UNITATIS REDINTEGRATIO - DECRETO SOBRE EL ECUMENISMO


Unitatis Redintegratio



DECRETO SOBRE EL ECUMENISMO



Proemio

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Con todo, el Señor de los tiempos, que sabia y pacientemente prosigue su voluntad de gracia para con nosotros los pecadores, en nuestros días ha empezado a infundir con mayor abundancia en los cristianos separados entre sí la compunción de espíritu y el anhelo de unión. Esta gracia ha llegado a muchas almas dispersas por todo el mundo, e incluso entre nuestros hermanos separados ha surgido, por el impuso del Espíritu Santo, un movimiento dirigido a restaurar la unidad de todos los cristianos. En este movimiento de unidad, llamado ecuménico, participan los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesucristo como Señor y salvador, y esto lo hacen no solamente por separado, sino también reunidos en asambleas en las que conocieron el Evangelio y a las que cada grupo llama Iglesia suya y de Dios. Casi todos, sin embargo, aunque de modo diverso, suspiran por una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, para que el mundo se convierta al Evangelio y se salve para gloria de Dios.





CAPITULO I - PRINCIPIOS CATÓLICOS SOBRE EL ECUMENISMO


Unidad y unicidad de la Iglesia

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Una vez que el Señor Jesús fue exaltado en la cruz y glorificado, derramo el Espíritu que había prometido, por el cual llamo y congrego en unidad de la fe, de la esperanza y de la caridad al pueblo del Nuevo Testamento, que es la Iglesia, como ensena el Apóstol: "Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados en una esperanza, la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismos". Puesto que "todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo… porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". El Espíritu Santo que habita en los creyentes, y llena y gobierna toda la Iglesia, efectúa esa admirable unión de los fieles y los congrega tan íntimamente a todos en Cristo, que El mismo es el principio de la unidad de la Iglesia. El realiza la distribución de las gracias y de los ministerios, enriqueciendo a la Iglesia de Jesucristo con la variedad de dones "para la perfección consumada de los santos en orden a la obra del ministerio y a la edificación del Cuerpo de Cristo".






Relación de los hermanos separados con la Iglesia católica

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Los hermanos separados, sin embargo, ya particularmente, ya sus comunidades y sus iglesias, no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regenero y vivifico en un cuerpo y en una vida nueva y que manifiestan la Sagrada Escritura y la Tradición venerable de la Iglesia. Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos. Creemos que el Señor entrego todos los bienes de la Nueva Alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios. Pueblo que durante su peregrinación por la tierra, aunque permanezca sujeto al pecado, crece en Cristo y es conducido suavemente por Dios, según sus inescrutables designios, hasta que arribe gozoso a la total plenitud de la gloria eterna en la Jerusalén celestial.


Ecumenismo

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CAPITULO II - LA PRÁCTICA DEL ECUMENISMO


La unión afecta a todos

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La reforma de la Iglesia

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La conversión del corazón

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El verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior. En efecto, los deseos de la unidad surgen y maduran de la renovación del alma, de la abnegación de sí mismo y de la efusión generosa de la caridad. Por eso tenemos que implorar del Espíritu Santo la gracia de la abnegación sincera, de la humildad y de la mansedumbre en nuestros servicios y de la fraterna generosidad del alma para con los demás. "Así, pues, os exhorto yo -dice el Apóstol a las Gentes-, preso en el Señor, a andar de una manera digna de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad, mansedumbre y longanimidad, soportándoos los unos a los otros con caridad, solícitos de conservar la unidad del espíritu mediante el vinculo de la paz" (Ep 4,1-3). Esta exhortación se refiere, sobre todo, a los que han sido investidos del orden sagrado, para continuar la misión de Cristo, que "vino no a ser servido, sino a servir" entre nosotros.

A las faltas contra la unidad pueden aplicarse las palabras de San Juan: " Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso, y su palabra no está en nosotros". Humildemente, pues, pedimos perdón a Dios y a los hermanos separados, como nosotros perdonamos a quienes nos hayan ofendido.

Recuerden todos los fieles, que tanto mejor promoverán y realizaran la unión de los cristianos, cuanto más se esfuercen en llevar una vida más pura, según el Evangelio. Porque cuanto más se unan en estrecha comunión con el Padre, con el Verbo y con el Espíritu, tanto más íntima y fácilmente podrán acrecentar la mutua hermandad.


La oración unánime

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El conocimiento mutuo de los hermanos

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La formación ecumenista





La forma de expresar y de exponer la doctrina de la fe





La cooperación con los hermanos separados








CAPITULO III - LAS IGLESIAS Y LAS COMUNIDADES ECLESIALES SEPARADAS DE LA SEDE APOSTÓLICA ROMANA








I. CONSIDERACIÓN PARTICULAR DE LAS IGLESIA ORIENTALES


Carácter e historia propia de los orientales







La tradición litúrgica y espiritual de los orientales







Disciplina propia de los orientales

Las Iglesias del Oriente, además, desde los primeros tiempos seguían las disciplinas propias sancionadas por los santos Padres y por los concilios, incluso ecuménicos. No poniéndose a la unidad de la Iglesia una cierta variedad de ritos y costumbres, sino acrecentando más bien su hermosura y contribuyendo al más exacto cumplimiento de su misión como antes hemos dicho, el Sacrosanto Concilio, para disipar todo temor declara que las Iglesias orientales, conscientes de la necesaria unidad de toda la Iglesia, tienen el derecho y la obligación de regirse según sus propias ordenaciones, puesto que son más acomodadas a la idiosincrasia de sus fieles y más adecuadas para promover el bien de sus almas. No siempre, es verdad, se ha observado bien este principio tradicional, pero su observancia es una condición previa absolutamente necesaria para el restablecimiento de la unión.


Carácter propio de los orientales en la exposición de los misterios

Lo que antes hemos dicho acerca de la legítima diversidad, nos es grato repetirlo también de la diversa exposición de la doctrina teológica, puesto que en el Oriente y en el Occidente se han seguido diversos pasos y métodos en la investigación de la verdad revelada y en el reconocimiento y exposición de lo divino. No hay que sorprenderse, pues, de que algunos aspectos del misterio revelado a veces se hayan captado mejor y se hayan expuesto con más claridad por unos que por otros, de manera que hemos de declarar que las diversas formulas teológicas, más bien que oponerse entre sí, se completan y perfeccionan unas a otras. En cuanto a las auténticas tradiciones teológicas de los orientales, hay que reconocer que radican de una modo manifiesto en la Sagrada Escritura, se fomentan y se vigorizan con la vida litúrgica, se nutren de la viva tradición apostólica y de las enseñanzas de los Padres orientales y de los autores eclesiásticos hacia una recta ordenación de la vida; más aun, tienden hacia una contemplación cabal de la verdad cristiana.






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Conclusión

Bien considerado todo lo que precede, este Sacrosanto Concilio renueva solemnemente todo lo que han declarado los sacrosantos concilios anteriores y los Romanos Pontífices; a saber, que para el restablecimiento y mantenimiento de la comunión y de la unidad es preciso "no imponer ninguna otra carga más que la necesaria" (Ac 15,28). Desea, asimismo, vehementemente, que en adelante se dirijan todos los esfuerzos en los varios institutos y formas de vida de la Iglesia, sobre todo en la oración y en el dialogo fraterno acerca de la doctrina y de las necesidades más urgentes del cargo pastoral en nuestros días y se encaucen para lograr paulatinamente la comunión. De igual manera recomienda a los pastores y a los fieles de la Iglesia católica estrecha amistad con quienes pasan la vida no ya en Oriente, sino lejos de la patria para incrementar la colaboración fraterna con ellos con espíritu de caridad, dejando todo ánimo de controversia y de emulación. Si llega a ponerse toda el alma en esta empresa, este Sacrosanto Concilio espera que, derrocado todo muro que separa la Iglesia occidental y la oriental, se hará una sola morada, cuya piedra angular es Cristo Jesús, que hará de las dos una sola cosa.


II. LAS IGLESIAS Y COMUNIDADES ECLESIALES SEPARADAS EN OCCIDENTE


Condición propia de estas comunidades






La confesión de Cristo

Nuestra atención se dirige, ante todo, a los cristianos que reconocen públicamente a Jesucristo como Dios y Señor y Mediador único entre Dios y los hombres, para gloria del único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sabemos que existen graves divergencias entre la doctrina de estos cristianos y la doctrina de la Iglesia católica aun respecto a Cristo, Verbo de Dios encarnado, de la obra de la redención y, por consiguiente, del misterio y ministerio de la Iglesia y de la función de María en la obra de la salvación. No gozamos, sin embargo, viendo a los hermanos separados tender hacia Cristo, como fuente y centro de la comunión eclesiástica. Movidos por el deseo de la unión con Cristo, se sienten impulsados a buscar más y más la unidad y también a dar testimonio de su fe delante de todo el mundo.


Estudio de la Sagrada Escritura


Invocando al Espíritu Santo, buscan en las Escrituras a Dios, que, en cierto modo, les habla en Cristo, preanunciado por los profetas, Verbo de Dios encarnado por nosotros. En ellas contemplan la vida de Cristo y cuanto el divino Maestro enseno y realizo para la salvación de los hombres, sobre todo los misterios de su muerte y de su resurrección.

Pero cuando los hermanos separados reconocen la autoridad divina de los sagrados libros sienten -cada uno a su manera- diversamente de nosotros en cuanto a la relación entre las Escrituras y la Iglesia, en la cual, según la fe católica, el magisterio auténtico tiene un lugar especial en orden a la exposición y predicación de la palabra de Dios escrita.

Sin embargo, las Sagradas Escrituras son, en el dialogo mismo, instrumentos preciosos en la mano poderosa de Dios para lograr aquella unidad que el Salvador presenta a todos los hombres.


La vida sacramental


El bautismo, por tanto, constituye un poderoso vínculo sacramental de unidad entre todos los que con él se han regenerado. Sin embargo, el bautismo por sí mismo es tan solo un principio y un comienzo, porque todo él se dirige a la consecución de la plenitud de la vida en Cristo. Así, pues, el bautismo se ordena a la profesión integra de la fe, a la plena incorporación, a los medios de salvación determinados por Cristo y, finalmente, a la integra incorporación en la comunión eucarística.

Las comunidades eclesiales separadas, aunque les falte esa unidad plena con nosotros que dimana del bautismo, y aunque creamos que, sobre todo por la carencia del sacramento del orden, no han conservado la genuina e integra sustancia del misterio eucarístico, sin embargo, mientras conmemoran en la santa cena la muerte y la resurrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se representa la vida y esperan su glorioso advenimiento. Por consiguiente, la doctrina sobre la cena del Señor, sobre los demás sacramentos, sobre el culto y los misterios de la Iglesia deben ser objeto de dialogo.


La vida con Cristo





Conclusión



Todas y cada una de las cosas contenidas en este Decreto han obtenido el beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostólica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo, y mandamos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para gloria de Dios.

Roma, en San Pedro, 21 de noviembre de 1964.

Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia Católica



AD GENTES - DECRETO SOBRE LA ACTIVIDAD MISIONERA DE LA IGLESIA


Ad Gentes



DECRETO

SOBRE LA ACTIVIDAD MISIONERA DE LA IGLESIA



Proemio

1
La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser "el sacramento universal de la salvacion", obedeciendo el mandato de su Fundador (Mc 16,15), por exigencias intimas de su misma catolicidad, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres. Porque los Apostoles mismos, en quienes esta fundada la Iglesia, siguiendo las huellas de Cristo, "predicaron la palabra de la verdad y engendraron las Iglesias". Obligacion de sus sucesores es dar perpetuidad a esta obra para que "la palabra de Dios sea difundida y glorificada" (2Th 3,1), y se anuncie y establezca el reino de Dios en toda la tierra.

Mas en el presente orden de cosas, del que surge una nueva condicion de la humanidad, la Iglesia, sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13-14), se siente llamada con mas urgencia a salvar y renovar a toda criatura para que todo se instaure en Cristo y todos los hombres constituyan en El una unica familia y un solo Pueblo de Dios.

Por lo cual este Santo Concilio, mientras da gracias a Dios por las obras realizadas por el generoso esfuerzo de toda la Iglesia, desea delinear los principios de la actividad misional y reunir las fuerzas de todos los fieles para que el Pueblo de Dios, caminando por la estrecha senda de la cruz, difunda por todas partes el reino de Cristo, Senor que preside de los siglos (Si 36,19), y prepara los caminos a su venida.


CAPITULO I

PRINCIPIOS DOCTRINALES

Designio del Padre

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La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la mision del Hijo y del Espiritu Santo, segun el designio de Dios Padre. pero este designio dimana del "amor fontal" o de la caridad de Dios Padre, que, siendo Principio sin principio, engendra al Hijo, y a través del Hijo procede el Espiritu Santo, por su excesiva y misericordiosa benignidad, creandonos libremente y llamandonos ademas sin interés alguno a participar con El en la vida y en la gloria, difundio con liberalidad la bondad divina y no cesa de difundirla, de forma que el que es Creador del universo, se haga por fin "todo en todas las cosas" (1Co 15,28), procurando a un tiempo su gloria y nuestra felicidad. Pero plugo a Dios llamar a los hombres a la participacion de su vida no solo en particular, excluido cualquier género de conexion mutua, sino constituirlos en pueblo, en el que sus hijos que estaban dispersos se congreguen en unidad (Jn 11,52).

Mision del Hijo

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Este designio universal de Dios en pro de la salvacion del género humano no se realiza solamente de un modo secreto en la mente de los hombres, o por los esfuerzos, incluso de tipo religioso, con los que los hombres buscan de muchas maneras a Dios, para ver si a tientas le pueden encontrar; aunque no esta lejos de cada uno de nosotros (Ac 17,27), porque estos esfuerzos necesitan ser iluminados y sanados, aunque, por benigna determinacion del Dios providente, pueden tenerse alguna vez como pedagogia hacia el Dios verdadero o como preparacion evangélica. Dios, para establecer la paz o comunion con El y armonizar la sociedad fraterna entre los hombres, pecadores, decreto entrar en la historia de la hUmanidad de un modo nuevo y definitivo enviando a su Hijo en nuestra carne para arrancar por su medio a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanas (Col 1,13 Ac 10,38), y en El reconciliar consigo al mundo (Cfg. 2Co 5,19). A El, por quien hizo el mundo, lo constituyo heredero de todo a fin de instaurarlo todo en El (Ep 1,10).

Cristo Jesus fue enviado al mundo como verdadero mediador entre Dios y los hombres. Por ser Dios habita en El corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col 2,9); segun la naturaleza humana, nuevo Adan, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14), es constituido cabeza de la humanidad renovada. Asi, pues, el Hijo de Dios siguio los caminos de la Encarnacion verdadera: para hacer a los hombres participes de la naturaleza divina; se hizo pobre por nosotros, siendo rico, para que nosotros fuésemos ricos por su pobreza (2Co 8,9).

El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida para redencion de muchos, es decir, de todos (Mc 10,45). Los Santos Padres proclaman constantemente que no esta sanado lo que no ha sido asumido por Cristo. Pero tomo la naturaleza humana integra, cual se encuentra en nosotros miserables y pobres, a excepcion del pecado (He 4,15); 9,28). De si mismo afirmo Cristo, a quien el Padre santifico y envio al mundo (Jn 10,36): "El Espiritu del Senor esta sobre mi, porque me ungio, y me envio a evangelizar a los pobres, a sanar a los contritos de corazon, a predicar a los cautivos la libertad y a los ciegos la recuperacion de la vista" (Lc 4,18), y de nuevo: "El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10).

Mas lo que el Senor ha predicado una vez o lo que en El se ha obrado para la salvacion del género humano hay que proclamarlo y difundirlo hasta los confines de la tierra (Ac 1,8), comenzando por Jerusalén (Lc 24,47), de suerte que lo que ha efectuado una vez para la salvacion de todos consiga su efecto en la sucesion de los tiempos.

Mision del Espiritu Santo

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Y para conseguir esto envio Cristo al Espiritu Santo de parte del Padre, para que realizara interiormente su obra salvifica e impulsara a la Iglesia hacia su propia dilatacion. Sin duda, el Espiritu Santo obraba ya en el mundo antes de la glorificacion de Cristo. Sin embargo, descendio sobre los discipulos en el dia de Pentecostés, para permanecer con ellos eternamente (Jn 14,16), la Iglesia se manifesto publicamente delante de la multitud, empezo la difusion del Evangelio entre las gentes por la predicacion, y por fin quedo prefigurada la union de los pueblos en la catolicidad de la fe por la Iglesia de la Nueva Alianza, que en todas las lenguas se expresa, las entiende y abraza en la caridad y supera de esta forma la dispersion de Babel. Fue en Pentecostés cuando empezaron "los hechos de los Apostoles", como habia sido concebido Cristo al venir al Espiritu Santo sobre la Virgen Maria, y Cristo habia sido impulsado a la obra de su ministerio, bajando el mismo Espiritu Santo sobre El mientras oraba.

Mas el mismo Senor Jesus, antes de entregar libremente su vida por el mundo, ordeno de tal suerte el ministerio apostolico y prometio el Espiritu Santo que habia de enviar, que ambos quedaron asociados en la realizacion de la obra de la salud en todas partes y para siempre. El Espiritu Santo "unifica en la comunion y en el servicio y provee de diversos dones jerarquicos y carismaticos", a toda la Iglesia a través de los tiempos, vivificando las instituciones eclesiasticas como alma de ellas e infundiendo en los corazones de los fieles el mismo impulso de mision del que habia sido llevado el mismo Cristo. Alguna vez también se anticipa visiblemente a la accion apostolica, lo mismo que la acompana y dirige incesantemente de varios modos.

La Iglesia, enviada por Cristo

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El Senor Jesus, ya desde el principio "llamo a si a los que El quiso, y designo a doce para que lo acompanaran y para enviarlos a predicar" (Mc 3,13 Mt 10,1-42). De esta forma los Apostoles fueron los gérmenes del nuevo Israel y al mismo tiempo origen de la sagrada Jerarquia. Después el Senor, una vez que hubo completado en si mismo con su muerte y resurreccion los misterios de nuestra salvacion y de la renovacion de todas las cosas, recibio todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18), antes de subir al cielo (Ac 1,4-8), fundo su Iglesia como sacramento de salvacion, y envio a los Apostoles a todo el mundo, como El habia sido enviado por el Padre (Jn 20,21), ordenandoles: "Id, pues, ensenad a todas las gentes, bautizandolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo: ensenandoles a observar todo cuanto yo os he mandado" (Mt 28,19s).

"Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado se salvara, mas el que no creyere se condenara" (Mc 16,15-16). Por ello incumbe a la Iglesia el deber de propagar la fe y la salvacion de Cristo, tanto en virtud del mandato expreso, que de los Apostoles heredo el orden de los Obispos con la cooperacion de los presbiteros, juntamente con el sucesor de Pedro, Sumo Pastor de la Iglesia, como en virtud de la vida que Cristo infundio en sus miembros "de quien todo el cuerpo, coordinado y unido por los ligamentos en virtud del apoyo, segun la actividad propia de cada miembro y obra el crecimiento del cuerpo en orden a su edificacion en el amor" (Ep 4,16). La mision, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espiritu Santo, se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicacion, por los sacramentos y demas medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino libre y seguro para la plena participacion del misterio de Cristo.

Siendo asi que esta mision continua y desarrolla a lo largo de la historia la mision del mismo Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres, la Iglesia debe caminar, por mocion del Espiritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguio, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolacion de si mismo hasta la muerte, de la que salio victorioso por su resurreccion. pues asi caminaron en la esperanza todos los Apostoles, que con muchas tribulaciones y sufrimientos completaron lo que falta a la pasion de Cristo en provecho de su Cuerpo, que es la Iglesia. Semilla fue también, muchas veces, la sangre de los cristianos.

Actividad misionera

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Estas condiciones dependen, a veces, de la Iglesia, y a veces también, de los pueblos, de los grupos o de los hombres a los que la mision se dirige. Pues, aunque la Iglesia contenga en si la totalidad o la plenitud de los medios de salvacion, ni siempre ni en un momento obra ni puede obrar con todos sus recursos, sino que, partiendo de modestos comienzos, avanza gradualmente en su esforzada actividad por realizar el designio de Dios; mas aun, en ocasiones, después de haber incoado felizmente el avance, se ve obligada a deplorar de nuevo un regreso, o a lo menos se detiene en un estado de semiplenitud y de insuficiencia. pero en cuanto se refiere a los hombres, a los grupos y a los pueblos, tan solo gradualmente, establece contacto y se adentra en ellos, y de esta forma los trae a la plenitud catolica.








Por ello la actividad misional entre las gentes se diferencia tanto de la actividad pastoral que hay que desarrollar con los fieles, cuanto de los medios que hay que usar para conseguir la unidad de los cristianos. Ambas actividades, sin embargo, estan muy estrechamente relacionadas con la accion misional de la Iglesia. Pero la division de los cristianos perjudica a la santa causa de la predicacion del Evangelio a toda criatura, y cierra a muchos la puerta de la fe. Por lo cual la causa de la actividad misional y la del restablecimiento de la unidad de los cristianos estan estrechamente unidas: la necesidad de la mision exige a todos los bautizados reunirse en una sola grey, para poder dar, de esta forma, testimonio unanime de Cristo, su Senor, delante de todas las gentes. pero si todavia no pudieron dar plenamente testimonio de una sola fe, es necesario, por lo menos, que se vean animados de mutuo aprecio y caridad.


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La actividad misional es nada mas y nada menos que la manifestacion o epifania del designio de Dios y su cumplimiento en el mundo y en su historia, en la que Dios realiza abiertamente, por la mision, la historia de la salud. Por la palabra de la predicacion y por la celebracion de los sacramentos, cuyo centro y cumbre es la Sagrada Eucaristia, la actividad misionera hace presente a Cristo autor de la salvacion.

Libera de contactos malignos todo cuanto de verdad y de gracia se hallaba entre las gentes como presencia velada de Dios y lo restituye a su Autor, Cristo, que derroca el imperio del diablo y aparta la multiforme malicia de los pecadores. Asi, pues, todo lo bueno que se halla sembrado en el corazon y en la mente de los hombres, en los propios ritos y en las culturas de los pueblos, no solamente no perece, sino que es purificado, elevado y consumado para gloria de Dios, confusion del demonio y felicidad del hombre. Asi la actividad misional tiende a la plenitud escatologica: pues por ella se dilata el Pueblo de Dios, hasta la medida y el tiempo que el Padre ha fijado en virtud de su poder, pueblo al que se ha dicho proféticamente: "Amplia el lugar de tu tiempo y extiende las pieles que te cubren. ¡No temas!", se aumenta el Cuerpo mistico hasta la medida de la plenitud de Cristo, y el tiempo espiritual en que se adora a Dios en espiritu y en verdad, se amplia y se edifica sobre el fundamento de los Apostoles y de los profetas siendo piedra angular el mismo Cristo Jesus (Ep 2,20).


CAPITULO II

LA OBRA MISIONERA

Introduccion




ART. 1º EL TESTIMONIO CRISTIANO

Testimonio y dialogo





La presencia de los fieles cristianos en los grupos humanos ha de estar animada por la caridad con que Dios nos amo, que quiere que también nosotros nos amemos unos a otros. En efecto, la caridad cristiana se extiende a todos sin distincion de raza, condicion social o religion; no espera lucro o agradecimiento alguno; pues como Dios nos amo con amor gratuito, asi los fieles han de vivir preocupados por el hombre mismo, amandolo con el mismo sentimiento con que Dios lo busco. Pues como Cristo recorria las ciudades y las aldeas curando todos los males y enfermedades, en prueba de la llegada del Reino de Dios, asi la Iglesia se une, por medio de sus hijos, a los hombres de cualquier condicion, pero especialmente con los pobres y los afligidos, ya ellos se consagra gozosa. Participa en sus gozos y en sus dolores, conoce los anhelos y los enigmas de la vida, y sufre con ellos en las angustias de la muerte. A los que buscan la paz desea responderles en dialogo fraterno ofreciéndoles la paz y la luz que brotan del Evangelio.

Trabajen los cristianos y colaboren con los demas hombres en la recta ordenacion de los asuntos economicos y sociales. Entréguense con especial cuidado a la educacion de los ninos y de los adolescentes por medio de las escuelas de todo género, que hay que considerar no solo como medio excelente para formar y atender a la juventud cristiana, sino como servicio de gran valor a los hombres, sobre todo de las naciones en vias de desarrollo, para elevar la dignidad humana y para preparar unas condiciones de vida mas favorables. Tomen parte, ademas, los fieles cristianos en los esfuerzos de aquellos pueblos que, luchando con el hambre, la ignorancia y las enfermedades, se esfuerzan en conseguir mejores condiciones de vida y en afirmar la paz en el mundo. Gusten los fieles de cooperar prudentemente a este respecto con los trabajos emprendidos por instituciones privadas y publicas, por los gobiernos, por los organismos internacionales, por diversas comunidades cristianas y por las religiones no cristianas.




ART. 2º PREDICACION DEL EVANGELIO Y REUNION DEL PUEBLO DE DIOS

Evangelizacion y conversion


Esta conversion hay que considerarla ciertamente inicial, pero suficiente para que el hombre perciba que, arrancado del pecado, entra en el misterio del amor de Dios, que lo llama a iniciar una comunicacion personal consigo mismo en Cristo. Puesto que, por la gracia de Dios, el nuevo convertido emprende un camino espiritual por el que, participando ya por la fe del misterio de la Muerte y de la Resurreccion, pasa del hombre viejo al nuevo hombre perfecto segun Cristo. Trayendo consigo este transito un cambio progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse con sus consecuencias sociales y desarrollarse poco a poco durante el catecumenado. Siendo el Senor, al que se confia, blanco de contradiccion, el nuevo convertido sentira con frecuencia rupturas y separaciones, pero también gozos que Dios concede sin medida. La Iglesia prohibe severamente que a nadie se obligue, o se induzca o se atraiga por medios indiscretos a abrazar la fe, lo mismo que vindica enérgicamente el derecho a que nadie sea apartado de ella con vejaciones inicuas.









ART. 3º FORMACION DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

La Comunidad cristiana





Cultivese el espiritu ecuménico entre los neofitos para que aprecien debidamente que los hermanos en la fe son discipulos de Cristo, regenerados por el bautismo, participes con ellos de los innumerables bienes del Pueblo de Dios. En cuanto lo permitan las condiciones religiosas, promuévase la accion ecuménica de forma que, excluido todo indiferentismo y confusionismo como emulacion insensata, los catolicos colaboren fraternalmente con los hermanos separados, segun las normas del Decreto sobre el Ecumenismo, en la comun profesion de la fe en Dios y en Jesucristo delante de las naciones -en cuanto sea posible- y en la cooperacion en asuntos sociales y técnicos, culturales y religiosos colaboren, por la causa de Cristo, su comun Senor: ¡que su nombre los junte! Esta colaboracion hay que establecerla no solo entre las personas privadas, sino también, a juicio del ordinario del lugar, entre las Iglesias o comunidades eclesiales y sus obras.