonial no ha hecho otra cosa, durante ya casi veinte siglos, que defender a la mujer, "que es un vaso más frágil" (I Pe 3,7) y a los hijos que son los que sufren cuando se alteran las leyes divinas que rigen al matrimonio. Desde el siglo I, la Iglesia es la mayor defensora de la familia, al haber luchado siempre para que la mujer no fuese convertida en un mero objeto de placer, ni los niños en meros hijos de incubadora.
LA FRECUENCIA EN EL TRATO
Una de las más funestas costumbres que se han ido imponiendo en el noviazgo, es la gran frecuencia con que se encuentran. Ello es generalmente nocivo, porque, muchas veces, hace perder frescura al amor, los somete a la rutina y va matando la ilusión. En gran parte, se debe a que los hombres nos hemos olvidado del sentido profundo de los ritos y del sentido profundo de la fiesta. Sobre el primero escribe admirablemente Saint-Exupèry: "Hubiese sido mejor venir a la misma hora –dijo el zorro–. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agotado e inquieto: ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a que hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
– ¿Qué es un rito? – dijo el principito.
– Es también algo demasiado olvidado –dijo el zorro–. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran un día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones" .Respecto de la fiesta dice también, magistralmente, Hans Wirtz: "El hábito, la costumbre, es la escarcha del amor. Lo que vemos, oímos y tenemos a diario, pierde su matiz de inusitado y raro, deleitoso. Al final llegamos a beberlo sin apreciarlo, sin sentir su sabor, como si fuera agua. Los novios no pueden cometer mayor error, que el estar juntos con excesiva frecuencia. Cuanto más escaso, tanto más apreciado. Pensar siempre uno en otro; anhelar continuamente la presencia del otro, pero... Estar juntos lo menos posible. El encuentro ha de ser siempre una fiesta". Y no pueden celebrarse fiestas todos los días.
¡Cómo aburren esos pretendientes de todos los días a todo el resto de la familia! Muchas veces se pierde la intimidad del hogar: los padres no pueden ver televisión tranquilos, aumentan los gastos de comida, incluso la novia deja de arreglarse convenientemente, a veces no terminan sus estudios y, lo que es más grave, pierden el trato con sus propios amigos. La relación entre los novios debe ser gradual, paulatina, debe dejar tiempo para el conocimiento mutuo, maduro y serio. Por eso los novios han de comenzar siendo compañeros, luego amigos, más tarde pretendientes, y recién cuando se eligen, "filo" (como se decía antes, del italiano popular filare: galantear, cortejar ). Hasta aquí no hay ninguna decisión. Más tarde novios, cuando entran en la casa para "pedir la mano" de la joven, realizándose la mutua promesa de fidelidad y de matrimonio futuro, una vez conocido el carácter y las dotes (físicas, psicológicas, morales, culturales y religiosas) del otro, para ver si se pueden adaptar a su modo de ser. "Pedir la mano" es una hermosa expresión que significa que el joven varón pretende hacer esposa a determinada mujer.
Una palabra para quienes se frecuentan en lugares solitarios y, las más de las veces, oscuros: enseña la palabra de Dios: "Huye del pecado como de la serpiente" (Ecl 21,2) a lo que comenta San Isidoro: "Imposible estar cerca de la serpiente y conservarse largo tiempo sin mordeduras" .
Ciertamente que "quien ama el peligro, perecerá en él" (Ecl 3,27) ya que la ocasión hace al ladrón; y si se frecuentan los novios –hablo de los normales– en lugares solitarios y oscuros, eso es ponerse en ocasión de pecado y como dice San Bernardo: "¿No es mayor milagro permanecer casto exponiéndose a la ocasión próxima que resucitar a un muerto? No podéis hacer lo que es menos (resucitar a un muerto) ¿y queréis que yo crea de vosotros lo que es más?" . Hay que tener bien en claro que en el noviazgo no hay ningún derecho a los actos carnales, los cuales, consumados o no, son pecado. No así en el matrimonio.
PREOCUPACIÓN DE LOS PADRES
Los padres deben aconsejar a sus hijos respecto de sus novios, procurando informarse acerca del candidato y su familia, controlando discretamente sus tratos, espaciando las visitas, recordándoles la obligación de sus deberes de estado, no quitándoles su ilusión pero haciéndoles tomar contacto con la realidad.
Dice con mucha gravedad San Alfonso María de Ligorio: "Habrá padres y madres necios que verán a sus hijos con malas compañías, o a sus hijas con ciertos jóvenes, o frecuentando reuniones de doncellas, o hablando a solas unos con otras, y los dejarán seguir así con el pretexto de que no quieren pensar mal. ¡Tontería insigne! En tales casos están obligados a sospechar que puede surgir algún inconveniente, y por esto deben corregir a sus hijos, en previsión de algún mal futuro" .
Y ello no porque desconfíen de sus hijos, sino porque conocen la naturaleza humana caída por el pecado original y porque saben que sus hijos no conocen todo y no pueden, por tanto, defenderse de los peligros que los acechan.
EDAD
– Padre, ¿a qué edad hay que ponerse de novio?, es una pregunta que escuchamos con frecuencia a la que siempre respondemos invariablemente:
- El amor no tiene edad: conocemos matrimonios muy felices que se pusieron de novios de muy jóvenes, y también, de aquellos que se conocieron siendo más grandes.
En general, es desaconsejable el noviazgo de muy jóvenes, por varias razones:
1. No tienen la madurez que dan los años.
2. No tienen plena responsabilidad.
3. La perspectiva de un noviazgo, necesariamente largo, es siempre peligrosa, el amor puede enfriarse con el excesivo transcurso del tiempo.
4. Pierden –literalmente– los mejores años de la juventud, incluso el trato con sus amigos o amigas que es de gran importancia para la vida.
5. Muchas veces decae el interés por la carrera o la formación profesional.
6. El conocimiento del campo de elección del novio o la novia es, necesariamente, muy estrecho cuando jovencitos. Con los años, normalmente se amplía el círculo de conocidos y de amistades y la elección puede hacerse mejor.
Es totalmente enfermiza la preocupación de niñas de catorce años por conseguir novio porque de lo contrario, piensan que van a quedar solteras: ¡Es el efecto de tanta telenovela y radioteatro de color rosa! ¡Todavía no terminaron de jugar a las muñecas y ya hasta las mismas madres, a veces, las empujan al noviazgo!
Debe respetarse la naturaleza de las cosas. En el noviazgo pasa como con los frutos, necesitan tiempo para madurar, pero si no se sacan a tiempo, caen y se echan a perder; si no se da el tiempo necesario al noviazgo, el matrimonio está verde todavía; pero si está maduro y no se realiza, generalmente, se corrompe. Por consiguiente, conviene no apurar demasiado el casamiento, pero tampoco dejar pasar el tiempo oportuno, que es lo que les acaece a los que inician el noviazgo muy jóvenes.
Finalmente hay que destacar que las grandes diferencias entre los novios, de nivel económico, de cultura, de edad, de religión, son generalmente un obstáculo que conduce al fracaso en el matrimonio. Los cónyuges deben ser, en cierto modo, semejantes, ya que es la semejanza la causa del amor. En efecto, enseña Santo Tomás de Aquino que dos son semejantes en cuanto poseen en acto una misma cosa y por esto mismo son uno en esa cosa. Por eso el afecto de uno tiende al otro, como a sí mismo, y quiere el bien del otro como el de sí mismo. Sólo si es así el amor entre los novios serán felices en el matrimonio, y se realizarán los efectos del amor: la unión; la mutua inhesión, esto es, que el amado esté en el amante y viceversa; el éxtasis, es decir, el salir de sí mismo procurando el bien del otro (es lo opuesto al egoísmo, que es cerrarse sobre sí mismo); el celo (no el celo envidioso, sino el que busca apartar todo lo que es obstáculo del amor). El amor causa una herida en el que ama, que lo impele a obrar siempre movido por el amor .
LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DEL NOVIAZGO
¿Cuál es la señal más evidente por la que se puede tener la certeza de que los novios se aman de verdad? La señal indubitable es el crecimiento en el amor a Dios. Noviazgo en el que no se ame a Dios, es señal de seguro fracaso en el matrimonio; noviazgo en que el amor a Dios sea un excusa para amarse ellos, señal de futuro matrimonio inestable y quebradizo, noviazgo en el que se ame a Dios sobre todas las cosas, señal de que realizarán un sólido matrimonio "fundado sobre roca" (Mt 7,25): caerá la lluvia de las dificultades, vendrán los torrentes de sacrificios, soplarán los vientos de calumnias, pero el matrimonio permanecerá enhiesto. La falta de este amor a Dios, "con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas" (Mc 12,30), es la primera y principalísima causa de los fracasos matrimoniales. Cuando Dios es el "convidado de piedra" en el hogar, poco a poco se volverán "de piedra" (cfr Ez 26,26) también los corazones de sus miembros. En cambio cuando todos los integrantes de la familia cumplen ese "primer y mayor mandamiento" (Mt 22,38),
no hay problema sin solución,
no hay día sin alegría,
no hay obra sin mérito,
no hay cruz sin consuelo,
no hay trabajo sin satisfacción.
Muchos son desgraciados porque no han seguido la voluntad de Dios. Dios los llamaba a algo más grande, más sublime, pero se hicieron los sordos y siguieron su propio gusto y no terminan de encontrar consuelo a su penoso extravío. Por ello, quien quiera de verdad que Dios reine en su noviazgo y luego en su matrimonio, antes debe estar dispuesto a seguir la vocación que Dios quiere. Si Dios quiere a un joven como sacerdote, jamás será feliz casándose y lo que es más, ni su esposa ni sus hijos serán felices. Si una joven no sigue el llamado de Cristo a ser su esposa, andará siempre muy alejada de la felicidad. Todos se dan cuenta de que si Dios llama al matrimonio no se puede ser feliz como monje, pero muy pocos alcanzan a ver que al revés, tampoco. Sabido que Dios nos quiere en el matrimonio, tenemos que elegir a la otra parte según Él: para esto debemos rezar siempre pidiendo por la esposa o el esposo que Dios nos tenga destinados, como así también por los hijos.
Además los novios deben formarse examinando en común la verdadera concepción del matrimonio, sus deberes y derechos; deben conocer la doctrina católica sobre el mismo, leyendo los documentos pontificios sobre el tema, tales como las Encíclicas Casti Connubii de Pío XI, la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, nn. 46-52, Humanae Vitae de Pablo VI, Familiaris Consortio de Juan Pablo II, etc. Buenos libros, como Casados ante Dios de Fulton Sheen, Cristo en la Familia de Raúl Plus, Amor y responsabilidad de Karol Wojtyla, etc. Deberían también aprender a cultivarse gustando de la buena música, del teatro culto, de la buena literatura argentina y universal, de la pintura... Deberían comprometerse en el trabajo apostólico, incluso asociativamente, en parroquias, capillas o movimientos, dando a los demás tanto que han recibido de Cristo y, ¿por qué no?, en la medida de lo posible, en alguna obra de caridad, como visitar hospitales, sanatorios, cotolengos... O sea, cultivar la inteligencia adhiriéndose a la verdad, la voluntad practicando la caridad –que los ayuda a salir de sí mismos– y la sensibilidad gustando de la belleza.
En fin, mantener siempre bien altos los sueños dorados y las juveniles ilusiones de formar un hogar único en el mundo. Sabiendo que el mismo Dios asocia a los esposos como cocreadores en su gran obra. Entendiendo que Jesucristo los necesita como maestros, guías y sacerdotes en esa "Iglesia doméstica" , que es la familia católica. Comprendiendo que están destinados a una de las obras más santas, laudables y meritorias, como es la de engendrar hijos para la Iglesia, ciudadanos para la Patria, y santos para el Cielo. Amasando su noviazgo con oración, frecuencia de sacramentos, participación en la Santa Misa dominical, tierna devoción a la Santísima Virgen María, lectura de la Palabra de Dios, fidelidad a la Iglesia de siempre, con un trato familiar a los santos de su devoción y así irse santificando más y más cada día. Aquí podemos decir que "novios que rezan unidos, forman un matrimonio unido".
Los sacerdotes católicos tenemos la dicha inmensa de conocer jóvenes de ambos sexos que son modelo de castidad. Algunos –más de lo que la gente o los Kinsey's Report dicen– que jamás han manchado sus almas con ningún pecado carnal conservando su inocencia bautismal, que son los que forjarán los más sólidos, fecundos y felices hogares. Una propaganda diabólica busca llevar a la impureza a los jóvenes, diciéndoles inclusive, que "todos son igual" o que "todas son igual", eso es falso de toda falsedad. Puedo asegurar a los jóvenes que hay muchos que serán grandes padres de familias y muchas heroínas en su hogar, por vivir ejemplarmente la castidad; en fin, que por la gracia de Dios conoceremos todavía padres y madres, esposos y esposas amantísimos que como bellas flores han de brillar aun en los peores pantanos morales, para honra y prez de la Iglesia y de la Patria.
Jesucristo, "es el mismo ayer, hoy y siempre" (Heb 13,8) y siempre suscitará novios y novias santas que con todo amor y fidelidad lo seguirán a él, porque es el único que "tiene palabras de vida eterna" (Jn 6,68).-